lunes, 12 de agosto de 2024

 


El pianista Español Javier Perianes "la" figura excluyente del concierto de la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires del pasado Sábado 10 en el Teatro Colón. Créditos: Prensa del Teatro Colón, fotografía del Mtro. Arnaldo Colombaroli.


Magistral actuación de Javier Perianes en el Colón junto a la Filarmónica

LA ORQUESTA SE TOMÓ SU REVANCHA

Martha CORA ELISEHT

Dentro del presente Ciclo de Abono de la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires
(OFBA) se han presentado numerosos solistas internacionales muy prestigiosos y de
alta jerarquía interpretativa. Esta vez fue el turno del pianista español Javier Perianes,
quien se presentó en el escenario del Colón junto a la mencionada agrupación sinfónica
el pasado sábado 10 del corriente bajo la dirección de Kakhi Solomnishvilli para ofrecer
el siguiente programa:
- “Díptico” – Valdo SCIAMMARELLA (1924-2014)
- Concierto n°3 en Do menor par piano y orquesta, Op.37- Ludwig van
BEETHOVEN (1770-1827)
- Sinfonía n°1 en Do menor, Op.68- Johannes BRAHMS (1833-1897)
No es la primera vez que el mencionado director georgiano se ha presentado en el
medio local. Hizo su debut el año pasado como asistente de Charles Dutoit en “LA
CARRERA DEL LIBERTINO” (The Rake’s Progress) de Stravinsky e inclusive dirigió
la última función de la mencionada ópera. Este año hizo lo mismo con la Orquesta
Estable en “CARMEN” y también con la Filarmónica, en un concierto ofrecido la
semana pasada.
Tras la tradicional afinación de instrumentos a cargo del concertino Xavier
Inchausti, Solomnishvilli hizo su presentación sobre el escenario para interpretar la
mencionada obra de Sciammarella en homenaje al centenario de su nacimiento.
Ganadora del premio otorgado por la Asociación Wagneriana de Buenos Aires en 1946,
consta de dos partes: la primera, formada por una breve introducción y tres secciones
(recitativo, arioso y final) y la segunda, por una fuga. Está escrita para una formación
de cámara ampliada que incluye cuerda, flauta, oboe, clarinete, fagot, trombón y dos
trompetas. En esta ocasión, al denominado “quinteto filarmónico” integrado por
Claudio Barile (flauta), Natalia Silippo (oboe), Mariano Rey (clarinete), Gabriel La
Rocca (fagot) y Fernando Chiappero (corno) se le sumó Fernando Ciancio (trompeta),
quienes se lucieron en sus intervenciones al igual que los principales solistas
instrumentales, brindando una muy buena versión.
De los cinco conciertos que Beethoven escribió para piano y orquesta, el n°3, Op.37
es una de las obras más bellas y célebres del genio de Bonn, estrenado en 1803 en Viena
junto con su Sinfonía n°2 y el oratorio Cristo en el Monte de los Olivos. Para aquel
entonces, Beethoven ya era un pianista reconocido y un compositor prestigioso, quien
interpretó de memoria este concierto la noche de su estreno. Una escuchó innumerables
-y excelsas- versiones del mismo y, en la presente versión, se escuchó a la orquesta algo
aletargada en el tema de apertura del 1° movimiento (Allegro con brio). Ni bien Javier
Perianes tocó los primeros compases al piano, ofreció una impresionante versión de este
clásico, con una impecable marcación de la cadencia y el arpegio. A partir de su

intervención, la orquesta tomó vuelo y sus integrantes demostraron su grado de
profesionalismo, logrando un muy buen acompañamiento. Lo mismo sucedió en el
largo del Andante en Mi mayor para desembocar en el rondó inicial en Do menor del 3°
movimiento (Rondó: Allegro- Presto), con un excelente manejo de trinos, arpegios y
arabescos, ejecutados de manera solemne y apasionada, con un sonido auténticamente
beethoveniano. El Colón estalló en aplausos tras su interpretación y salió a hacer un bis:
el Nocturno n°4, Op.54 de la Suite Lírica de Grieg, que sonó sumamente romántico, de
manera sutil y exquisita. El pianista se llevó los laureles y fue lo mejor de la noche.
Como obra de fondo, se eligió un clásico sempiterno: la Sinfonía n°1 en Do menor,
Op.68, cuya composición demoró nada más ni nada menos que 15 años, debido a que
Brahms era sumamente autocrítico e inseguro. Por ende, destruyó muchos de sus
escritos y composiciones de juventud. Además, la impronta de Beethoven todavía
estaba muy fresca tanto en el ambiente musical de la época como en los amigos del
compositor, quienes se preguntaban si iba a ser o no capaz de continuar con su obra.
Quizás por este motivo, en 1877 Hans von Bülow la denominó “la Décima de
Beethoven” por las similitudes que presenta con la oda a la alegría de la Novena
Sinfonía y el tema del Destino de la Quinta Sinfonía del genio de Bonn, pese a que
Brahms era muy sarcástico a la hora de enfrentar este tipo de comentarios. Es una obra
monumental escrita en 4 movimientos (Un poco sostenuto- Allegro- meno Allegro/
andante sostenuto/ Un poco allegretto e grazioso/ Adagio- Piú andante- Allegro non
troppo, ma con brío- Piú allegro), que figura en el repertorio de las principales
orquestas sinfónicas del todo el mundo y que goza de una inmensa popularidad. Si bien
posee numerosas influencias beethovenianas, el estilo de composición es propio del
genio de Hamburgo. En esta versión, la Filarmónica respetó las tres características de la
música del compositor: romántico, firme y marcial. Por ser una obra de repertorio, se
logró una muy buena versión merced a la profesionalidad de sus integrantes, con
estupendas intervenciones de los solistas de las diferentes secciones de instrumentos -
sobre todo, el excelente solo de violín a cargo de Xavier Inchausti al final del segundo
movimiento y el de Mariano Rey a principio del tercero, al igual que el de oboe, a cargo
de Natalia Silippo-. También tuvo una destacada actuación Facundo Díaz en contrafagot
durante el 1° y 2° movimientos, al igual que la cadencia a cargo de los trombones en el
último movimiento. Pese a que el final sonó un tanto ralenteado por la marcación del
director, la Filarmónica marcó su nivel y se tomó su revancha respecto del concierto
anterior -también dirigido por Solomnishvilli-, donde no tuvo una noche feliz por las
imprecisiones del director en el manejo de los tempi. En cambio, esta vez salió todo
bien gracias a la labor y al grado de profesionalismo de los músicos que la integran.
En diálogo de algunos de los músicos con esta cronista a la salida del concierto,
quien escribe mencionó una frase de la serie francesa Philharmonia: “Los directores
pasan; la orquesta, queda”. Nada mejor para definir las actuaciones de Kakhi
Solomnishvilli junto a la Filarmónica y muy oportuna para poner punto final a esta
crónica.

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