sábado, 14 de agosto de 2021

 

Muy buena actuación del cellista José Araujo junto a la Filarmónica en el Colón

 

ESO SE LLAMA CALIDAD

Martha CORA ELISEHT

 

            El 2021 es un  año de múltiples acontecimientos: entre otros, se conmemoran el cincuentenario del fallecimiento de Igor Stravinsky y los 75 años de la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires, que ha decidido plegarse a los homenajes rendidos a este gran compositor en todo el mundo. Para ello, en el día de la fecha tuvo lugar el 2° concierto del Ciclo de Abono de la mencionada agrupación –y el cuarto del corriente año- bajo la dirección de Enrique Arturo Diemecke y con la participación del cellista José Araujo, en un programa compuesto por las siguientes obras:

-          Le tombeau de Coupérin- Maurice RAVEL (1875-1937)

-          Concierto n° 2 en Re mayor para cello y orquesta, Op. 101- Joseph HAYDN

(1732-1809)

-          Suite “Pulcinella”- Igor STRAVINSKY (1882-1971)

Tras los habituales anuncios de explicación de las obras por parte de Diemecke, el concierto inició con la mencionada obra de Ravel. Concebida originalmente como una suite de 6 piezas para piano entre 1914 y 1917, el compositor rindió homenaje a François Coupérin y a la música barroca francesa de su tiempo. Posteriormente, realizó una orquestación tomando 4 de las 6 piezas originales que fue estrenada recién en 1919, debido a la participación de Ravel como oficial del ejército francés durante la Primera Guerra Mundial. Cada uno de los 4 números que integran la suite está dedicado a uno de sus amigos; el Preludio (Vif, vivo), al teniente Jacques Chalrot, quien transcribió para piano su obra Ma Mère, l’Oye (Mi Madre, la Oca); la Forlanne (Allegretto), al teniente y pintor vasco Gabriel Deluc –ambos, en Mi menor-, mientras que el tercero (Menuet, Allegro moderato) está escrito en Sol mayor y dedicado a Jean Dreyfus, y el último (Rigaudon,. Assez vif, bastante vivo), a Pierre y Pascal Gaudin, en Do mayor. La Filarmónica ofreció una muy buena versión, caracterizada por la calidad de los solistas y un perfecto equilibrio sonoro. El oboísta Néstor Garrote y el flautista Claudio Barile se lucieron en el contrapunto de estos instrumentos en el segundo movimiento, mientras que el solo de oboe que abre la obra sonó magistralmente, al igual que los instrumentos de cuerdas.

El Concierto n° 2 para cello y orquesta en Re mayor, Op. 101 es una de las obras más bellas para dicho instrumento, pero también posee pasajes sumamente difíciles de abordar. No obstante, es uno de los más ejecutados por los cellistas y su composición data de 1783, cuando Haydn era Kapellmeister en la corte del príncipe Nikoláus Esterházy. Consta de 3 movimientos (Allegro moderato/ Adagio/ Rondó- Allegro) de los cuales, los dos primeros están escritos en forma de sonata y representan al estilo barroco, ya que los pasajes correspondientes al instrumento solista contienen numerosas modulaciones que alternan con los principales motivos. Esto se aprecia más en la capitulación del 1° movimiento (Allegro moderato), donde luego de la variación ofrecida por el solista se cierra con el tema principal. En cambio, posee una melodía nostálgica en el Adagio central, que es interrumpida por algunos pasajes del cello caracterizados por su dificultad técnica, para desembocar en el majestuoso Rondó final –ya correspondiente al clasicismo-. No sólo José Araujo sorprendió al público tocando su parte de memoria, sino que también hizo gala de su magistral fraseo, sorteando las dificultades técnicas con calidad interpretativa. La orquesta supo acompañar al solista en una digna versión de este concierto, tras lo cual se retiró muy aplaudido.

La Suite Pulcinella deriva del ballet homónimo compuesto por Stravinsky en 1920 sobre el personaje originario de la comedia dell’arte de principios del siglo XVIII. En un principio se creyó que había sido compuesto por Giovanni Bautista Pergolesi (1710-1736), pero más adelante se supo que la música pudo haber sido escrita por Domenico Gallo, Carlo Ignazio Monza y Alessandro Parisotti. Sin embargo, fue el director de orquesta Ernst Ansermet quien le sugirió a Stravinsky la composición de la obra en 1919. Si bien Stravinsky no estaba muy convencido al principio, luego cambió de opinión y realizó una orquestación magnífica sobre un tema barroco intercalando ritmos, cadencias y armonías modernas. Está considerada como la primera obra del período neoclásico del compositor, quien toma 8 números de los 21 originales del ballet para componer la mencionada Suite en 1947. Según palabras textuales del propio Stravinsky:

…”Pulcinella fue mi descubrimiento del pasado, la epifanía sobre la cual la totalidad de mi obra tardía se hizo posible”.  Se inicia con una Obertura (Sinfonía) de corte netamente barroco, donde todos y cada uno de los instrumentos poseen variaciones sobre el tema principal, ejerciendo numerosos contrapuntos entre los diferentes grupos. Prosigue con una Serenata donde la flauta y el oboe ejercen un diálogo brillante, mientras que el contrapunto está dado por el contrabajo solista en pizzicato –equivalente a la percusión- y el segundo contrabajo, en continuo junto a los cellos. Seguidamente, el 3° movimiento se divide en tres: Scherzino- Allegretto- Andantino, de carácter jovial y alegre. Le sigue una Tarantella vibrante y una Toccata, para luego desembocar en una Gavota (con due variazioni) a cargo del trombón y el contrabajo –extraordinaria labor de Matías Bisulca y Javier Dragún, respectivamente-.En los dos últimos movimientos (Vivo/ Menuetto- Allegro finale), los instrumentos de viento juegan un rol fundamental –muy buenas actuaciones de Fernando Chiappero (corno), Gabriel La Rocca (fagot) y Fernando Ciancio (trompeta)- para plegarse a las cuerdas, las maderas y el resto de la orquesta hacia el final, que sonó muy bien ajustada y afiatada. Prueba de ello fueron los numerosos aplausos por parte del público.

            Sin lugar a dudas, la Filarmónica está ofreciendo una muy buena temporada en el año de su 75° aniversario, con un repertorio muy bien seleccionado -acorde al contexto de pandemia-, con participación de solistas locales de gran jerarquía y fama internacional. Parafraseando la canción de José Ángel Trelles, eso se llama calidad.

           

           

 

 

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