Excelente concierto de Pablo Saraví al frente de la Orquesta de Cámara del Congreso
UN REPERTORIO DE ALTA GAMA Y DE ALCURNIA
Martha CORA ELISEHT
Debido a los actuales sucesos de público conocimiento, la Orquesta de Cámara
del Congreso de la Nación tuvo que trasladar su ciclo de conciertos el pasado lunes 29
del corriente a otro ámbito de alcurnia: el impactante Salón Dorado de la Casa de la
Cultura del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires (ex sede del diario La Prensa), que
brindó el marco propicio para que esta prestigiosa agrupación -ganadora por tres años
consecutivos el Premio de la Asociación de Críticos Musicales de la Argentina como
mejor orquesta de cámara del país- ofreciera un concierto denominado “VIENA
SOÑADA” bajo la dirección de Pablo Saraví, con participación del concertino Pablo
Pereira en calidad de solista.
El programa estuvo integrado por las siguientes obras:
- Adagio y Fuga en Do menor, K.546- Wolfgang A. MOZRT (1756-1791)
- Concierto para violín y orquesta n°1 en Do mayor, Hob.VII a/l- Franz Joseph
HAYDN (1732-1809)
- La muerte y la doncella en Re menor, D.810 (transcripción para orquesta de
cuerdas)- Franz SCHUBERT (1797-1828)
Una vez ubicado el público y repartidos los programas, los integrantes de la
orquesta -esta vez, bajo la guía de Florencia Ciaffone- tomaron sus puestos sobre el
escenario bajo la dirección de Saraví para interpretar la primera de las obras
comprendidas en el programa. Se trata de una transcripción para cuerdas sobre la Fuga
en Do menor para dos pianos, KV426, compuesta en 1786 e inspirada en el estilo
contrapuntístico de Johann S. Bach. El Adagio fue incorporado posteriormente y la
pieza que se interpretó tal como hoy se la conoce fue estrenada en Viena en 1788.
Mientras que el Adagio está escrito en ¾, la fuga, en alla breve en Allegro. Se escuchó
una versión con sonido muy compacto y preciso, al igual que en el canon de la fuga
introducido por los contrabajos, violoncellos y repicado por los segundos y primeros
violines. Bien es conocida la maestría de Pablo Saraví como violinista y ex concertino
de la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires, al igual que como músico de cámara,
logrando una excelente dirección. Seguidamente, Pablo Pereira hizo su presentación
para ejecutar el mencionado concierto n°1 en Do mayor de Haydn, compuesto entre
1760 y 1765 y dedicado a Luigi Tomasini, quien fuera concertino de la orquesta del
príncipe Esterházy (fatto per il Luigi). Posteriormente, la partitura se perdió y no se
recuperó hasta mediados del siglo XX gracias a unas ocho copias de manuscritos que
estuvieron en poder de algunos violinistas hasta su publicación. Escrito en forma
sonata, consta de tres movimientos: Allegro moderato/ Adagio/ Finale: Presto, que
fueron ejecutados por Pablo Pereira de manera exquisita e impecable, haciendo gala de
su fraseo e interpretación; sobre todo, en el bellísimo Adagio central. Naturalmente, se
logró una interpretación magistral y una perfecta correspondencia entre solista y
orquesta, que se vio coronada por un estallido de aplausos y vítores, que motivó al
solista a ofrecer un bis: el 1° movimiento de la Sonata n°2 para dos violines de Jean
Marie Leclaire junto a Pablo Saraví. Los dos violinistas formaron un dúo de fuste y
brindaron una magnífica versión de una obra poco conocida para el público general.
Para la segunda parte del concierto, se eligió una transcripción para cuerdas del
Cuarteto para cuerdas en Re menor, Op.14 (“La muerte y la doncella”) de Schubert,
inspirado en su lied homónimo con texto de Matthias Claudius, compuesto en 1817 y
que se incluye en el 2° movimiento. Al igual que muchas otras de sus obras, no tuvo
éxito y no pudo encontrar editor. Se publicó póstumamente en 1832 y alcanzó la fama
mundial gracias a David Oistrach, quien fuera el principal difusor de muchas de las
obras del compositor vienés. Consta de 4 movimientos: Allegro/ andante con moto/
Scherzo: allegro molto/ Presto, que narran el enfrentamiento de una joven moribunda y
la muerte, que se le presenta para acompañarla a dormir el sueño eterno. En este caso, se
optó por la clásica formación de cámara: el director, a la derecha del concertino y los
violines y violas, de pie, mientras los violoncellos y contrabajos permanecieron
sentados. La obra sonó perfecta desde su violenta apertura al unísono del 1°
movimiento, que muestra una carrera por parte de la doncella a través del dolor, la
angustia y la resignación, que culmina con un acorde agonizante en Re menor. En
cambio, el Andante con moto es de carácter apacible y representa a la muerte, donde el
concertino, el solista guía de segundos violines, la segunda viola y el primer violoncello
se lucen en espléndidos solos, como sucedió en esta ocasión por parte de Pablo Saraví,
Catriel Galván, Federico Butera y Mariana Levitin respectivamente. El poderoso
Scherzo -que, por momentos, remeda el leitmotiv del descenso al Nibelheim en EL ORO
DEL RHIN- culmina con un trío que muestra un carácter más lírico para desembocar en
el vibrante Presto final en ritmo de tarantela, que era la danza que protegía tanto de la
locura como de la muerte, ejecutado con una maestría y precisión absolutas. Tal así fue,
que el auditorio estalló en aplausos y vítores tras su interpretación. Por lo tanto, la
orquesta tuvo que volver a interpretar dicho scherzo en calidad de bis para poner punto
final al agradecimiento del público.
No faltaron los diplomas para Pablo Saraví en carácter de director invitado por parte
de las autoridades de la Comisión de Cultura del Senado y de la Honorable Cámara de
Diputados de la Nación ni los agradecimientos correspondientes. Fue un concierto de
excelencia con un repertorio de alta gama, pero también, de alcurnia.
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