miércoles, 10 de julio de 2024

 La Filarmónica en ambiciosos programas


                                                                     Por Jaime Torres Gómez

Hasta la fecha ha sido posible asistir a casi todos los conciertos de la Filarmónica

de Santiago en la actual temporada de abono del Teatro Municipal de Santiago.

Si bien el abono filarmónico es insuficiente en cantidad de presentaciones

(ocho conciertos, en comparación a los diez de antaño…), es menester ponderar

la “generosidad” de la buena música dispuesta, tanto en relevancia de obras como

a las duraciones de cada jornada, no obstante, en algunos casos, con

combinaciones un tanto burdas. Igualmente, se agradece mostrar el máximo de

repertorio posible, aunque ideal distribuirlo mejor, evitando así abultar ciertos

programas.

Puntualmente, hubo presentaciones con excesos como la Misa Solemnis de L.V.

Beethoven precedida, innecesariamente, de la Obertura Trágica de J. Brahms…, a

la vez haber juntado el Primer Concierto para Piano de J. Brahms con la Sinfonía

Alpina de R. Strauss, como la Suite del Mandarín Maravilloso de B. Bartók con

la Suite del West Side Story, de L. Bernstein. Si bien se trata de obras

notables, pero inconveniente comprimirlas en un solo programa... Empero,

se celebran sus resultados, dando cuenta de la admirable capacidad de

los filarmónicos por sacar adelante presentaciones desafiantes…

En el caso de la Misa Solemnis beethoveniana, se trató de una formidable

versión dirigida por el titular filarmónico, Roberto Rizzi-Brignoli, quien ha

liderado solventes presentaciones a lo largo de la actual temporada.

Este logro se realza ante la complejidad de una obra “extraña y revolucionaria”, al

ser un genuino “auto da fe”, con cuestionamientos internos respecto a la

misma Fe y su praxis ante la realidad del Mundo… Así, con un despliegue de una

endemoniada batería de recursos, las mayores dificultades se dan en el

tratamiento polifónico del orgánico coral, amén de inmisericordes altas tesituras

vocales, como requerimientos no menores en lo instrumental, con abruptos

giros en las progresiones expresivas.

Rizzi-Brignoli, con cabal entendimiento del entramado armónico, extrajo lo mejor

de los filarmónicos en balances, acentos y evolución

expresiva. Deslumbrante desempeño del Coro Profesional del Municipal de

Santiago, con pulido esmalte y ajuste. Formidables intervenciones

solísticas de Yaritza Véliz (soprano), Evelyn Ramírez (mezzo), Gonzalo

Quinchahual (tenor) y Matías Moncada (bajo). Y huelga insistir en

la extemporánea presencia de la Obertura Trágica brahmsiana inicial,

deslucida y descontextualizada frente a la gran versión de la Misa

beethoveniana…  


La siguiente presentación, a cargo de Pedro-Pablo Prudencio (Director

Residente de la Filarmónica), contempló el Primer Concierto para Piano de J.

Brahms junto a la Sinfonía Alpina de R. Strauss, sin duda una apuesta

riesgosa por la gran duración y complejidad de sendas obras.

Luego de varios años de ausencia en el Municipal, regresó el destacado pianista

chileno Gustavo Miranda (Premio del Círculo de Críticos de Arte de Chile 2023),

en esta oportunidad para el concierto brahmsiano. Con pleno entendimiento

del pathos interno, Miranda construye una interpretación con grandes méritos en

la construcción de atmósferas -notables transiciones de lo amable a lo

desgarrador-, con una galería de detalles en total correlato. Con diáfana digitación

y aplomo, se destaca un sereno inicio más completa precisión de los trinos en el

primer movimiento, como una profunda exposición del segundo, y completa

claridad de voces en los pasajes fugados del último. Y la alada

batuta de Prudencio proveyó un inmejorable marco idiomático junto a

los filarmónicos.

Con una esperada Sinfonía Alpina de Richard Strauss finalizó esta jornada

filarmónica, a cargo de Pedro-Pablo Prudencio. Cabe señalar la larga ausencia de

esta atractiva obra straussiana -en el tiempo-, con no más de tres ocasiones

hecha en Chile, recordándose vivamente las versiones de Gabor Ötvös con

la Filarmónica y luego con David del Pino con la Sinfónica. Luego, al ser

programada en los años 2005 y 2018, a último momento fueron canceladas…

pudiendo ahora concretarse.

Y como buena pieza de R. Strauss, la Alpina (en rigor, “Una Sinfonía Alpina”, “Eine

Alpensinfonie”…) obedece al género “poema sinfónico” del cual este compositor

fue un gran exponente, asimismo representa uno de sus trabajos

más virtuosísticos en lo orquestal. Gran versión firmada por Pedro-Pablo

Prudencio, con musicalidad a borbotones… Encomiable visión del todo y a la vez

puntilloso en auscultar detalles que ayudaron a recrear el relato del “alpino

viajero”. Formidable respuesta de los filarmónicos en ensamble y calidad de

sonido. Sin duda, una versión triunfal…

Finalmente, muy esperado regreso a la Filarmónica de Helmuth Reichel Silva,

talentoso director chileno radicado en Alemania. Con

un programa definitivamente inadecuado en la relación (y combinación) de las

obras, empero, los resultados fueron de excelencia por parte del abordaje

interpretativo como de una respuesta de gran nivel de los filarmónicos.

Incomprensiblemente iniciando con la Suite del ballet “El Mandarín

Maravilloso” de Béla Bartók -obra de compleja temática-, resultaba lógico

disponerla al final del programa. Con una inmisericorde exigencia a todas las

secciones, exige un acabado nivel de preparación. Reichel Silva, con celebrada

solvencia, ofreció una desgarradora versión con acertadas transparencias,

empáticos tempi y neurálgicas progresiones expresivas.


Con radical giro estético y de carácter, se continuó con la Raphsody in Blue, de

George Gershwing, adhiriéndose al centenario de su estreno. Escasamente

ofrecida localmente, encomiable haber programado esta popular pieza que fusiona

estructuras de la música de tradición escrita con efectos jazzísticos. De solista -

con un tardío debut en la Filarmónica-, se contó con el formidable pianista nacional

Danor Quinteros, demostrando completa afinidad con la obra. Con un idiomático

enfoque, más deslumbrante técnica y consumada musicalidad, Quinteros

desarrolla una eficaz interpretación con magníficos fraseos (celebrado legato en

las frases), y certera intuición en el manejo de los contrastes y transparencias.

Reichel Silva, con cabal comprensión, siguió magistralmente al autorizado solista

junto a una entusiasta Filarmónica, a pesar del accidentado popular glissandi

inicial del clarinete…

La segunda parte, y nuevamente sin entender la relación de las obras, consultó

notables versiones de la Rapsodia Española, de Maurice Ravel, y las Danzas

del West Side Story, de Leonard Bernstein, obteniendo resultados de gran

jerarquía de los filarmónicos junto a un empoderado Reichel Silva, dando cuenta

de absoluta versatilidad en variopintos repertorios. Deslumbrantes resultados en la

Rapsodia Española en calidad de sonido -esfumado y esmaltado- como una

magistral administración de los matices y rubatos. Asimismo, con soltura, Reichel

Silva dominó una versión sin efectismos aunque de gran sustrato en West Side

Story, justripreciado ante una rotunda ovación del numeroso público.

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