sábado, 20 de agosto de 2022

 

La Sinfónica al día…

                                                                                        Por Jaime Torres Gómez

 

La actividad de la Sinfónica Nacional tras la reapertura presencial de los espectáculos en pandemia ha sido continua, asimismo antes, a través del exitoso ciclo “In Crescendo”, donde una buena variedad de ensembles de la misma orquesta tuvieron una exitosa y permanente presencia virtual.

 

Ha sido posible presenciar casi todo lo de la Sinfónica desde la rearticulación de actividades con público, pudiéndolas cubrir críticamente. Así, y como una forma de “ponerse al día”, estaba pendiente actualizar lo presenciado desde junio, ofreciéndose una visión sumaria con las apreciaciones correspondientes.

 

A priori, es menester contextualizar el perfil programático y la dinámica promocional de lo realizado, entendiendo mejor el estado del arte de la Sinfónica.

 

En primer lugar, desde enero se aperturó a una mayor cantidad de público el Teatro de la Universidad de Chile, sede de la orquesta, aunque aún con una insuficiente cantidad de presentaciones por programa (una sola función), al no disponer de la tradicional presentación de los días viernes. Por otro lado, ha sido altamente beneficiosa la alianza con el Teatro Municipal de Las Condes, ampliándose la cobertura de público, aunque igualmente insuficiente la no repetición de cada programa en dicho espacio…

 

Respecto al perfil programático -entendiendo la gradualidad por recuperar público-, éste ha discurrido hacia repertorios de masivos gustos, prescindiéndose, salvo contadas excepciones, de mucho a lo históricamente hecho, y razón de ser de la Sinfónica: la amplia difusión de la música, incluyendo la vanguardista y chilena en particular. Esto último, no obstante los inmisericordes condicionamientos pandémicos, no constituye atenuante de casi haberla excluido… como sí, comprometidamente, la música nacional estuvo presente el año pasado en la Filarmónica, y ahora con la Orquesta de Cámara de Chile más otras agrupaciones. No es justificable que la decana orquestal haya descendido a este umbral…     

 

En otro ámbito, conforme las condiciones sanitarias coyunturales, es entendible el corto alcance programático, por cuanto no se ha anunciado una temporada anual, conociéndose, en promedio, bimensualmente la programación. Además, el grado de internacionalización ha sido precario, por cuanto no se ha contado con directores invitados internacionales (salvo un caso), aunque sí con varios residentes en Chile. Lo mismo en solistas y coros, con pocas obras ad hoc.  

 

El contexto anterior, por cierto, inquieta. Si bien debe asumirse que aún se está en una etapa de transición hacia una plena normalización de actividades como antaño, empero, es necesario tener presente que de alguna manera la gradual recuperación del público ha sido real y en curva ascendente, debiendo traducirse en un pronto retorno al perfil programático tradicional, en términos de contemplar una variedad de obras poco ofrecidas (entre ellas, las sinfonías de Bruckner (la Sinfónica aún con una deuda histórica bruckneriana…), varias obras de R. Strauss, algo de Barroco, clásicos menos frecuentados y música contemporánea, en especial la chilena), amén de una mayor presencia de directores invitados y mayor cantidad de solistas. Y fundamental propender a la repetición de los programas, amén de retomar la extensión hacia sectores más vulnerables

 

En relación a las últimas presentaciones, tanto en el Teatro de la Universidad de Chile como en el Municipal de Las Condes, felizmente todas ostentaron muy buenos resultados, asimismo, no obstante el contexto anteriormente descrito, con una interesante parrilla programática, dando cuenta del estupendo nivel de la decana, sin duda aliciente para incentivar la recuperación de marras.

 

La primera de estas presentaciones pendientes de junio y julio, se dio con el retorno de la destacada directora chilena Alejandra Urrutia, luego de varios años de ausencia, pudiendo nuevamente apreciar su desarrollo artístico. Realizado en el Teatro de la Universidad de Chile, consultó un atractivo programa con el Miserere en do menor del compositor barroco checo Jan Dismas Zelenka y la Sinfonía en re menor de Cesar Franck, sumándose a la celebración de los 200 años del nacimiento de este compositor, fundamental del romanticismo musical.

 

Con la participación de la Camerata Vocal de la Universidad de Chile, el resultado tuvo calibrado esmero estilístico y de carácter, aunque, en momentos, no uniformes en balances y ensamble coreutas-músicos. Luego, con laudable empoderamiento, una importante versión de la sinfonía franckeana. Esta catedrálica obra, asidua en la Sinfónica, tuvo una lectura de emocionante humildad y servicialidad de parte de la directora invitada, acertando en una buena adopción de tempi (notable el enfoque del segundo movimiento), más excelentes balances, matices y progresiones expresivas globales. Un triunfo contundente                      

  

Los tres programas siguientes fueron retomados por la batuta titular de la Sinfónica, el talentoso maestro Rodolfo Saglimbeni, quien ha dirigido la mayor parte de las presentaciones en pandemia. El primero de ellos, nuevamente en la sala universitaria, constituyó uno de los hitos más relevantes del año, con memorables versiones del notable Concierto para Oboe de R. Strauss y la atrapante Sinfonía N° 2 de J. Sibelius. Solvente participación del oboísta argentino Néstor Garrote (solista de la Filarmónica de Buenos Aires) más un deslumbrante acompañamiento de Saglimbeni, logrando inusual precisión de ensamble y en total colaboración al excelente solista visitante. Y la lectura de la Segunda de Sibelius, a umbrales antológicos… Siendo una obra de fragmentaria estructura (en especial el segundo y último movimientos), el maestro Saglimbeni brindó completa organicidad, profundidad y emotividad interpretativa, logrando de los sinfónicos un resultado de altísima jerarquía.

 

Los dos últimos programas de Saglimbeni, realizados en el Municipal de Las Condes y con alta concurrencia de público, replicaron los triunfos en Strauss y Sibelius señalados. Así, el segundo programa consideró el debut en pandemia del Coro Sinfónico de la Universidad de Chile junto a la Sinfónica Nacional (antes había tenido actuaciones por separado), protagonizando “La Canción del Destino”, de J. Brahms. Con un autorizadísimo requerimiento de la batuta titular, el rendimiento de los coreutas y músicos estuvo al más alto nivel imaginable, recibiendo merecidas ovaciones de la numerosa audiencia. Y con un celebrado criterio musical, culminó con la Segunda Sinfonía de R. Schumann, obra de compleja estructura y muy inspirada en composiciones de Bach. Saglimbeni, con maestría, desentrañó elementos muchas veces inadvertidos en lecturas más bien rutinarias o de otros énfasis, logrando un efecto de total re-descubrimiento de una pieza fundamental en la producción schumanniana. Otro triunfo para el magnífico maestro titular y los sinfónicos.

 

El último programa en Las Condes nuevamente reeditó los triunfos anteriores en ese espacio. Con la presencia de la excelente pianista letona Arta Arnicane, debutante en Chile, se ofreció una formidable versión del Concierto  N° 2 para Piano de L.V. Beethoven, donde la pianista visitante demostró consumada musicalidad y desbordante técnica (exquisito toucher e idiomático enfoque global), más un sensible acompañamiento del titular sinfónico.

 

Culminó con un atractivo binomio de obras de R. Strauss como la Serenata para 13 Instrumentos de Vientos y el Poema Sinfónico “Don Juan”, ambas piezas de juventud y de fuertes requerimientos virtuosísticos. Fabulosos enfoques y respuestas en sendas obras, dando cuenta del sostenido trabajo de modelación sonora de Rodolfo Saglimbeni como titular de la decana orquestal del país.

 

En suma, conforme las últimas presentaciones, la salud de la Sinfónica Nacional, al encontrarse en un inmejorable nivel artístico, necesita dar pasos hacia nuevos desafíos programáticos y logísticos, en aras de retomar el perfil de producción histórico…      

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