Espléndido concierto de la Deutsche
Kammerphilharmonie Bremen en el Colón
LO
MEJOR SIEMPRE ESTÁ POR VENIR
Martha
CORA ELISEHT
Dentro
del Ciclo de Abono correspondiente al 70° aniversario del Mozarteum Argentino,
el pasado lunes 17 del corriente estaba prevista la presentación del violinista
Christian Tetzlaff junto a la Deutsche Kammerphilharmonie Bremen en el Teatro
Colón. Lamentablemente, a último momento, Tetzlaff decidió cancelar su gira
latinoamericana junto a la mencionada agrupación de cámara, pero fue
reemplazado por otro solista de lujo: el pianista Jan Lisiecki, quien asumió el
compromiso y ofreció en esa fecha junto al ensamble alemán dirigido por Glenn
Christensen el siguiente programa:
-
Simple
Symphony, Op.4- Benjamin
BRITTEN (1913-1976)
-
Concierto para piano y
orquesta n°3 en Do menor, Op.37- Ludwig van
BEETHOVEN (1770-1827)
-
Sinfonía n°38 en Re
mayor. K.504 (“Praga”) – Wolfgang A. MOZART (1756-1791)
En
esta ocasión, el concertino Glenn Christensen asumió la doble función de
primer violinista y director de la agrupación, que fuera fundada en 1980 en
Frankfurt como un conjunto estudiantil, pero que se transformó en una orquesta
de cámara de primer nivel por la alta calidad de sus interpretaciones. En 1992
se establece en Bremen y, con el correr del tiempo, adquirió fama internacional
y se convirtió en una de las orquestas de cámara más prestigiosas del mundo.
Además de Tetzlaff, ha sido dirigida por figuras de la talla de Paavo Järvi
-con quien interpretó la obra sinfónica integral de Schumann y Brahms- y
participa de importantes proyectos educativos.
La
Sinfonía Simple es una de sus primeras composiciones de Britten (Op.4)
y data de 1933, cuando recién había egresado del Royal College of Music en
Londres. Escrita solamente para cuerdas, consta de 4 movimientos (Boisterous
Bourrée/ Playful Pizzicato/ Sentimental sarabande/ Frolicsome Finale) que
aluden a dichas danzas barrocas, donde Britten inserta temas folklóricos de su
país (“Now the King is home again”/ Ahora el Rey está nuevamente en casa) en
el 1° movimiento, que contrasta maravillosamente con el Presto posible con
el cual, se inicia el 2° movimiento en un enérgico pizzicato (Playful
pizzicato), donde se ejecuta otra canción inglesa (The Road Song
of Bandarlog), que sonó de manera refinada, exquisita y perfectamente
acompasada. La sarabanda del 3° movimiento incluye un arreglo de su Suite
para piano n°3 (1925) y posee un carácter emotivo, que contrasta con el
frote de las cuerdas en el último movimiento (Frolicsome Finale/ Final
travieso), que fue interpretado de manera delicada y enérgica. Una muy
buena labor de la orquesta, con un auténtico trabajo de precisión.
De
los cinco conciertos que Beethoven escribió para piano y orquesta, el n°3,
Op.37 es una de las obras más bellas y célebres del genio de Bonn,
estrenado en 1803 en Viena junto con su Sinfonía n°2 y el oratorio Cristo
en el Monte de los Olivos. Para aquel entonces, Beethoven ya era un
pianista reconocido y un compositor prestigioso, quien interpretó de memoria
este célebre concierto la noche de su estreno. En este caso, era la primera vez
que esta cronista escuchó a Jan Lisiecki como solista junto a una orquesta – se
presentó en dos recitales en el Colón, entre 2015 y 2019- quien ofreció una
impresionante versión de este clásico desde los primeros compases del Allegro
con brio inicial, con una impecable marcación de la cadencia y el arpegio.
Por parte de la orquesta, el acompañamiento fue perfecto, con una excelente
marcación de los tempi. Lo mismo sucedió en el largo del Andante
en Mi mayor para desembocar en el rondó inicial en Do menor del 3°
movimiento (Rondó: Allegro- Presto), con un excelente manejo de trinos,
arpegios y arabescos. Quizás, sonó algo fuerte, pero de manera
solemne y apasionada. El Colón estalló en aplausos tras su interpretación y
salió a hacer un bis: un Nocturno de Chopin, que también sonó
magistralmente.
Durante
la segunda parte del concierto, la orquesta ofreció una memorable versión de la
Sinfonía n°38 (“Praga”) de Mozart, estrenada en 1787 en dicha ciudad
mientras Mozart asistió a las representaciones de su ópera Las Bodas de
Fígaro, que se había transformado en un hit. Tras el adagio inicial
en Re menor, el impetuoso Allegro en Re mayor que domina el 1°
movimiento es enérgico y brillante. Precisamente, estas características fueron
las imperantes en la interpretación del conjunto. Lo mismo sucedió con el Andante
central, donde Glenn Christensen se destacó por brindar entradas muy
precisas y muy bien marcadas. Por último, el 3° movimiento (Presto) posee
numerosos pasajes in crescendo, con contrapuntos bien definidos, que
suenan más parecidos a Beethoven que al mismo Mozart. En resumen: una sinfonía
que sonó fresca, juvenil y cristalina, auténticamente mozartiana. Tras la
ovación de aplausos al final del concierto, la orquesta decidió ofrecer un bis:
el último movimiento (Allegro vivace- Presto) de la Sinfonía n°2 de
Beethoven. Una estupenda versión, que hizo estallar nuevamente al Colón en
aplausos.
De
todas las instituciones musicales privadas del país, el Mozarteum Argentino no
sólo ha prevalecido a través del tiempo, sino que siempre ha mantenido un nivel
de alta jerarquía. Cuando una agrupación de cámara, solista u organismo
sinfónico no puede venir, se lo reemplaza siempre por otro del mismo nivel o de
calidad superior. Eso se denomina ofrecer la excelencia con el correr del
tiempo y, con respecto de este ítem, pareciera que todavía lo mejor está por
venir.
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