lunes, 2 de diciembre de 2019


Impresionante producción de “LOS CUENTOS DE HOFFMANN” en el Colón


UNA FIESTA PARA TODOS LOS SENTIDOS
Martha CORA ELISEHT

            Con motivo de cumplirse 200 años del nacimiento de Jacques Offenbach (1819-1880), el Teatro Colón ha decidido rendirle homenaje para cerrar la Temporada Lírica 2019 con su ópera más conocida: LOS CUENTOS DE HOFFMANN, cuya representación tendrá lugar en el escenario de nuestro mayor coliseo entre los días 29 de Noviembre al 7 de Diciembre inclusive, con puesta en escena de Eugenio Zanetti, vestuario del mismo Zanetti y de Sebastián Sabas, coreografía de Irene Martens y video de Bruno Arantes, con iluminación a cargo de Eli Sirlin y Martín Fernández Paponi. La dirección de la Orquesta Estable estará bajo la batuta de Enrique Arturo Diemecke, mientras que Miguel Martínez tendrá a su cargo la dirección del Coro Estable.
            Esta cronista tuvo la oportunidad de asistir a la función extraordinaria realizada el pasado sábado 30 de Noviembre, con los siguientes intérpretes: Rafael Álvarez (Hoffmann), Adriana Mastrángelo (Nicklausse), Oriana Favaro (Olympia), Paula Almerares (Antonia), María Luisa Merino Ronda (Giulietta/ Voz de la Madre), María Eugenia Coronel Bugnon (Stella), Homero Pérez Miranda (Lindorff/ Coppelius/ Doctor Miracle/ Dapertutto), Sergio Spina (André/ Frantz, Cochenille/ Pittichinacchio), Gustavo Gibert (Spalanzani), Sebastián Angulegui (Crespel), Mario De Salvo (Schlemil), Sergio Wamba (Luther), Gabriel Centeno (Nathanael) y Leandro Sosa (Hermann).
            Como lo indica el título, Eugenio Zanetti montó una escenografía y una régie caracterizadas no sólo por la facilidad para realizar los cambios de escena, sino también por su buen gusto y originalidad. La idea fue montar una proyección cinematográfica sobre la vida del poeta E.T.A. Hoffmann –protagonista de la obra-, motivo por  el cual hubo numerosos figurantes montados a un equipo de filmación, mientras que otros hicieron de fotógrafos, captando al poeta y mostrándolo como una celebridad. Si a eso se le suma un excelente vestuario y una colosal proyección de video, más la formidable preparación vocal del coro, las voces de los protagonistas y de los personajes secundarios y el gran desempeño de Diemecke en el podio, se logró una combinación perfecta: una auténtica fiesta para todos los sentidos, donde predominaron el buen gusto y la excelencia –tanto visual como vocal-, respetando la concepción de la obra según la versión de Viena. Si bien existen numerosas versiones y recopilaciones de esta obra, se descubrieron muchos manuscritos y partituras inéditas entre 1992 y 1999, que permitieron dar forma definitiva al acto de Giulietta. Recién en 2010 se completó la edición para el libreto original de Offenbach de 1881. Debido a que el compositor muere un año antes de ver estrenada su obra, faltaba la orquestación para el 3° Acto. En la presente versión, aparece la figura de la Musa inspiradora que redime al poeta a cargo de Nicklausse en el Epílogo, mientras que en el 2° Acto se narra la historia de amor entre Hoffmann y Antonia –en representaciones anteriores, el 2° Acto narra la historia entre Hoffmann y Giulietta, mientras que en la actual, este último personaje protagoniza el 3° Acto-. Por ende, acorde al axioma matemático “el orden de los factores no altera el producto”, el concepto de ópera abierta se respetó magníficamente bien y fue realmente una sorpresa cambiar el orden de los actos sin que se pierda la concepción fundamental de la obra.
            Con excepción de Antonia, el uso del color rojo en el vestuario de los principales protagonistas y la gente del Coro captó la atención de esta cronista –detalle que se repitió en la iluminación de neón que rodeó al foso de la Orquesta-. Y en cuanto a la puesta en escena, el hecho de montar una orgía en los canales venecianos al ritmo de la celebérrima Barcarola –que marca la entrada de la cortesana Giulietta y Nicklausse-  estuvo totalmente de más. Al escuchar la melodía, se sabe de antemano que es una noche de amor y lujuria y, por ende, no hace falta mostrar absolutamente nada. Según opinión personal de quien escribe, es el único detalle negativo de la presente régie. La dirección de Enrique Diemecke al frente de la Estable fue soberbia, respetando los tempi y logrando una comunión perfecta entre cantantes, coro y orquesta. No cayó en excesos, sino todo lo contrario. Y se retiró ampliamente aplaudido al finalizar la función. Lo mismo sucedió con el Coro Estable, que estuvo muy bien preparado y acompañó perfectamente bien, como si fuera una sola voz y un protagonista más. El grupo de danza también acompañó a la perfección las escenas de baile del 1° Acto en casa de Spalanzani con motivo de la presentación de Olympia en sociedad.
            En cuanto a los roles principales, el tenor mexicano Rafael Álvarez –quien reemplazó en último momento a Darío Schmunck-  resultó ser un muy buen intérprete de Hoffmann, dando vida al protagonista durante toda la obra. Posee una muy bella voz, voluminosa y rica en matices e ideal para la interpretación de su personaje, además de una línea de canto espléndida. Se destacó en el aria del 1° Acto (Canción de Kleinzach) y en los dúos de amor junto a Paula Almerares y a María Luisa Merino Ronda. Y junto a Adriana Mastrángelo formó una dupla imbatible entre Hoffmann y Nicklausse. Esta gran mezzosoprano uruguaya es una de las mejores voces dentro de su cuerda en la actualidad y el personaje de Nicklausse le sentó de maravilla. Cuando decide ser la Musa inspiradora del poeta en el epílogo, su transformación fue sensacional. Y también se retiró ovacionada, al igual que Oriana Favaro, quien demostró su espléndida coloratura y sus sobreagudos en la harto difícil aria de la muñeca Olympia –de suma exigencia para cualquier soprano ligera que se precie como tal- , al igual que sus dotes actorales dando vida a la autómata con una perfecta coordinación de movimientos. Fue la más aplaudida de todos los roles femeninos. Y Paula Almerares volvió al ruedo con el personaje con el cual debutó en el Colón en 1993 junto a Alfredo Kraus, encarnando una maravillosa y frágil Antonia que se caracterizó por su estupenda coloratura y su soberbia actuación. La soprano chilena María Luisa Merino Rueda  resultó otra revelación desde el punto actoral y vocal. Dejó entrever sus bellas piernas para interpretar a la cortesana Giulietta –magníficamente enfundada en un vestido largo rojo y dorado, abierto hacia adelante- y lo hizo magníficamente bien. Y Homero Pérez Miranda supo ser un eximio rival del protagonista en el rol de Lindorf y un espléndido villano al encarnar al Doctor Coppelius, el Doctor Miracle y a Dapertutto en los Actos de Olympia, Antonia y Giulietta respectivamente. Lo mismo aconteció con Sergio Spina, quien dio vida a los personajes secundarios de André (escena de la taberna), Cochenille, Frantz y Pittichinacchio respectivamente. Es un tenor ideal para este tipo de roles y su voz ha crecido ostensiblemente, al igual que la de Sebastián Angulegui en el papel de Crespel (padre de Antonia). Cantó perfectamente su rol y también tuvo una destacada actuación, al igual que Mario De Salvo como Schlemil y Gustavo Gibert como Spalanzani. Otra de las sorpresas de la noche fue Sergio Wamba como el tabernero Luther, que sobresalió por la profundidad de su voz como bajo y su hermoso tono vocal. Por su parte, tanto Gabriel Centeno (Nathanael) como Leandro Sosa (Hermann) arrancaron su parte un poco flojos al principio, pero fueron creciendo vocalmente y afianzándose en sus respectivos personajes a medida que transcurría la función. 
            Sin lugar a dudas, esta versión de LOS CUENTOS DE HOFFMANN será recordada por mucho tiempo como uno de las mejores producciones de la presente Temporada Lírica, que se caracterizó por tener numerosos altibajos. Una producción digna del Teatro Colón en todos los aspectos, para deleite de los amantes de la ópera y dar un cierre perfecto al final de la temporada, con todo el talento latinoamericano.

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