domingo, 27 de agosto de 2023

 Muy buen concierto de Paolo Bortolameolli al frente de la Filarmónica en el Colón


CÓMO ENFRENTAR UN DESAFÍO Y SALIR AIROSO

Martha CORA ELISEHT


El Ciclo de Abono 2023 de la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires es uno de

los mayores eventos culturales de este año y marcó una nueva etapa en la trayectoria del

organismo sinfónico. La renovación del repertorio y la presencia de prestigiosos

directores y solistas invitados de reconocida trayectoria a nivel internacional -tanto

argentinos como extranjeros- han posicionado a la orquesta a un nivel de gran calidad

sonora y excelencia interpretativa, además de permitir encarar obras de gran

envergadura. Tal es el caso del concierto llevado a cabo el pasado sábado 26 del

corriente en el Teatro Colón, con la presencia de Paolo Bortolameolli en el podio y la

participación del flautista Yubeen Kim como solista para interpretar el siguiente

programa:

- Sinfonia n°7- Hans Werner HENZE (1926-2012)

- “Halil” (Nocturno para flauta, orquesta de cuerdas y percusión)- Leonard

BERNSTEIN (1918-1990)

- Adagio de la Sinfonía n°10- Gustav MAHLER (1860-1911)

Con un orgánico prácticamente completo sobre el escenario -donde se pudo apreciar

músicos invitados de la Orquesta Estable del Colón y otros especialmente contratados

para esta ocasión- y, tras la tradicional afinación de instrumentos a cargo del concertino

Xavier Inchausti, el director chileno hizo su presentación sobre el escenario para

realizar comentarios sobre las obras que se iban a desarrollar en el programa y la

conexión existente entre las mismas: la fatalidad. En el caso de Mahler, fue el único

movimiento que llegó a completar de su 10° Sinfonía, ya que se encontraba gravemente

enfermo a causa de endocarditis bacteriana -falleció al año siguiente- y, en el de

Bernstein, un homenaje al flautista israelí Yadid Tannenbaum (asesinado en 1973

durante la guerra del Yom Kippur). En cuanto a Henze, se basó en el padecimiento del

poeta Friederich Hölderlin (1770-1843) durante su asilo en Tubinga (era esquizofrénico

y estuvo internado allí durante 36 años, hasta su muerte) y, más precisamente, en su

poema Hälte des Lebens (Mitad de la Vida).

La Sinfonía n°7 fue compuesta por encargo de la Filarmónica de Berlín con motivo

de su centenario en 1982, pero su estreno tuvo lugar recién en 1984 a cargo de la

mencionada orquesta bajo la dirección de Gianluigi Gelmetti. Henze se basó en la

tradición sinfónica alemana, pero en vez de seguir el orden tradicional de los

movimientos (Introducción/ Lento/ Scherzo/ Finale), decide invertirlo y comenzar con

motivos típicamente alemanes en el siguiente orden: Tanz- Lebhalft und beseelt (Danza:

vivaz e inspirada/ Ruhig bewegt (Movimiento calmo) / Unablässig in Bewegung

(Incesantemente animado- vivace) y Ruhig, verhalten (Calmo, comedido). La obra

presenta numerosos contrapuntos entre las diferentes secciones de instrumentos a lo

largo de sus 38 minutos de duración. Lleva un orgánico prácticamente completo


(cuerdas, maderas por 4, clarinete bajo, saxofón, cornos por 8, trompetas y trombones

por 6, 2 tubas, percusión, arpa, piano y celesta) y permite el lucimiento de todos los

grupos de instrumentos. El primer movimiento es una allemande que inicia con un

contrapunto entre fagot, trombón bajo y contrabajo, que posteriormente, es tomado por

las maderas, cellos y violas, con pasajes instrumentales que remedan el 1° movimiento

de la Sinfonía n°5 de Carl Nielsen y numerosos glissandi a cargo de toda la orquesta,

con predominio de bronces luego del solo de trombón bajo. Culmina con un tutti que

remeda el final de Marte de LOS PLANETAS, de Gustav Holst. En cambio, el 2°

movimiento es un Lied que abre con un bellísimo solo de violoncello y de arpa en

contrapunto con los oboes. El 3° movimiento posee una vibrante apertura a cargo de los

cellos -que, por momentos, remeda la pantomima de Daphnis et Chloé de Ravel- en un

allegro enérgico que permite el lucimiento de la orquesta para luego, culminar en un

final abrupto, mientras que el último es una trasposición orquestal del mencionado

poema de Hölderlin -un andante maestoso que posee ciertas reminiscencias de Saturno

de LOS PLANETAS y de la Sinfonía n°7 (“Antártica”) de Vaughan Williams- y va

aumentando gradual y paulatinamente en intensidad hasta evanescerse por completo.

Una obra densa, de gran intensidad sonora y que no sólo fue perfectamente abordada,

sino también, un auténtico desafío, tanto para el director como para los intérpretes. La

Filarmónica salió airosa del compromiso y Bortolameolli no sólo se mostró agradecido,

sino que hizo poner de pie a cada uno de los grupos de instrumentos para fomentar su

merecido reconocimiento por parte del público.

Al igual que en la obra de Henze, el mencionado Nocturno “Halil” de Leonard

Bernstein posee numerosos contrapuntos entre lo tonal y lo atonal, lo dodecafónico y lo

diatónico en forma alternada; es decir, tanto a cargo del solista como del conjunto

instrumental. Fue compuesta en 1981 y no sólo permite el lucimiento del solista, sino

también de las cuerdas, el arpa y la percusión, con una muy buena labor de Xavier

Inchausti (violín), Denis Golovin (viola), María Cecilia Rodríguez (arpa) y Gabriel

Rodríguez (timbal). En cuanto al solista, Yubeen Kim sobresalió por su calidad

interpretativa, con una perfecta ejecución en los trinos y el glissando. Fue sumamente

aplaudido y aprovechó para hacer un bis: una transcripción para flauta de la célebre

Melodía de Christoph Glück, que sonó magistralmente. Una nueva ovación para el

músico coreano, que se retiró muy satisfecho por su logro.

Por último, la orquesta brindó una excelente versión del mencionado Adagio de la

Sinfonía n°10 de Mahler, que fue el movimiento inicial y el único que pudo completar

en cuanto a su orquestación, ocurrida en 1910. Si bien el 3° movimiento (“Purgatorio”)

fue compuesto en su totalidad, Mahler sólo alcanzó a orquestar los primeros compases.

Tras su muerte en 1911, su esposa – Alma Schindler- tuvo los derechos en su poder y

vetó que el resto de la obra fuera orquestada. Recién se levantó en 1960, cuando el

musicólogo inglés Deryck Cooke -profundo conocedor y estudioso de Mahler- la

convenció de hacerlo. Los manuscritos originales fueron cedidos por Anna Mahler -hija

del compositor- tras la muerte de su madre y sometidos a un poderoso trabajo de

reconstrucción para poder orquestar el resto de los 5 movimientos originales (Andante-

Adagio/ Scherzo I: Schnelle Viertel/ Allegretto moderato (Purgatorio)/ Scherzo: Allegro

pesante, nicht schnell/ Finale). El Adagio está escrito en forma sonata y posee tres

temas: el primero -cuya apertura está a cargo de las violas- es cromático y misterioso,

mientras que el segundo es lírico y apasionado, a cargo de los violines con


acompañamiento de los trombones, seguido de su inversión -que posee ribetes

dodecafónicos- y el último, una danza, donde predominan las maderas. Durante todo su

desarrollo ocurren inversión de temas y, tras la melodía inicial a cargo de las violas,

surge una disonancia a cargo de toda la orquesta que culmina en un fortissimo donde se

aprecian 9 grados de la escala cromática; por lo tanto, suena prácticamente

dodecafónico, lo cual transforma a Mahler en un precursor de dicho estilo. En su

explicación inicial, Bortolameolli mencionó: “Necesitaba romper con lo tradicional y

establecer un nuevo orden de expresión”. Seguidamente, la obra culmina de manera

tonal y completamente apacible. Una muy buena labor por parte del director y de los

músicos, que culminó con numerosos aplausos por parte del público.

Como melómana y periodista especializada, una celebra que la Filarmónica haya

regresado a su excelencia sonora y haya recuperado su bien ganado prestigio para la

ejecución de este tipo de obras. Un repertorio de esta magnitud representa un auténtico

desafío del cual, todos salieron triunfantes. Paolo Bortolameolli es un excelente director

para este tipo de obras y lo demostró con creces el sábado anterior al dirigir nada más ni

nada menos que Popol Vuh de Ginastera. No obstante, su explicación sobre las obras

que se iban a desarrollar durante el concierto fue un tanto tediosa y estuvo totalmente de

más. Cuando los comentarios del programa de mano están escritos por un musicólogo o

alguien que demuestra su idoneidad en la materia, no hace falta una explicación tan

aburrida y prolongada. ¿Será que una siente temor ante la presencia de un nuevo

Diemecke?... Zapatero, a tus zapatos.

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