sábado, 7 de diciembre de 2019


Cierre del Ciclo de Abono de la Filarmónica en el Colón

FINAL DE CICLO CON UN GRAN PIANISTA
Martha CORA ELISEHT

            El año llega a su fin y el Ciclo de Abono de la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires en el Teatro Colón, también. Y lo hizo de la mano de Enrique Arturo Diemecke –Director Titular de la agrupación- el pasado jueves 5 del corriente, con la participación del pianista francés David Fray –quien reemplazó en último momento a su compatriota Helène Grimaud- en un programa dedicado íntegramente a Maurice Ravel (1875-1937), que comprendió las siguientes obras: el Concierto en Sol mayor para piano y orquesta y Daphnis et Chloé (Sinfonía coreográfica en tres partes) sin acompañamiento de coro.
            La maravillosa y exquisita música de este gran compositor galo encontró en David Fray a un intérprete ideal para la ejecución de su célebre Concierto en Sol mayor. Compuesto en 1931 luego de su único viaje por Estados Unidos, es una obra que posee ribetes de jazz en su primero y tercer movimientos (Allegramente/ Adagio assai/ Presto), mientras que el segundo posee una de las frases más largas para piano (36 compases, cuando la mayoría tiene sólo 8). Por dicho motivo, es uno de los más difíciles de ejecutar, ya que el solista debe mantener el fraseo. Sin embargo, sucedió todo lo contrario con David Fray, quien no sólo demostró poseer una pulsación magistral y una digitación sumamente veloz, sino además, un fraseo espléndido y una técnica perfecta. Es uno de los pianistas más renombrados de la géneration dorée francesa, famoso internacionalmente por sus interpretaciones de Bach y Pierre Boulez  y se presenta regularmente en las salas de conciertos más prestigiosas del mundo. Por su parte, la Filarmónica acompañó perfectamente al solista, logrando un equilibrio sonoro perfecto. Una de las mejores versiones que una pudo apreciar de este famoso concierto y tras los numerosos aplausos, Fray ejecutó una de las variaciones de El Clave bien Atemperado de Johann Sebastian Bach con calidez, maestría, precisión y sutileza. Y se retiró ovacionado.
            A continuación, Diemecke tomó el micrófono no sólo para agradecer el acompañamiento del público y presentar la obra, sino también para despedirse hasta el año próximo. Para ello, utilizó la versión original de Daphnis et Chloé, definida por el mismo Ravel como una “Sinfonía coreográfica en tres partes”. Fue concebida como un ballet en París sobre el mito griego de Daphnis y Chloé para la célebre compañía de Les Ballets Russes de Sergei Diaghilev y Michel Fokine y se estrenó en 1912, dos años antes de El Pájaro de Fuego de Stravinsky y un año después de La Consagración de la Primavera del mismo compositor. En la primera parte, los pastores adoran a las ninfas mientras las pastoras seducen a Daphnis. En represalia, su amada Chloé seduce a Dorcon. Los dos varones compiten en un concurso de baile del cual, Daphnis sale triunfante. Mientras la pastora Lyceión seduce a Daphnis con un baile, Chloé es secuestrada y raptada por los piratas. Daphnis corre a rescatarla, pero llega demasiado tarde y las ninfas envían al dios Pan para hallarla mientras consuelan a Daphnis. En la segunda parte, los piratas demuestran sus destrezas como púgiles hasta agotarse. Su líder le ordena a Chloé que baile para él y ella aprovecha la oportunidad para escapar. Llega el dios Pan y logra rescatarla. En la tercera parte, se produce el reencuentro entre los protagonistas, que manifiestan mutuamente su amor al amanecer. (Inicio de la célebre Suite n° 2, que es la más representada en todas las salas de conciertos). A medida que crece la pasión entre ambos, los pastores, las ninfas y otros seres mitológicos se reúnen en una Bacanal electrizante, que pone final a la obra. Puede representarse o no con coro –donde sólo se vocalizan las letras A- O-E y Ravel cumple con el precepto wagneriano por el cual, la voz es un instrumento más-. En este caso, se lo hizo sin coro, lo que obligó a multiplicar el número total de instrumentos para lograr un mayor efecto sonoro y una mayor amplitud. Todos y cada uno de los solistas de la Filarmónica se lucieron en sus respectivas partes: por ende, sería muy injusto mencionar a unos y no a otros, ya que todos aportaron su granito de arena para lograr un sonido perfecto y equilibrado. Y a pesar de ser una obra con un cromatismo abundante, riquísima en matices, con una poderosa orquestación donde se lucen prácticamente todos los instrumentos, y muy especialmente, los de percusión –inclusive, el eolífono-, Diemecke ofreció una versión equilibrada en cuanto a su musicalidad y sonoridad, pero que careció del brillo habitual que la misma requiere. Sonó muy correcta y compacta, pero le faltó intensidad sonora. Podría decirse que careció de la vibración y el tono electrizante característicos de la misma y que quizás, se apoyó mucho en los solistas instrumentales.
            Al realizar un balance del actual Ciclo de Conciertos, la Filarmónica ha tenido actuaciones muy destacadas, con solistas y directores de gran prestigio, con obras del repertorio clásico y varios estrenos. En líneas generales, ha sido una muy buena temporada y quizás, faltaría variar algo más el repertorio. Si se lograra, se tendría un final de ciclo aún más brillante.   

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