jueves, 25 de mayo de 2023

 

Excepcional concierto de la Sinfónica Nacional y el Polifónico en el CCK

 

LA INMENSIDAD DEL OCÉANO EN PERFECTA ARMONÍA

Martha CORA ELISEHT

 

            No es la primera vez que la Orquesta Sinfónica Nacional y el Coro Polifónico Nacional organizan conciertos en forma conjunta, pero sí se hizo en más de una ocasión en calidad de primera representación de una obra extranjera en el país. En este caso, se trató de la Sinfonía n°1 (A Sea Symphony, Una Sinfonía del Mar) de Ralph Vaughan Williams (1872-1958), que tuvo lugar el pasado miércoles 24 del corriente en la Sala Sinfónica del Centro Cultural Kirchner (CCK) con participación de ambas agrupaciones pertenecientes a la Dirección Nacional de Organismos Estables y los siguientes solistas: Carla Filipcic Holm (soprano) y Leonardo Estévez (barítono). La dirección musical estuvo a cargo de Emmanuel Siffert y la coral, de Antonio Domeneghini.

            Es la primera vez que esta extensa obra -su duración aproximada es de 70 minutos- se escucha en el país. Según diferentes fuentes consultadas, no existen registros respecto de su representación en anteriores ocasiones. Por lo tanto, se prefiere hablar de primera audición en vez de estreno local. Fue compuesta entre 1903 y 1909 y la idea del compositor era, precisamente, independizar a la música inglesa de la influencia austro- germana y brindarle una identidad propia. Para ello, se basó en varias fuentes de canciones (odas corales de Parry, Songs of the Sea de Stanford, quienes fueron sus profesores en el Royal College of Music y Sea Pictures de Elgar) hasta que los poemas de Walt Whitman (1819-1892) llegaron de la mano de su compatriota y amigo Bertrand Rusell (1872-1970). Para componer la parte coral, Vaughan Williams empleó Leaves of Grass (Hojas de Pasto) para los primeros tres movimientos y Passage to India (Pasaje a la India) para el movimiento final. Su estreno tuvo lugar con el compositor al podio durante el Festival de Leeds en 1910, junto con la Fantasía sobre un tema de Thomas Tallis y marcó un punto de quiebre, transformándose en un suceso.

            La misma consta de 4 movimientos:

-          Song of all Seas, all Ships (Canción de todos los mares y todos los barcos) (Moderato maestoso- Allegro)

-          On the Beach at night, alone (En la playa, solo por la noche) (Nocturno)

-          The Waves (Las olas) (Scherzo)

-          The Explorers (Grave- Molto Adagio)

Otra de las características que presenta esta sinfonía es que sus 4 movimientos no están escritos dentro de una tonalidad determinada, sino que se basa en dos motivos principales: el primero, en un armónico de dos acordes (uno mayor, y el otro, menor), previamente a desembocar en la fanfarria de bronces en Si bemol menor, que luego, lo toma el coro (Behold the sea) antes del tutti orquestal en Re mayor. El segundo consiste en una yuxtaposición de dobletes y tripletes al comienzo de la sinfonía (And, on its limitness heaving breast), intercalado con una cadencia de 8 notas, que se repite durante todo el primer movimiento, que posee reminiscencias de La Mer de Debussy, pero con un estilo personal. (Al momento de la composición de esta sinfonía, Vaughan Williams había estudiado composición con Maurice Ravel en París y el compositor francés se refería a su par británico como “el único de mis discípulos que no escribe mi música”). Su parte principal comienza con el recitativo a cargo del barítono, repicado por el coro hasta la intervención de la soprano en “Chanto f the sailors” (Canto de los marineros), de carácter más lírico y cuya intensidad aumenta hasta la repetición de la fanfarria a cargo de los bronces, donde la soprano entona un pasaje dramático (“Flaunt out, O Seas”- Hagan alarde, Oh, Mares). Posteriormente, el reprise de la apertura vuelve a escucharse mientras el coro entona junto a los solistas “Tokens of all brave captains” (Fichas de todos los bravos capitanes) para culminar con el bellísimo “One flag above the rest” (Una bandera por sobre todas las demás). Aquí se puso de manifiesto la maestría de Siffert a cargo de la Sinfónica, merced a una marcación muy precisa -tanto a la orquesta como al coro- y a una musicalidad exquisita. El Polifónico Nacional mostró la siguiente formación: tenores y mezzosopranos más contraltos al centro; sopranos, hacia la izquierda y bajos barítonos, hacia la derecha, lo que permitió la amplificación de las voces. Por su parte, Leonardo Estévez tuvo una muy destacada actuación, mientras que Carla Filipcic Holm hizo gala de sus dotes de soprano dramática en la interpretación del mencionado pasaje.

A diferencia de la impetuosidad del 1° movimiento, el segundo es un nocturno de carácter calmo y plácido, donde el barítono hace gala de su voz en contrapunto con las contraltos, mientras la orquesta acompaña con una sección central más robusta, donde los cornos toman el tema principal con las cuerdas en pizzicato, creando un efecto coral. Posteriormente, los bajos, sopranos y mezzosopranos toman la melodía y desarrollan un canon, que fue interpretado de manera sublime. Lo mismo sucedió con el pasaje a cargo de Estévez, donde brilló vocalmente. El tercer movimiento es el único que está absolutamente a cargo de la orquesta y el coro, sin intervención de los solistas. Es un scherzo que abre con la fanfarria anteriormente citada a cargo de los bronces en contrapunto con el coro, pero, además, una brillante descripción sonora del rolido que atraviesa un barco sobre un mar embravecido. Sonó de manera solemne y marcial, con una excelente labor de Siffert a cargo de la Sinfónica, donde todos los músicos tuvieron oportunidad de lucirse. El movimiento final (Grave e molto adagio) comienza con la introducción del órgano luego de la intervención del coro, apoyado sobre las cuerdas en cantábile, que narra la creación del hombre (“Wherefore unsatisfied soul”- Dónde va mi alma insatisfecha) y la respuesta: “Yet soul be sure” (Sin embargo, el alma está segura), cantada magníficamente hasta el canto triunfal a cargo de los solistas (“O, we can wait no longer”- No podemos esperar más), que narra la comunión del alma humana con Dios. Los solos de violín y viola que acompañan el canto de los solistas al final de la obra fueron ejecutados maravillosamente, al igual que el Lento assai donde muestra un barco alejándose en el horizonte. La labor de la orquesta, el coro y solistas fue excelsa y el público estalló en numerosos aplausos y vítores al final.

Ha sido no sólo una gran noche, sino un mérito muy importante para la Dirección Nacional de Organismos Estables de brindar una obra extranjera en calidad de primera audición en forma local. Llamó la atención escuchar una obra de un compositor inglés en vísperas del 25 de Mayo,  

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