sábado, 16 de mayo de 2020


Excelente reposición por streaming de “LA TEMPESTAD” de Thomas Adés

CON LA MAGIA Y EL MISTERIO DEL CLÁSICO DE SHAKESPEARE
Martha CORA ELISEHT

            Durante el transcurso de la presente semana, el Metropolitan Opera House de New York ha brindado excelentes transmisiones por streaming. El pasado miércoles 13 del corriente le tocó el turno a “THE TEMPEST” (LA TEMPESTAD) del compositor británico Thomas Adés (1941) con libreto de Meredith Oakes basado en la obra homónima de William Shakespeare y producción a cargo de Robert Lepage –quien tuvo a su cargo la régie de esta ópera en los principales escenarios del mundo- , con vestuario de Kim Barrett e iluminación de Michael Beaulieu. La presente reposición data de 2012 y contó con la presencia del mismo compositor en el podio.
            El elenco estuvo integrado por los siguientes cantantes: Simon Kennylside (Próspero), Audrey Luna (Ariel), Isabel Leonard (Miranda), Alan Oke (Caliban), Alex Shrader (Ferdinand), John Del Carlo (Gonzalo), William Burden (Alonso, Rey de Nápoles), Toby Spence (Antonio, príncipe de Milán), Christopher Feigum (Sebastián), Kevin Burdette (Stefano)  y Iestyn Davies (Trínculo). El Coro Estable estuvo bajo la dirección de Donald Palumbo, mientras que Crystal Pite se hizo cargo de la coreografía  y Deborah  Voigt actuó como presentadora.
            Debido al éxito alcanzado con su primera ópera (“POWDER HER FACE”), el Royal Opera House Covent Garden de Londres le encomendó a  Adés la composición de una nueva ópera sobre la masacre de Jonestown, ocurrida en 1978. Si bien el libretista narró una versión poética sobre dicho suceso, Adés no pudo componer la música. Por lo tanto, optó por llevar a la ópera en colaboración con  Meredith Oakes a este clásico de Shakespeare. Durante una tormenta, el barco que lleva a  Alonso de Nápoles, su hijo Ferdinand y a Antonio –que ha usurpado el puesto de su hermano Próspero como Duque de Milán- naufraga junto con su séquito. Miranda –hija de Próspero- mira horrorizada la escena, pero su padre la tranquiliza y le cuenta cómo su hermano usurpó su puesto. Mientras la joven duerme, Próspero le ordena al duende Ariel que salve a los náufragos. Cuando el mismo le solicita su libertad, Próspero le dice que deberá esperar doce años. Ambos se esconden cuando aparece el príncipe Ferdinand, quien encuentra dormida a Miranda y se enamora pérdidamente de ella (“I never saw somebody like you before”). Cuando ella se despierta, se establece una poderosa atracción entre ambos. Sin embargo, Próspero lo aparta y lo inmoviliza, decidido a ejercer su venganza. Mientras tanto, los náufragos no pueden explicarse cómo han sobrevivido a la tempestad. Próspero le ordena a Ariel que los confunda y los embruje (“Taunt them, haunt them, Goad and lease/ Prick them, trick them/ Give them no peace!”). Aparece Caliban –una criatura agreste y salvaje- diciéndoles que no se preocupen, porque la isla está llena de espíritus y ruido (“This island is full of noises”). Cuando se prepara para guiarlos y les explica su presencia allí, es silenciado antes de mencionar el nombre de Próspero. El Rey Alonso y Gonzalo buscan desesperadamente a Ferdinand, pero Próspero ejerce su magia haciéndolos caminar en círculos (“Search where is no path/ Go in circles! Drink the salt marsh!”). Mientras tanto, Stefano y Tríncolo quieren establecer a Caliban como jefe de la isla y le ofrecen alcohol. En otra escena, Ferdinand está atado en el bosque y cree que va a morir, pero aparece Miranda y lo libera. Ambos jóvenes se declaran su amor y parten juntos. Próspero comprende que ha perdido a su hija en pro de su venganza.
            En el tercer Acto de la obra, Caliban, Stefano y Tróincolo están completamente borrachos recorriendo la isla y cuando el salvaje cree que ha llegado el momento de decretar como rey de la isla a Stefano para poder recuperar su libertad, aparece nuevamente el hechizo de Ariel, quien no sólo los confunde, sino que también evita el plan de Antonio y Sebastián de matar al Rey haciendo que toda la corte se despierte y les ofrece un banquete, lo que provoca todavía más confusión dentro del grupo. Mientras tanto, Miranda y Ferdinand han contraído matrimonio y reciben la bendición de Próspero, quien le dice al príncipe que su padre está vivo. Ariel los protege y Próspero le ordena desaparecer. Aparece el trío de borrachos y cuando Caliban pretende a Miranda, Próspero los hace desaparecer y le promete a Ariel que recuperará su libertad cuando termine su plan. Cuando aparece el Rey, Próspero se manifiesta y les muestra a Ferdinand y Miranda. El Rey Alonso imparte su bendición a la pareja y Próspero hace las paces con el Rey, perdona a su hermano Antonio y libera a Ariel. En la última escena aparece Caliban, que no puede comprender los cambios que han ocurrido en la isla (“Who was there? Have they dissapeared?”). La obra culmina con la voz de Ariel desvaneciéndose a medida que cae el telón.
            El estreno tuvo lugar en el Covent Garden de Londres en 2004, con el compositor al podio y Simon Kennylside en el rol de Próspero. En 2005 se representó en Estrasburgo y Copenhague, mientras que su estreno en Estados Unidos se produjo en la Ópera de Santa Fe en 2006, con Alain Gilbert a cargo de la dirección orquestal.
            Al Prólogo de la obra, aparece una araña de luces sobre fondo oscuro con un acróbata –símbolo del duende Ariel, que conduce a los náufragos a la isla-, que representa  un faro en medio de la tormenta. El efecto de la tempestad se crea mediante telas azules simulando olas, entre las cuales se hallan los náufragos. Los efectos de iluminación hacen el resto. En el resto de las escenas, se representa al palacio de Próspero como un teatro de ópera alla italiana, mientras que las escenas del bosque y de la isla poseen una escenografía sencilla. El vestuario de época realizado por Kim Barrett es simple pero muy efectivo, al igual que la coreografía de Crystal Pite para la escena del banquete y las posturas acrobáticas de Ariel. La exigencia vocal y actoral de este personaje es sumamente dificultosa, porque la soprano de coloratura debe cantar en falsete y además, dar notas agudas e hiperagudas. Además, debe tener la agilidad suficiente para trepar por las paredes y desaparecer al cambio de escena. Este personaje encontró en Audrey Luna a su intérprete ideal. Asombró con sus matices vocales, sus dotes actorales y sus acrobacias sobre el escenario, motivos por los cuales fue ovacionada al final de la ópera. Por su parte, Simon Kennylside dio vida a un excelente Próspero, caracterizado por su caudalosa voz, sus dotes actorales y sus matices tonales. Isabel Leonard interpretó una muy buena Miranda y se lució junto al tenor Alex Shader como Ferdinand en los diálogos y las escenas de amor. Este último posee una bella voz, potente, con muy buenos matices y coloratura, al igual que Toby Spence –quien interpretó el rol de  Ferdinand en el estreno mundial de la obra y que esta vez se puso en la piel del ambicioso Antonio-, de destacada actuación. Por su parte, el tenor William Burden interpretó un dolido Alonso, secundado por el bajo- barítono John Del Carlo como un soberbio Gonzalo. Los bajos Christopher Feigum y Kevin Burdette también interpretaron muy bien a sus respectivos personajes –Sebastián y Stefano-, mientras que fue una muy agradable sorpresa la participación del contratenor Iestyn Davies como Trínculo, tanto desde el punto de vista vocal como actoral. Y el tenor ligero Alan Oke supo ponerse en la piel de una criatura agreste como Caliban, dando vida a un personaje contradictorio y simpático a la vez merced a sus grandes dotes histriónicas y a su potente voz.
            En lo personal, era la primera vez que esta cronista escuchaba esta ópera, cuya música presenta ritmo, atonalidad, reminiscencias de estilo minimalista y de ciertas composiciones de otros autores del siglo XX –tales como Carl Nielsen e Igor Stravinsky-, pero con un sello propio y una poderosa orquestación. El binomio Thomas Adés/ Meredith Oakes ha hecho un muy buen trabajo de llevar esta comedia del genio de Stratford- on-Avon al mundo de la ópera y representarla con toda la magia y el encanto que se merece.

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