sábado, 15 de noviembre de 2025

 Espléndida actuación de la Sinfónica Juvenil Gral. San Martín en el Palacio Sarmiento


UNA AUTÉNTICA EXPLOSIÓN DE TALENTO JUVENIL

Martha CORA ELISEHT


Para celebrar sus 31 años de existencia dentro de la presente temporada, la

Orquesta Sinfónica Nacional Juvenil “Libertador Gral. San Martín” cuenta con

directores y solistas invitados de primer nivel. El pasado fin de semana se produjo un

intercambio de directores: el titular de la agrupación -maestro Mario Benzecry- fue

invitado a dirigir a la Orquesta de UCASAL (Universidad Católica de Salta), mientras

que la Juvenil fue dirigida por Jorge Lhez -titular de la mencionada orqueta salteña- en

un concierto que tuvo lugar en el Auditorio Nacional del Palacio Domingo F. Sarmiento

el pasado domingo 2 del corriente. En esta ocasión, participó el violinista Nehuel

Aguirre como solista y se interpretaron las siguientes obras:

- Fantasía para orquesta (estreno)- Juana ZAPATA

- Concierto en Re mayor para violín y orquesta, Op.35- Piotr I.

TCHAIKOVSKY (1840-1893)

- Cuadros de una exposición (orquestación de Maurice Ravel)- Modesto

MUSSORGSKY (1839-1881)

En esta ocasión, participó como concertino Santiago Bravo, quien tuvo a su

cargo la afinación de instrumentos antes de la entrada del director para iniciar el

concierto con un estreno: la Fantasía para orquesta de Juana Zapata, quien se

desempeñó como trombonista hasta fines del año pasado “en la orquesta que me vio

nacer”, según sus palabras. Actualmente, se dedica a la composición y su estilo es

tonal, armónico, de línea melódica agradable. La fantasía se inicia con un tema lento en

tono menor a cargo de los instrumentos graves (fagotes, contrabajos), seguidos por las

cuerdas y las maderas hasta la entrada de toda la orquesta. Posteriormente, los metales

ejecutan una fanfarria que retoma la melodía original y las cuerdas responden en

contrapunto hasta la introducción de un segundo tema de carácter triunfal y heroico por

parte de las maderas. Ambos temas se engarzan y se desarrollan en forma alternada

hasta el solo de trompeta, que marca la introducción de un tercer tema con

reminiscencias españolas por las cuerdas. La fanfarria en los metales vuelve a retrotraer

el primer tema en tono mayor, desarrollado por toda la orquesta previamente al final.

Fue muy bien recibida por parte del público y se invitó a la compositora a subir al

escenario.

El célebre Concierto para violín y orquesta en Re mayor fue el único que

Tchaikovsky compuso para dicho instrumento en 1878 durante su estadía en Clarens

(Suiza), donde se encontraba trabajando en la composición de una sonata para piano

luego de sufrir una depresión como consecuencia de su fallido matrimonio con

Antonina Miliukova. Por dicho motivo, carecía de suficiente inspiración hasta que

recibió la visita de uno de sus alumnos de composición: el violinista Iósif Kotec, quien

le propuso tocar una transcripción para violín y piano de la Sinfonía Española de


Édouard Lalo (1823-1892). Tchaikovsky quedó tan fascinado con la obra, que decidió

suspender la composición de su sonata y la reemplazó por su concierto para violín bajo

asesoramiento de Kotec. Estuvo listo en tan sólo un mes y quería que Kotec lo

estrenara, pero éste no se sintió lo suficientemente seguro como para poder hacerlo. En

consecuencia, se lo ofreció al talentoso Leopold Auer, pero lo rechazó considerándolo

“intocable”, motivo por el cual hubo que buscar otro solista. Finalmente, Adolf

Brodsky lo estrenó en 1881en Viena, pero la crítica fue adversa por falta de ensayo y

por su extrema complejidad. Recién en 1888, la obra gana popularidad merced a la

memorable interpretación de Karel Haliř y, a partir de ahí, forma parte del repertorio

habitual de los programas de conciertos.

Alumno de Rolando Prusak, Nehuel Aguirre es un joven violinista de un talento

excepcional. Fue concertino de la Libertador Gral. San Martín y actualmente integra la

fila de primeros violines de la Sinfónica Nacional. Su versión de este famoso concierto

fue descollante: impecable fraseo, excepcional musicalidad en las cadencias y pasajes

en cascada en las notas agudas de extrema dificultad técnica en el Allegro moderato

inicial. El acompañamiento y el diálogo por parte de la orquesta fue estupendo, al igual

que la correspondencia entre solista y director. El violinista se destacó por brindar un

sonido netamente romántico y puro en el 2° movimiento (Canzonetta: Andante), muy

preciso y con numerosas sutilezas, para pasar de manera attaca súbito (sin interrupción,

de golpe) al impetuoso Allegro vivacísimo final, donde Tchaikovsky inserta una drushba

como tema principal hasta la introducción del 2° tema (Poco meno mosso), que luego

crece en intensidad a medida que el solista acelera el tiempo (Poco a poco stringendo)

hasta la monumental coda final, donde hubo un más que perfecto diálogo entre solista y

orquesta. Si se tiene en cuenta que una escuchó la excepcional versión de este célebre

concierto ofrecida recientemente por Pilar Policano, puede decirse que, prácticamente,

Nehuel Aguirre no se quedó atrás y estuvo en un nivel similar. Su interpretación se

caracterizó por su virtuosismo y pureza de sonido. El público lo ovacionó al finalizar su

interpretación y Aguirre provechó para hacer un bis: parte de la sonata n°4 para violín

de Eugène Ysaÿe, que sonó sumamente precisa, brillante y romántica. Una nueva

ovación para este joven y talentosísimo intérprete.

Compuesta originalmente en 1874 como una suite para piano, Cuadros de una

Exposición de Mussorgsky se basa en una exhibición póstuma de 10 pinturas de su

amigo y artista plástico Viktor Hartmann (1834-1873) organizada por el crítico de arte y

asesor del Grupo de los Cinco Vladimir Stásov (1824-1906). Posteriormente, Maurice

Ravel realiza su célebre orquestación en 1922 por encargo de Sergei Kusevitski, quien

era director de los Concertes Symphoniques de París. Forma parte del repertorio

habitual de toda orquesta sinfónica y está integrada por los siguientes cuadros: Gnomos,

El viejo castillo, Tullerías, Bydio (cabeza de ganado), Ballet de los polluelos en sus

cáscaras, Samuel Goldenberg y Schmuyle, El mercado de Limoges, Catacumbas, La

cabaña de Baba Yaga (sobre patas de gallina) y La gran puerta de Kiev. A esto se le

suma el motivo conductor (Promenade), donde el visitante entra al salón donde se

exhiben los cuadros. Escrito en estilo diatónico, este pasaje describe la acción y crea la

tensión. Luego de la quinta repetición del motivo, da la impresión que el visitante se

ensambla con los cuadros y forma parte del universo pictórico. La suite posee dos tipos

de armonización: la diatónica, para los cuadros poéticos, y la cromática, mediante

escalas de tonos enteros, octatónicas y yuxtaposición de pasajes para los cuadros de


tono fantástico y misterioso. En cuanto a la orquestación, intenta mantenerse fiel a la

estructura original. La única licencia que toma es la de eliminar la quinta Promenade

que precede a El mercado de Limoges y en El viejo castillo, Ravel hizo que el fagot y el

saxofón compartieran una melodía apaciguada y melancólica con el acompañamiento de

las cuerdas. La versión ofrecida por Jorge Lhez al frente de la Juvenil fue sublime:

desde el impecable solo de trompeta y trombón bajo iniciales en la Promenade que abre

la obra hasta la colosal coda y capitulación final en La gran puerta de Kiev. Se lucieron

todos los solistas de los principales grupos de instrumentos, destacándose Uriel Romano

(tuba), Mariel Caño (saxofón) en El viejo castillo, Lázaro Martín (clarinete) y Esteban

Panchi (fagot). Una versión fantástica, donde la orquesta se lució en toda su plenitud

merced al impecable equilibrio sonoro y la marcación impuestos por el director, quien

previamente al inicio de la obra, invitó al público a apreciarla como “un paseo desde el

dolor” como elemento que aparece en todos los cuadros, caracterizado por los matices

dramáticos y las variaciones en acordes en tono menor de la Promenade. Una mirada

diferente y otra manera de apreciar esta colosal composición, que es un auténtico

“caballito de batalla” de toda orquesta sinfónica de prestigio. La muchachada se puso

las pilas y la tocó con la maestría habitual, la enjundia y el sonido brillante de fuste a la

que tiene acostumbrada a la audiencia. A su término, una ovación de vítores y aplausos

coronó la labor de todos. Otro logro más de la larga lista de éxitos de la Sinfónica

Juvenil Libertador Gral. San Martín y una auténtica explosión de talento.

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