La Sinfónica al día…
Por Jaime Torres Gómez
La
actividad de la Sinfónica Nacional tras la reapertura presencial de los
espectáculos en pandemia ha sido
continua, asimismo antes, a través del exitoso ciclo “In Crescendo”, donde una buena variedad de ensembles de la misma orquesta
tuvieron una exitosa y permanente presencia
virtual.
Ha
sido posible presenciar casi todo lo de la Sinfónica
desde la rearticulación de actividades
con público, pudiéndolas cubrir
críticamente. Así, y como una forma de “ponerse
al día”, estaba pendiente actualizar
lo presenciado desde junio, ofreciéndose
una visión sumaria con las apreciaciones correspondientes.
A priori, es menester contextualizar el perfil programático y la dinámica promocional de lo realizado,
entendiendo mejor el estado del arte de la Sinfónica.
En
primer lugar, desde enero se aperturó
a una mayor cantidad de público el Teatro de la Universidad de Chile, sede de la orquesta, aunque aún con una insuficiente
cantidad de presentaciones por
programa (una sola función), al no disponer de la tradicional presentación de
los días viernes. Por otro lado, ha
sido altamente beneficiosa la alianza con el Teatro Municipal de Las Condes,
ampliándose la cobertura de público, aunque igualmente insuficiente la no repetición de cada programa en dicho espacio…
Respecto
al perfil programático -entendiendo
la gradualidad por recuperar público-, éste ha discurrido hacia repertorios de masivos gustos, prescindiéndose,
salvo contadas excepciones, de mucho a
lo históricamente hecho, y razón de
ser de la Sinfónica: la amplia difusión de la música, incluyendo la vanguardista y chilena en particular. Esto último, no
obstante los inmisericordes condicionamientos
pandémicos, no constituye atenuante de
casi haberla excluido… como sí,
comprometidamente, la música nacional
estuvo presente el año pasado en la Filarmónica,
y ahora con la Orquesta de Cámara de
Chile más otras agrupaciones. No
es justificable que la decana orquestal haya descendido a este umbral…
En
otro ámbito, conforme las condiciones sanitarias coyunturales, es entendible el
corto alcance programático, por
cuanto no se ha anunciado una temporada
anual, conociéndose, en promedio, bimensualmente
la programación. Además, el grado de internacionalización ha sido precario, por cuanto no se ha contado
con directores invitados internacionales
(salvo un caso), aunque sí con varios residentes en Chile. Lo mismo en solistas y coros, con pocas obras ad hoc.
El
contexto anterior, por cierto, inquieta. Si bien debe asumirse que aún
se está en una etapa de transición
hacia una plena normalización de
actividades como antaño, empero, es necesario tener presente que de alguna
manera la gradual recuperación del
público ha sido real y en curva ascendente, debiendo traducirse en
un pronto retorno al perfil programático tradicional, en términos de
contemplar una variedad de obras poco ofrecidas (entre ellas, las
sinfonías de Bruckner (la Sinfónica aún con una deuda histórica bruckneriana…), varias
obras de R. Strauss, algo de Barroco, clásicos menos frecuentados
y música contemporánea, en especial
la chilena), amén de una mayor presencia de directores invitados y mayor cantidad de solistas. Y fundamental propender
a la repetición de los programas, amén de retomar la extensión hacia sectores más vulnerables…
En
relación a las últimas presentaciones, tanto en el Teatro de la Universidad de Chile como en el Municipal de Las Condes, felizmente todas ostentaron muy buenos
resultados, asimismo, no obstante el contexto anteriormente descrito, con una interesante parrilla programática, dando cuenta del estupendo nivel de la decana, sin duda aliciente para
incentivar la recuperación de marras.
La
primera de estas presentaciones pendientes de junio y julio, se dio con
el retorno de la destacada directora
chilena Alejandra Urrutia, luego de varios años de ausencia, pudiendo
nuevamente apreciar su desarrollo artístico. Realizado en el Teatro de la Universidad de Chile, consultó
un atractivo programa con el Miserere en do menor del compositor barroco checo Jan Dismas Zelenka y la Sinfonía en re menor de Cesar
Franck, sumándose a la celebración de los 200 años del nacimiento de
este compositor, fundamental del romanticismo musical.
Con
la participación de la Camerata Vocal de la Universidad de Chile,
el resultado tuvo calibrado esmero estilístico y de carácter, aunque, en momentos, no uniformes en balances y ensamble
coreutas-músicos. Luego, con laudable empoderamiento,
una importante versión de la sinfonía franckeana. Esta catedrálica obra, asidua en la Sinfónica, tuvo una lectura de emocionante humildad y servicialidad de parte de la directora invitada, acertando en una buena
adopción de tempi (notable el enfoque
del segundo movimiento), más excelentes
balances, matices y progresiones expresivas globales. Un triunfo contundente…
Los
tres programas siguientes fueron retomados por la batuta titular de la Sinfónica,
el talentoso maestro Rodolfo Saglimbeni, quien ha
dirigido la mayor parte de las
presentaciones en pandemia. El
primero de ellos, nuevamente en la sala
universitaria, constituyó uno de los hitos
más relevantes del año, con memorables versiones del notable
Concierto para Oboe de R. Strauss y la atrapante Sinfonía N° 2
de J.
Sibelius. Solvente participación del oboísta argentino Néstor Garrote (solista de la Filarmónica de Buenos Aires) más un deslumbrante acompañamiento de Saglimbeni, logrando inusual precisión
de ensamble y en total colaboración al excelente solista visitante. Y la lectura de la Segunda de Sibelius, a
umbrales antológicos… Siendo una obra
de fragmentaria estructura (en especial el segundo y último movimientos), el
maestro Saglimbeni brindó completa
organicidad, profundidad y emotividad interpretativa, logrando de los sinfónicos un resultado de altísima jerarquía.
Los
dos últimos programas de Saglimbeni,
realizados en el Municipal de Las Condes y con alta concurrencia de
público, replicaron los triunfos en Strauss
y Sibelius señalados. Así, el
segundo programa consideró el debut
en pandemia del Coro Sinfónico de la Universidad
de Chile junto a la Sinfónica
Nacional (antes había tenido actuaciones por separado), protagonizando “La
Canción del Destino”, de J. Brahms. Con un autorizadísimo
requerimiento de la batuta titular, el
rendimiento de los coreutas y músicos estuvo al más alto nivel imaginable, recibiendo
merecidas ovaciones de la numerosa audiencia. Y con un celebrado criterio
musical, culminó con la Segunda Sinfonía de R.
Schumann, obra de compleja estructura y muy inspirada en composiciones
de Bach. Saglimbeni, con maestría, desentrañó elementos muchas veces
inadvertidos en lecturas más bien rutinarias o de otros énfasis, logrando un
efecto de total re-descubrimiento de una
pieza fundamental en la producción schumanniana.
Otro triunfo para el magnífico maestro titular y los sinfónicos.
El
último programa en Las Condes
nuevamente reeditó los triunfos anteriores en ese espacio. Con la presencia de
la excelente pianista letona Arta
Arnicane, debutante en Chile, se ofreció una formidable versión del Concierto N° 2 para Piano de L.V.
Beethoven, donde la pianista
visitante demostró consumada musicalidad y desbordante técnica (exquisito toucher e idiomático enfoque global), más un sensible acompañamiento del titular
sinfónico.
Culminó
con un atractivo binomio de obras de R. Strauss como la Serenata
para 13 Instrumentos de Vientos y el Poema Sinfónico “Don Juan”,
ambas piezas de juventud y de fuertes requerimientos virtuosísticos. Fabulosos
enfoques y respuestas en sendas obras, dando cuenta del sostenido trabajo de modelación sonora de Rodolfo Saglimbeni como titular de la decana orquestal del país.
En suma, conforme las últimas presentaciones,
la salud de la Sinfónica Nacional, al
encontrarse en un inmejorable nivel artístico, necesita dar pasos hacia nuevos desafíos
programáticos y logísticos, en aras de retomar el perfil de producción
histórico…
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