domingo, 3 de diciembre de 2023

 

Créditos: Prensa Teatro Colón. Fotografía del Mtro. Arnaldo Colombaroli


Brillante cierre del Ciclo de Abono de la Filarmónica en el Colón


BROCHE DE ORO EN LA DESPEDIDA DE UN GRANDE

Martha CORA ELISEHT


En el último mes del año, la Temporada y los ciclos de Abono organizados por el

Teatro Colón llegan a su fin. En el caso particular de la Orquesta Filarmónica de Buenos

Aires (OFBA), el pasado sábado 2 del corriente tuvo lugar el concierto de clausura del

Ciclo de Abono de esta entidad, que contó con dos acontecimientos: la presencia del

violinista ruso Maxim Vengerov -uno de los mejores intérpretes mundiales de dicho

instrumento y un coloso de la música- en calidad de solista y la despedida del

concertino Pablo Saraví tras 40 años de permanencia en la orquesta.

La dirección musical estuvo a cargo de Elías Grandy y se interpretaron las

siguientes obras:

- Concierto para violín y orquesta en Re menor, Op.47- Jan SIBELIUS (1865-

1957)

- Obertura Leonora n°3, Op.72 b- Ludwig van BEETHOVEN (1770-1827)

- Suite de “El Pájaro de Fuego” (versión 1919)- Igor STRAVINSKY (1882-

1971)

Cuando Pablo Saraví hizo su presentación sobre el escenario del Colón, el público

estalló en aplausos y vítores a modo de homenaje a este eximio artista, quien -entre sus

múltiples antecedentes y su extensa trayectoria- es miembro fundador y primer violín de

la World Orchestra for Peace (organismo creado por Sir Georg Solti en 1995), fundador

del Cuarteto Petrus y concertino de la academia Bach de Buenos Aires. Por lo tanto,

correspondía que se despidiera como concertino de la Filarmónica en su último

concierto. Tras la tradicional afinación de instrumentos, Elías Grandy y Maxim

Vengerov hicieron su presentación sobre el escenario para brindar una de las versiones

más brillantes que se recuerden del mencionado Concierto en Re menor de Sibelius.

Compuesto en 1903, es uno de los más bellos dentro de su género, pero también,

uno de los más difíciles debido a la enorme variedad de matices entre los tres

movimientos que lo integran (Allegro moderato/ Adagio di molto/ Allegro ma non tanto)

y de pasajes de extrema dificultad técnica. Debido a que despertó críticas ambiguas en

su estreno, fue revisado posteriormente y su primera interpretación tuvo lugar en Berlín

en 1905, bajo la dirección de Richard Strauss y la participación de Karl Hariř como

solista. El éxito alcanzado fue rotundo y es la versión que persiste hasta la actualidad.

Posteriormente, en 1990 se escuchó la versión original en Helsinski dirigida por el

propio compositor, con participación del violinista sueco Víctor Novaček, pero sin

éxito, dadas las profundas discrepancias existentes entre el original y su revisión. En el

Allegro moderato inicial escrito en forma de sonata en Re menor, el violín solista abre

el concierto prácticamente sin introducción orquestal previa y domina la música con un

tema típicamente escandinavo, apoyado por los clarinetes. Las cuerdas recién entran en

el segundo tema de este movimiento, pero lo interesante es que la cadenza se emplea


como parte del desarrollo. De más está decir que la excelencia del solista y de la

orquesta hicieron posible no sólo que la presente versión fuera brillante y perfecta de

cabo a rabo, sino también que el bellísimo cantábile del 2° movimiento (Adagio di

molto, en Si bemol menor) sonara como los dioses. Es el más romántico de los tres y se

inicia con una melodía a cargo de los vientos de carácter impresionista, que deja en

suspenso la frase hasta la entrada del violín, que la ejecuta de manera más

temperamental. Y, en este caso, de manera sublime, merced al virtuosismo de Vengerov

y del ímpetu de Elías Grandy, quien resultó ser un director joven y talentoso. Contagió

su entusiasmo a la orquesta, que acompañó de forma magistral al solista durante todo el

concierto; muy especialmente, con un excelente contrapunto entre el contrabajo solista y

el timbal en la introducción del movimiento final (Allegro ma non tanto, en Re menor),

previamente a la entrada del violín. El movimiento final se caracteriza por su intensidad

rítmica en ritmo de polonesa/ mazurka sobre notas dobles y ahí es donde reside su

enorme dificultad técnica. Posteriormente, la orquesta introduce el segundo tema con

matices de vals, pero brindando protagonismo al solista en un tutti lleno de armonías

con una particularidad: cuando la resolución parece inevitable, el violín regresa con el

tema inicial y con la misma frase. A partir de allí, la orquesta adquiere cromatismo y el

solista -a toda velocidad y con un fraseo sumamente dificultoso- se mueve en cascada

para terminar con una sola nota, que da lugar al final del concierto. El impecable fraseo,

técnica y la avasallante digitación de Maxim Vengerov hicieron posible -junto a una

Filarmónica que sonó como nunca- una versión antológica. El rugido del Colón se hizo

sentir y el público ovacionó al solista y al director. Tras numerosos aplausos y vítores,

se produjo otro hecho trascendental: Vengerov invitó a Pablo Saraví a afinar sus violines

y se dirigió en inglés al público para anunciar el bis: una monumental versión del 1°

movimiento del Doble concierto para violines y orquesta de cuerdas en Re menor, BWV

1043 de Johann S. Bach, donde ambos músicos hicieron gala de su virtuosismo. Al

finalizar, Maxim Vengerov y Pablo Saraví fueron ovacionados y sumamente aplaudidos;

no sólo por el público presente, sino también por los propios integrantes de la orquesta.

De las cuatro oberturas que Beethoven compuso para su única ópera (FIDELIO), la

Leonora n°3, Op.72 b es la única que se interpreta dentro del repertorio de las salas de

conciertos sinfónicos. Narra perfectamente el argumento de la obra: Leonora desciende

a las mazmorras para rescatar a su esposo Florestan -detenido injustamente por el

corregidor Pizarro-. La oscuridad, el canto de Florestan recordando días mejores, el

motivo de la libertad, el solo de trompeta fuera de escena que marca la liberación del

protagonista y una poderosa recapitulación sinfónica de carácter heroico y triunfalista

cierra esta joya orquestal, compuesta entre 1804 y 1805. La Filarmónica brindó una

versión sumamente precisa y luminosa de la consabida obertura, donde Elías Grandy

hizo gala de su ímpetu y precisión.

Concebido originalmente como un conte dansé (cuento bailado) inspirado en

leyendas rusas, El Pájaro de Fuego se estrenó como ballet en 1910 en la Ópera de París

y fue la primera colaboración que Stravinsky hizo para la compañía de Sergei Diaghilev

Les Ballets Russes, con coreografía de Mijail Fokine y vestuario de Leo Baskt. Su

estreno fue un suceso rotundo desde su inicio y, posteriormente, se hicieron varias suites

orquestales. La más conocida y representada es la de 1919, que consta de 5 números:

Introducción- Danza del Pájaro de fuego- Variación- Jorovod (Ronda de las princesas)-

Danza infernal de los súbditos de Kaschei- Berceuse (Nana)- Final. Es otro de los


“caballitos de batalla” de la Filarmónica y, en esta ocasión, el equilibrio sonoro fue

sublime, con grandes intervenciones de todos y cada uno de los instrumentistas para

lograr una versión vibrante, que fue in crescendo a medida que transcurría la melodía.

El rugido del Colón se hizo sentir una vez más y, tras los aplausos, se hizo presente el

Director General del teatro -Sr. Jorge Telerman- para despedir a Saraví entregándole un

diploma enmarcado en mérito a su labor desempeñada tras 40 años de permanencia en

la orquesta. La ovación fue total y el violinista se retiró de la mejor manera: aplaudido

por su público.

El concierto de cierre del presente Ciclo de Abono no pudo haber sido mejor. La

presencia de dos gigantes del violín sobre el escenario del Colón y la despedida de

Pablo Saraví fueron el broche de oro para una excelente temporada en materia de

conciertos. A partir de ahora, se cierra una nueva etapa en la historia de la Filarmónica y

comienza otra, que promete ser tan enjundiosa como la actual.

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