sábado, 12 de agosto de 2023

 Un pianista provocador…


                                                                                    Por Jaime Torres Gómez

La historia pianística en Chile ha tenido un importante desarrollo desde el siglo XX

hasta ahora, siendo Claudio Arrau el referente indiscutible. Empero, ineludible

destacar a glorias como Rosita Renard, Arnaldo Tapia Caballero, Flora

Guerra, Herminia Racagni, Alfonso Montecino, Elvira Savi, Elma Miranda, Óscar

Gacitúa, Ena Bronstein, Elisa Alsina, Cirilo Vila y María Iris Radrigan, y de los que

más se han visto en los últimos años, Edith Fischer, Frida Cohn, Roberto

Bravo, Luis Alberto Latorre, Alfredo Perl, Mahani Teave y Danor Quinteros.

De las más jóvenes generaciones, destacado es el caso de Gustavo Miranda-

Bernales, de 32 años, a quien últimamente se le vio en el Ciclo de Piano de

la Fundación Cultural de Providencia, actualmente el único con ese perfil.

Radicado por 16 años en Nueva York, actualmente vive en Chile, proyectando su

carrera desde su país natal. Y desde hace más de un año, luego del receso

pandémico, ha vuelto a visibilizarse a través de una nutrida agenda de recitales en

Santiago y regiones, asimismo como solista junto a las Orquestas de Cámara de

Chile y Cámara del Teatro Municipal de Santiago.  

El programa de Providencia, realizado en el emblemático Teatro Oriente comunal,

contempló obras de alto tonelaje..., con los exigentes 4 Scherzos de Frédéric

Chopin y la catedrálica Sonata en si menor de Franz Liszt.   

Con una especial personalidad artística, Miranda-Bernales no conoce de rutinas,

saliéndose de muchos moldes interpretativos, llegando al umbral de

producir cierta incomodidad en algunos segmentos puristas… De deslumbrante

técnica, sus enfoques suelen servirse con calibrada musicalidad, administrando,

con celebrado criterio musical, los riesgos propios de los espacios de libertad

incurridos.

Formidable, aunque a ratos con cierta peligrosidad, el enfoque de los scherzos

chopinianos, equilibrando inteligentemente los contrastes insertos.

Con provocador vigor y alejado de almibarados enfoques…, Miranda-

Bernales capta la médula del pathos interno de cada pieza…

En el primer scherzo, si bien a ratos lindó en aparentes destemples,

empero transita con naturalidad hacia lo íntimo con admirable cantabilidad de

las frases. En el segundo -ora el más famoso, ora muy desafiante (con

demandantes emplazamientos existenciales)-, hubo magistral unidad, no

obstante las frenéticas velocidades adoptadas… Y en la misma línea los dos

últimos, con absoluta claridad expositiva, deslumbrante

técnica y completas coherencias.   


La segunda parte con la Sonata en si menor de Liszt -obra cumbre del pianismo-

, Miranda-Bernales llegó a cimas incalculables y al borde del paroxismo…

Cabe señalar que esta obra (de ascético carácter) se le puede asociar a un reflejo

del Fausto goetheniano (con las figuras de Fausto, Gretchen y Mefistófeles), así

como otras exégesis discurren por el lado de Adán, Eva y la Serpiente, más la

sección más grandiosa (un verdadero coral) sería la Cruz Redentora. Con un

tratamiento formal más bien asociado a lo rapsódico -con entremezclamientos

temáticos-, a la postre, en clave dialéctica, la obra es una constante lucha entre el

Bien y el Mal, ante lo cual la atmósfera que debe proveerse en cada sección debe

tener cabal comprensión interpretativa, y especialmente las transiciones temáticas

que reflejen las evolutividades insertas.

Miranda-Bernales comprendió a fondo todos estos elementos, plasmando con

notable claridad conceptual cada cuadro. Con hermoso toucher, se obtuvo

grandes logros en el manejo de las dinámicas, maravillosos fraseos y contrastes

(notable reflejo de lo demoniaco como al espíritu Redentor del Bien), prístinas

transparencias, certeros matices y gran belleza de sonido general. Una versión

definitivamente triunfal.

En suma, una presentación de un pianista de provocadoras e inteligentes

interpretaciones, y que cada vez da más que hablar…

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