Exitoso retorno a un indispensable espacio…
Por Jaime Torres Gómez
Definitivamente, la recuperación de los espectáculos en su conjunto (¿aún en
pandemia…?), es plena.
Sin, embargo, la gradualidad de apertura en algunos espacios ha discurrido más
lenta de lo esperado, como en el caso de la magnífica sala de la Fundación
Corpartes, donde recién, hace poco más de un año, retomó su oferta de
espectáculos.
En la actualidad, la parrilla programática de Corpartes, a diferencia de antaño, no
es comparable frente a la realidad económica que enfrenta, dándose hoy una
política muy conservadora en su oferta, no obstante manteniendo, en lo macro,
su histórico perfil.
Sin perjuicio de lo anterior, en lo logístico, urge disponer de facilidades para
estacionamientos, como lo fue por muchos años, en el entendido que buena parte
del público llega en auto, instándose poder implementar convenios con espacios
cercanos para incentivar (y fidelizar) una mayor audiencia.
En este contexto, tras cuatro de ausencia, recientemente la Sinfónica
Nacional de Chile -que inauguró
el Teatro Corpartes, presentándose luego muchas veces- regresó para un par de
programas, celebrándose este retorno ante las excepcionales condiciones
acústicas que caracteriza a esa sala, y asimismo una nueva instancia para
expandirse a otros públicos.
En lo programático -con visos “experimentales”-, se ofrecieron
grandes hits de música para el cine de John Williams, y luego una propuesta en
base a diversas suites. Ante una buena concurrencia, se dio cuenta de la
conveniencia de perseverar presentándose en Corpartes, ora ante los beneficios
artísticos para la misma orquesta (excelente acústica), ora una mayor cobertura
territorial de sus actividades.
Se asistió al segundo programa, al presenciarse el anterior en el Teatro de la
Universidad de Chile, sede de la Sinfónica. A priori, hubo calibrado interés al
incluirse una obra de culto de la música nacional, como la Suite
Latinoamericana de Luis Advis, seguida de las Suites de los ballets El Lago de
los Cisnes y Cascanueces, de Tchaikovsky. No obstante al tratarse de una
presentación dirigida hacia una nueva audiencia, fue excesivo disponer
de dos suites tchaikovskianas (con una, suficiente…), pudiendo combinarse
con otras suites como las de El Pájaro de Fuego, La Cenicienta (Prokofiev),
o Raymonda (Glazunov), entre muchas, diversificando mejor el programa.
Magníficamente dirigido por Christian Lorca, ascendente director nacional, abrió
con una excelente versión de la “Suite Latinoamericana”. Con una perspectiva
continental, esta obra plasma ecos sonoros de distintas locaciones a través de
un discurso de genuina inspiración vernácula, con eclécticos recursos
compositivos y gran oficio de orquestación.
De completa asimilación, Lorca ausculta las bondades intrínsecas de la obra,
brindando total unidad e idiomatismo. Gran manejo de las transiciones, resaltando
la elocuencia (y profundidad) del tema conductor a partir del preludio. Excelentes
balances, transparencias y matices, más concentrada respuesta de los sinfónicos.
La segunda parte con las Suites del Lago de los Cisnes y Cascanueces,
nuevamente mostraron la solidez musical de Christian Lorca, ofreciendo versiones
sin tropiezos en todo sentido. Excelentes indicaciones de dinámica, carácter y
coherentes acentos, dando cuenta de un director que merece máxima atención en
su desarrollo profesional.
En suma, un exitoso retorno de la Sinfónica Nacional a un espacio indispensable
de la vida cultural de Santiago como es el Teatro Corpartes, y magníficamente
liderado por una batuta local en ascenso...
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