Espléndida actuación del Cuarteto PETRUS en el Salón Dorado del Colón
LA FABULOSA MULTIPLICACIÓN DE LA TABLA DEL CUATRO
Martha CORA ELISEHT
Por definición, un cuarteto es un conjunto formado por 4 elementos y, en el caso
particular de la música, por cuatro intérpretes de distintos instrumentos. Pero si una
pretende profundizar aún más y, hablando específicamente de los cuartetos de cuerdas,
poseen un sonido propio que lo distingue de otras agrupaciones de este género. Uno de
los más prestigiosos conjuntos de cámara del país es el Cuarteto Petrus, integrado por
Pablo Saraví y Hernán Briático (violines), Dennis Golovin (viola) y Cecilia Slamig
(violoncello), quienes se presentaron dentro del Ciclo de Cámara del Salón Dorado del
Teatro Colón el pasado miércoles 28 del corriente para ofrecer el siguiente programa:
- La oración del torero, Op.34- Joaquín TURINA (1882-1949)
- “Lamento quichua”, de Tres piezas criollas- Luis GIANNEO (1897-
1968)
- Cuarteto en Re menor, D.810 “La Muerte y la Doncella”- Franz
SCHUBERT (1797-1828)
El elegante y aristocrático Salón Dorado del Colón brindó el marco perfecto para
la presentación de este gran conjunto, donde Pablo Saraví anunció las obras que se iban
a interpretar para todos aquellos asistentes que no tuvieron tiempo de escanear – o
consultar- el programa de mano. Y abrió el concierto con la mencionada pieza de
Joaquín Turina, compuesta originalmente para cuarteto de laúdes en 1925 e inspirada en
la visión de un torero yendo a orar a una capilla antes de salir al ruedo. Posteriormente,
Turina realizó una versión para cuarteto de cuerdas en Mayo de 1925 y que se
representa hasta la actualidad. Su duración es de aproximadamente 8 minutos y su
estructura es la siguiente: Introducción breve/ Pasodoble/ Andante/ Lento/ Pasodoble
(repetición). La versión ofrecida por el Petrus se destacó por su excelencia, con un
perfecto lucimiento de cada uno de sus integrantes en los solos, mientras el resto llevaba
la melodía, logrando un sonido típicamente español. Las introducciones de los
diferentes temas a cargo de Hernán Briático sonaron estupendas, al igual que los
contrapuntos y las partes solistas tanto por parte de Pablo Saraví como de Cecilia
Slamig.
De las Tres piezas criollas compuestas por Luis Gianneo en 1923, Lamento
quichua es la primera de esta serie. Forma parte de la primera etapa de este gran
representante del nacionalismo musical argentino mientras se desempeñaba en Tucumán
como pianista y pedagogo, donde toma melodías y ritmos típicos del norte del país para
plasmarlos en su obra. Abre con un pizzicato en cello, que deja paso a la cadencia de la
viola hasta que la melodía es tomada por los violines -estupenda labor de Dennis
Golovin y Cecilia Sslamig al respecto-, logrando una profundidad sonora soberbia
merced a la calidad de sus integrantes, que interpretaron sus partes con fuste y maestría.
Seguidamente, el Petrus ofreció una de sus especialidades: el Cuarteto para
cuerdas en Re menor, D.810 “La Muerte y la Doncella” de Schubert, inspirado en su
lied homónimo con texto de Matthias Claudius, compuesto en 1817 y que se incluye en
el 2° movimiento. Al igual que muchas otras de sus obras, no tuvo éxito en vida del
compositor y se publicó póstumamente en 1832. Sin embargo, recién alcanzó la fama
mundial en el siglo XX de la mano de David Oistrach, quien fuera el principal difusor
de muchas de las obras del compositor vienés. Consta de 4 movimientos: Allegro/
Andante con moto/ Scherzo: allegro molto/ Presto, que narran el enfrentamiento de una
joven moribunda y la muerte, que se le presenta para acompañarla a dormir el sueño
eterno. Desde su violenta apertura al unísono del 1° movimiento, la obra sonó de
manera sublime y magistral, con una perfecta descripción sonora de la carrera que
realiza la doncella a través del dolor, la angustia y la resignación, que culmina con un
acorde agonizante en Re menor. En cambio, el Andante con moto es de carácter apacible
y representa a la muerte, donde cada uno de los integrantes del cuarteto se lucen en
espléndidos solos, como sucedió en esta ocasión por parte de Pablo Saraví, Hernán
Briático, Dennis Golovin y Cecilia Slamig respectivamente, pero, a su vez, manteniendo
el sonido en conjunto característico del cuarteto. El poderoso Scherzo -que, por
momentos, remeda el leitmotiv del descenso al Nibelheim en EL ORO DEL RHIN-
culmina con un trío que muestra un carácter más lírico para desembocar en el vibrante
Presto final en ritmo de tarantela, que era la danza que protegía tanto de la locura como
de la muerte, ejecutado con una maestría y precisión absolutas. El Petrus sonó como si
fuera una orquesta de cámara de mayor envergadura, con un efecto multiplicador de
cuerdas que hizo delirar a los asistentes tras su interpretación. Por dicho motivo, Pablo
Saraví se dirigió al público no solamente para agradecer los aplausos, sino también para
anunciar un bis: el Rondó (movimiento final) del Cuarteto para cuerdas n°9 en La
mayor, K.169 de Mozart, que forma parte de los denominados Cuartetos Vieneses. Otra
brillante interpretación y una nueva ovación de aplausos para cerrar el concierto.
Independientemente de su magnífica acústica, el Salón Dorado del Colón actúa
como una perfecta caja de resonancia que permite que el sonido se multiplique. En el
caso de un conjunto de excelencia como el Petrus, un fantástico efecto multiplicador
sonoro de la tabla del cuatro.
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