domingo, 2 de octubre de 2022

 

Espectacular presentación del director coreano Chungki Min junto a la Filarmónica

 

PRECISO, TENAZ Y TEMPERAMENTAL

Marta CORA ELISEHT

 

            Con motivo del 60° aniversario del establecimiento de relaciones diplomáticas entre la Argentina y la República Popular de Corea, el pasado sábado 1° del corriente tuvo lugar un concierto dentro del Ciclo de Abono de la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires (OFBA) en el Teatro Colón, que contó con el auspicio de la Embajada de dicho país, el Centro Cultural Coreano y la Fundación Coreana para el Intercambio Cultual Internacional (KOFICE) y donde participaron dos artistas de dicha nacionalidad: el violinista Inmo Yang y el director Chungki Min -quien reemplazó en último momento a su colega Shi- Yeon Sung-, con un programa integrado por las siguientes obras:

-          Obertura Festiva, Op.96- Dmitri SHOSTAKOVICH (1906-1975)

-           Concierto en Re mayor para violín y orquesta, Op.35- Piotr I. TCHAIKOVSKY (1840-1893)

-          Obertura fantasía “ROMEO Y JULIETA”- Piotr. I. TCHAIKOVSKY

-          “La Valse”- Maurice RAVEL (1875-1937)

Desde la afinación de los instrumentos a cargo del concertino Xavier Inchausti, pudo apreciarse una orquesta muy bien afinada y afiatada – características que prevalecieron durante el desarrollo de todo el concierto-, donde pudo apreciarse una Filarmónica que sonó como pocas veces durante el transcurso del corriente año, logrando luminosidad y pureza en el sonido. Y lo demostró desde los primeros compases de la mencionada Obertura Festiva de Shostakovich, que marca un antes y un después en la vida del músico. Compuesta en 1954 a pedido del director general del Teatro Bolshoi (Vassily Nebolsin) un año después de la muerte de Stalin, es una obra de carácter brillante y chispeante. Prueba de ello es la poderosa fanfarria de bronces, que fue ejecutada por la Filarmónica con especial enjundia. Por su parte, Chungki Min es un director temperamental, que supo imprimir su sello contagiando su énfasis y entusiasmo a la orquesta. Ha sido su debut en el Colón y ofreció junto a su compatriota Inmo Yang una de las mejores versiones del celebérrimo concierto para violín de Tchiakovsky que una recuerde sobre el escenario del teatro. Este joven violinista de tan sólo 27 años es un auténtico virtuoso. Ganador del Concurso Internacional Jan Sibelius para dicho instrumento durante el transcurso del corriente año, se ha presentado en los escenarios más importantes del mundo y actualmente se perfecciona con Antje Weithaas en la prestigiosa Hochschüle für Musik Hanns Eisler en Berlín. No sólo tuvo el mérito de ejecutarlo de memoria, sino que posee una digitación prodigiosa, un fraseo impecable y brindó una interpretación memorable, brillante desde todo punto de vista. El acompañamiento orquestal también fue perfecto y el Colón estalló en vítores y aplausos luego de su interpretación, lo que motivó a Yang a realizar una transcripción para violín de Oblivion de Astor Piazzolla, que también ejecutó de memoria con absoluta precisión y maestría. El rugido del Colón volvió a sentirse después de la interpretación del mencionado bis.

La segunda parte del concierto abrió con otra de las obras más bellas de Tchaikovsky: la obertura fantasía Romeo y Julieta, compuesta en 1870 y dedicada a Balakirev, quien le propuso componer una obra basada en la tragedia de Shakespeare. A diferencia de otras obras, no lleva número de opus y se trata más de un poema sinfónico escrito en forma de sonata, donde existe una introducción, desarrollo y conclusión. El primero de los temas -escrito en Fa sostenido menor- representa a Fray Lorenzo, mientras que el segundo -en Re menor- es enérgico y muestra la rivalidad entre Capuletos y Montescos hasta desembocar en el tema romántico -escrito en Re bemol mayor-, donde los amantes se encuentran en el balcón. El corno inglés y la viola representan a Romeo y la flauta, a Julieta. Estos temas se van alternando para narrar la muerte de Tybaldo, el odio ancestral entre ambas familias, la consumación del matrimonio entre los jóvenes y su posterior suicidio. Hacia el final, los timbales y la tuba -en Si natural- marcan el desenlace, mientras el tema en maderas y cuerdas rinde homenaje al amor eterno. Una versión que permitió el lucimiento de todos los principales solistas de las diferentes secciones de instrumentos de la Filarmónica en una interpretación vibrante y electrizante, pero por sobre todas las cosas, romántica. Por último, Chingku Min brindó una exquisita y equilibrada versión de La Valse de Ravel, que volvió a permitir el lucimiento de la orquesta en toda su plenitud. Es una obra muy difícil de ejecutar por su poderosa orquestación -sobre todo, en metales y percusión- y, por lo tanto, es muy común caer en excesos. Afortunadamente, el director coreano demostró su maestría para evitar que ello ocurra, logrando una versión con un sonido envolvente, voluptuoso y brillante merced a su temperamento y precisión. El Colón volvió a rugir al finalizar la interpretación.

No sólo ha sido uno de los mejores conciertos de la Filarmónica durante el transcurso del corriente año, sino una auténtica noche de Colón, donde todo sonó a la perfección. Una perfecta amalgama entre director, orquesta y solistas que permanecerá por mucho tiempo en los oídos de los asistentes.

1 comentario:

  1. Estimada Marta CORA ELISEHT, Hola, Marta, un gusto saludarle, Muchas gracias por su reseña tan profesional de la función. su reseña es muy valiosa para que todos tengan en cuenta de que cómo fue el concierto.

    Pero quiero que corrija algunas cosas. el concierto fue organizado en el marco de 60 aniversario de RRDD entre La República de Corea(Corea del sur) y Argentina, no era la República Popular de Corea(Corea del norte), eso era por un rado, por otro lado, el nombre del director se escribió incorrecto ya que debia ser "Chungki Min" en lugar de "Chingku Min".

    Otro día, le voy a invitar a usted otro concierto de Corea ya que usted es buena crítica, quisiera conocerla seguidamente. Muchas gracias por todo. Saludos

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