El Pianísta Stefan Stroissnig brillando durante su interpretación del Impromptu Nº 3 Op.90 de Franz Peter Schubert en el Teatro Colón. Fotografía de la Sra. Liliana Morsia para el Mozarteum Argentino.
Subime actuación de la Orquesta de Cámara de Viena en
la apertura del Mozarteum
CON
TODA EL ALMA, ESPÍRITU Y LOZANÍA DEL GENIO DE SALZBURGO
Martha
CORA ELISEHT
Sería
un cliché decir que la música de Wolfgang Amadeus Mozart (1756-1791) es
cristalina e inmortal. La popularidad de su extensa obra sigue intacta hasta la
actualidad y convoca a todos aquellos que la saben apreciar, sean tanto
neófitos como expertos en la materia. Por dicho motivo, el Mozarteum Argentino
decidió abrir su Ciclo de Abono 2024 con un concierto íntegramente formado por
obras de dicho compositor, hecho que tuvo lugar en el Teatro Colón el pasado
lunes 20 del corriente con la participación de la Orquesta de Cámara de Viena,
bajo la dirección de Simone Menezes y del pianista Stefan Stroissnig como
solista invitado para brindar el siguiente programa:
-
Serenata n°13 en Sol
mayor, K.525 “Eine kleine Nachtmusik” (Pequeña música nocturna)
-
Concierto para piano y
orquesta n°9 en Mi bemol mayor, K.271 “Jenamy”
-
Sinfonía n°29 en La
mayor, K.201
Tanto
la prestigiosa agrupación de cámara como el solista han visitado la Argentina
en más de una ocasión. En el caso de la orquesta, lo hizo por primera vez bajo
la dirección de Kurt Woss en 1981 y, posteriormente, entre 1987 y 1992 de la
mano de Phillippe Entremont. Retornó en 1999 dirigida por Heinrich Schiff; en
2004, por Joji Hattori y por última vez, en 2018, con la participación de
Stefan Valdar como pianista y director. Por su parte, es la segunda vez que
Stefan Stroissnig se presenta en Buenos Aires para brindar un concierto que
descolló por la finura, sutileza y lozanía en la interpretación de las obras
comprendidas en el programa.
La
celebérrima Serenata n°13 en Sol mayor para cuerdas -más conocida por su
seudónimo Pequeña música nocturna- fue compuesta en 1787 y es
contemporánea de DON GIOVANNI. Es la última de este género y se
desconocen los motivos que llevaron a escribirla, ya que, en aquella época,
eran obras que se componían por encargo para su interpretación en jardines o
espacios abiertos de palacios con motivo de una visita ilustre. Sus cuatro
movimientos (Allegro/ Romanza: andante/ Menuetto: Allegretto/ Finale:
Allegro) remedan más la estructura de una sinfonía que la de una serenata
propiamente dicha y fueron ejecutados con precisión, fuste, sutileza,
finura y una marcación impecable, sin caer en excesos. Simone Menezes se reveló
como una prestigiosa directora de un ensamble portador del espíritu vienés, que
sonó auténticamente mozartiano.
En
una entrevista radial realizada recientemente por Graciela Morgenstern, Stefan
Stroissnig declaró que Mozart y Schubert eran sus compositores predilectos y
que adoraba tocar sus obras. Su precisión matemática se notó desde la ejecución
de los primeros compases del mencionado concierto para piano n°9 en Mi bemol
mayor. Compuesto en 1777, representa una obra bisagra del catálogo
mozartiano, ya que el instrumento solista entra desde los primeros compases. En
aquel entonces, la orquesta exponía el tema, y, posteriormente, era tomado por
el solista -cosa que sucede en la mayoría de los conciertos para piano de
compositores clásicos y románticos-. Dedicado a la hija mayor del bailarín y
coreógrafo Jean- Georges Noverre -cuyo apellido de casada era Jenamy, quien era
también una gran pianista-, consta de tres movimientos: Allegro/ Andantino/
Rondó: presto, donde el solista debe enfrentar una sucesión de pasajes de
gran dificultad técnica. Además de su maestría, Stroissnig le agregó un
ingrediente fundamental a su interpretación: la emoción, ya que sonó perfecto
en los trinos, arpegios, arabescos, tresillos y otros elementos
técnicos, con una exactitud pocas veces escuchada sobre el escenario del Colón.
La excelencia fue premiada con numerosos aplausos y vítores, que motivaron al
solista a ofrecer como bis el Impromptu n°3 en Sol bemol mayor, Op.90
D.899 de Schubert. Nada mejor que un vienés interpretando a otro de los
grandes compositores que Viena ha dado a la humanidad, ofreciendo una versión
bellísima de esta consabida pieza.
La
Sinfonía n°29 en La mayor es una obra que cada vez se toca más
asiduamente y marca la madurez de Mozart como compositor de este género -pese a
que sólo tenía 18 años cuando la escribió-. Sus cuatro movimientos (Allegro
moderato/ Andante/ Menuetto- Allegretto- Trío/ Allegro con spirito) ofrecen
una mayor amplitud al tratamiento de la orquesta, con texturas más complejas en
las cuerdas y mayor presencia de los instrumentos de viento, entrelazando dos
temas bien definidos en el 1° movimiento (Allegro moderato), mientras
que el Andante se caracteriza por gran variedad de articulaciones. El Menuetto
se distingue por su énfasis en ritmos y por el diálogo entre los
instrumentos de cuerdas y vientos para desembocar en el poderoso Allegro con
spirito final. Una vez más, la orquesta sonó perfecta, imbuida del espíritu
mozartiano, con un sonido cristalino y diáfano. La ovación de aplausos fue
total, lo que motivó a Simone Menezes a ofrecer dos bises de otro gran
compositor austríaco: Johann Strauss (h), representado por una exquisita
versión de Voces de Primavera y la chispeante polka Tritsch- Tratsch,
que sonó auténticamente vienesa. El Colón estalló en aplausos y vítores
tras su interpretación.
Una
vez más, el Mozarteum Argentino marca la excelencia en la apertura de su
temporada. La calidad superlativa de los intérpretes hace posible disfrutar de
una auténtica noche de Colón, donde la magia, la lozanía y el espíritu del
genio de Salzburgo se hicieron presentes en toda su magnitud.
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