Excelente actuación del pianista Miceal O’Rourke en el Salón Dorado del Colón
CON ALMA. BRILLO Y JÚBILO
Martha CORA ELISEHT
El Salón Dorado del Teatro Colón no sólo es una joya arquitectónica, sino
también un ámbito muy propicio para la ejecución de conciertos de cámara. Su
imponente y elegante arquitectura constituyó el marco más apropiado para que tuviera
lugar un concierto de cámara realizado el sábado 8 del corriente, donde participó el
pianista irlandés Miceal O’Rourke en calidad de invitado junto al Cuarteto Bríos,
integrado por Alma Quiroga y Damián Noriega (violines), Julio Domínguez (viola) y
Teresa Fainstein Day (violoncello), quienes interpretaron las siguientes obras:
- Concierto n°12 para piano y orquesta en La mayor, K.414 (versión para
cuerdas)- Wolfgang A. MOZART (1756-1791)
- Quinteto para piano en Fa menor, Op.34- Johannes BRAHMS (1833-1897)
Nacido y educado en Dublín, Miceal O’Rourke es uno de los mejores pianistas en la
actualidad y es la segunda vez que visita la Argentina (la anterior, en 2019). En esta
ocasión, ha actuado en el Ciclo de Cámara de la Usina del Arte y se presentó
recientemente con la Orquesta Sinfónica Nacional en el Centro Cultural Kirchner
(CCK). En este caso, se presentó junto al Cuarteto Bríos, integrado por músicos muy
talentosos que se desempeñan como solistas en las orquestas más prestigiosas del país
(Orquesta Estable del Teatro Colón, Orquesta Nacional de Música Argentina “Juan de
Dios Filiberto”, Orquesta Filarmónica de Buenos Aires y Sinfónica Nacional,
respectivamente). Prueba de ello fue la excelente calidad y equilibrio sonoro desde los
primeros compases del mencionado Concierto en La mayor K.414 de Mozart, conocido
también como Pequeño La mayor, que consta de tres movimientos (Allegro/
Andante/Allegretto) y que fuera compuesto en 1782 cuando llegó a Viena. Puede ser
interpretado tanto por una formación orquestal reducida (dos oboes, dos fagotes, dos
trompas, cuerdas y piano) como por un cuarteto de cuerdas, como sucedió durante el
presente concierto. La excelente pulsación, digitación, prodigalidad y musicalidad de
Miceal O’Rourke permitieron lograr una versión cristalina, imbuida del espíritu
mozartiano en los trinos, cadencias y pasajes de mayor dificultad. Por su parte, el hecho
de estar acompañado por un cuarteto de cuerdas permitió una versión más íntima, con
un mayor lucimiento del solista. También se logró una muy buena profundidad sonora
en el Andante central a cargo del cello y la viola, mientras que tanto Alma Quiroga
como Damián Noriega demostraron su maestría como violinistas. Una interpretación
digna del Ciclo de Cámara del Colón y una ovación de aplausos por parte del público.
El Quinteto en Fa menor, Op.34 de Brahms es conocido como “la corona de la
música de cámara”, ya que es una de las obras más bellas y conocidas dentro de dicho
género. Fue compuesto originalmente para quinteto de cuerdas (dos violines, viola y dos
violoncellos) en 1862 y posteriormente, su autor realizó una transcripción como sonata
para dos pianos hasta darle su versión definitiva, que fue estrenada en el Conservatorio
de Leipzig en 1866, dedicada a la princesa Anna de Hesse. Sus cuatro movimientos
(Allegro non troppo/ Andante- un poco adagio/ Scherzo: Allegro y Finale: Poco
sostenuto- Allegro non troppo- Presto, non troppo) poseen ribetes románticos y por
momentos, trágicos y oscuros. El piano actúa junto al cuarteto de cuerdas brindando una
unidad de expresión desde el inicio del 1° movimiento, donde los instrumentos suenan
al unísono. En este caso, fue una versión majestuosa desde el principio hasta el fin, con
un perfecto acople entre el piano y las cuerdas. El avasallante crescendo del Allegro non
troppo inicial estuvo perfectamente bien ejecutado, al igual que los diversos
contrapuntos. Tras la tranquilidad del Andante en La bemol mayor, donde el violoncello
y la viola se lucen en las notas graves de la cadencia inicial, el imponente Scherzo-
allegro sonó acorde a las tres características del compositor hamburgués: solemne,
romántico y marcial, con un excelente pizzicato a cargo de las cuerdas en general y del
violoncello en particular, al igual que el movimiento final. Tras la brevísima
introducción en sonata, el cello introduce el primer tema del Allegro -que posee
reminiscencias húngaras- que se une al segundo tema mediante un puente estridente,
ejecutado de manera impecable por los integrantes del ensemble en general y de Alma
Quiroga en particular. Por su parte, la introducción del piano sonó fogosa y apasionada
en el Presto non troppo final, con una sublime interpretación del conjunto y soberbia
actuación de O’Rourke, que hizo delirar al público hacia el final del concierto. Una
ovación de aplausos y vítores obligó al pianista y al conjunto a ejecutar un bis: nada
más ni nada menos que una obra tan compleja como el scherzo del Quinteto en Sol
menor, op.57 de Dmitri Shostakovich, que sonó magistralmente merced a la excelencia
de los intérpretes. El público volvió a delirar con otra ovación de aplausos.
Fue uno de los mejores conciertos de cámara en lo que va de la presente temporada,
digno del Colón en vísperas del 9 de Julio. No es casual que se haya interpretado un
repertorio clásico- romántico con alma, brillo, júbilo y, además, con brío -parafraseando
el nombre del cuarteto- como anticipo del festejo del día de la Patria.
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