miércoles, 6 de mayo de 2020


Reposición en streaming de “CARMEN” en la Opéra Bastille de París

UN CLÁSICO SUMAMENTE ACTUAL
Martha CORA ELISEHT

            A falta de espectáculos en vivo, buenas son las transmisiones de los grandes teatros líricos del mundo por streaming para paliar la sed de los melómanos y de paso, poder disfrutar una vez más de maravillosas producciones artísticas. Esta vez le tocó el turno a “CARMEN” de Georges Bizet (1838 -1875) en una producción de L’Opéra Bastille de París celebrada el 16 de Julio de 2017, con el siguiente reparto: Elina Garanca (Carmen), Roberto Alagna (Don José), Ildar Abdrazakov (Escamillo), María Agresta (Micaela), François Lis (Zúñiga), Jean Luc Ballestra  (Morales), Vannina Santoni (Frasquita), Antoinette Denefeld (Mercedes), François Rougier (El Remendado), Boris Grappe (El Dancairo) y Alain Azérot (Lilas Pastia). Participaron el Coro Estable y el coro de Niños de la institución, dirigidos por José Luis Basso, mientras que Mark Elder estuvo a cargo de la dirección orquestal. La dirección escénica estuvo a cargo de Calixto Bielto, con escenografía de Alfons Flores, vestuario de Mercé Paloma e iluminación de Alberto Rodríguez Vega.
            La celebérrima historia de amor, celos y muerte compuesta por Bizet sobre la novela homónima de Próspero Merimée es el superclásico de la opéra comique francesa – donde por definición, se alternan las arias y la música con diálogo entre los protagonistas- y además, hoy más que nunca es una obra de candente actualidad por poner sobre el tapete dos temas clave: la posesión de la mujer como objeto sexual por los celos de Don José, cuya degradación moral –de soldado e hijo ejemplar a fugitivo y bandolero con tal de ganar el amor de Carmen- lo lleva finalmente al asesinato de la protagonista. Hoy en día, Don José iría preso por feminicidio y seguramente sería sometido a una pericia psiquiátrica por celos patológicos (“Mía o de nadie”), mientras que Carmen representa a la mujer sujeto: dueña y señora de sí misma, es ella quién decide cuándo y a quién amar, sin importar su destino. Lamentablemente –al igual que muchas mujeres víctimas de violencia de género hoy en día- encuentra la muerte a manos de su ex pareja. De ahí la poderosa actualidad que encierra esta joya; sobre todo, si se tiene en cuenta que Bizet la compuso en 1875, unos meses antes de su muerte. Asimismo, marca el fin de la opéra- comique para dar paso al verismo.
            En la presente versión, la magistral batuta de Mark Elder pone de manifiesto el ambiente característico de Sevilla con su Plaza de Toros, el Cuartel del Regimiento de Dragones, la taberna de Lilas Pastia y las montañas donde los bandidos asaltan a los viajeros. Tanto el Coro Estable como el coro de Niños de la institución tuvieron una destacadísima actuación, ya que actúa como un protagonista más. Sin embargo, hay cosas para objetar. En primer lugar,  hubo un corte del Coro de Niños luego del cambio de guardia por parte de los soldados. Se pasó directamente a la escena de la salida de las cigarreras (“Nous avons fumée dans les yeux”) y se intercalaron los diálogos característicos de la opéra- comique en el reencuentro entre Don José y Micaela y posteriormente, cuando Carmen es llevada a prisión tras el altercado con Manuelita. Lo mismo sucede en la escena en las montañas del 3° Acto.
            Calixto Bielto es un régisseur que se caracteriza por la simplicidad de sus puestas en escena. En este caso, un círculo –donde se desarrolla prácticamente toda la obra- con un mástil central en el 1° Acto, donde flamea la bandera del regimiento. Sin embargo, el hecho de presentar un soldado con el torso desnudo dando vueltas alrededor del mismo hasta caer exhausto –lo que se conoce vulgarmente como “bailar” a un conscripto- no sólo es chocante, sino además, violento. Lo mismo sucede con la entrada de Carmen, a quien los soldados rodean suplicando por su amor. Se dirige a una cabina de teléfono público, donde se trata de comunicar antes de la Habanera. Y en la escena final, un bastidor negro semicircular representa el escenario de la Plaza de Toros, mientras que dentro del círculo central tendrá lugar el fatídico encuentro entre Carmen y Don José y su trágico final.
La simplicidad del vestuario tampoco ayuda: Micaela aparece con un pantalón y una blusa, cuando en la obra original debe llevar una falda azul –característica de Navarra, de donde son oriundos ella y Don José- . Lo mismo sucede con las cigarreras, quienes aparecen usando una bata gris sobre vestidos o enaguas, mientras que los soldados lucían camisas verdes de manga corta con charreteras y pantalones. Y en la escena final, Carmen aparece con un vestido corto rosado, con lentes de sol y cartera haciendo juego. Nada que ver con la vestimenta característica de una sevillana, con sus habituales peinetón y mantilla. Si bien son sencillos, los atuendos de los principales protagonistas masculinos fueron bastante adecuados (Escamillo, con traje negro y además de su uniforme de soldado, Don José con una musculosa y campera de cuero).
Nadie pone en duda la extraordinaria voz de Elina Garanca para dar vida a la gitana. Es una de las mejores mezzosopranos de la actualidad y posee una voz ideal para este rol. Sin embargo, se nota mucho que no es latina y por ende, faltó gracia y salero en la actuación. Si bien seduce a sus pretendientes en la Habanera (“L’amour est un oiseau rebélle”), no sobresalió desde el punto de vista actoral. Por otra parte, lució su cabello rubio en vez de una peluca morena –que hubiera quedado mucho mejor y la hubiera favorecido, tal como cuando lo hizo junto a Roberto Alagna en la versión del Metropolitan de 2012- , lo que exacerbó más aún sus rasgos nórdicos. Sí se destacó en la escena final- de tinte netamente dramático-, donde hubo un muy buen efecto en la puñalada fatal, simulando la salida de sangre del pecho. En cambio, Roberto Alagna lució muy seguro como Don José, tanto desde el punto de vista vocal como actoral. Es un papel donde no sólo se siente cómodo, sino que está hecho a su medida y representa uno de sus grandes “caballitos de batalla”. Sus expresiones de amor, celos y rechazo fueron dignas de uno de los mejores intérpretes de este rol en la actualidad. Ildar Abdrakazov dio lugar a un magnífico Escamillo –rol que viene cantando desde los inicios de su carrera- desde todo punto de vista, con  una actuación sobresaliente. También estuvieron muy bien los intérpretes del famoso quinteto del 2° Acto (“Nous avons en tête un affaire”), al igual que Vannina Santoni como Frasquita y Antoinette Dennefeld como Mercedes en el aria de las cartas del 3° Acto. Lo mismo puede decirse de François Lis como Zúñiga.  En cambio, el bajo Jean Luc Ballestra lució un poco sobreactuado en el dúo entre Morales y Micaela del 1° Acto, tratando de seducir a la joven mientras espera la llegada de Don José. María Agresta es un buena soprano lírica que interpretó correctamente su rol, pero dista mucho de ser una Alexandra Kurzac o una Paula Almerares –a quienes una pudo apreciar en este personaje-. Su mejor intervención fue en la cavatina del 3° Acto (“Je dis que rien m’épouvant”) y en el dúo con Don José (“Parlez- moi de ma mère”) en el 1° Acto.
Si bien fue una muy buena versión desde el punto de vista vocal, esta performance del clásico de Bizet se vio empañada por una puesta en escena demasiado sencilla y un vestuario pobre. Quizás hubiera sido mejor representarla con un vestuario más acorde a la época y con una escenografía más tradicional para poder apreciarla en todo su esplendor. De todas maneras, cumplió con su objetivo y mostró que tanto la violencia de género como el feminicidio no son temas nuevos. La ópera también está al servicio del público para ilustrar y concientizar sobre este tipo de situaciones con una obra maestra.

1 comentario:

  1. Marta, como todos tus comentarios, impecaable. Tengo una duda, en virtud del argumento y su connotación ...digo respecto al papel de la mujer ( y el hombre por supuesto) no iban a cambiar el final? ( lo cual no me parecería para nada correcto, dado que hay que tener en cuenta la intromisión de la versión de origen.)

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