martes, 27 de agosto de 2024

 


Otro momento de la presentación de Alexandra Dovgan para el Mozarteum Argentino en el Teatro Colón. Fotografía de la Sra. Liliana Morsia para el Mozarteum Argentino.


Impactante debut de la pianista Alexandra Dovgan en el Colón por el Mozarteum


CUANDO EL TALENTO Y LA JUVENTUD VAN DE LA MANO

Martha CORA ELISEHT


A lo largo de la historia de la música, siempre hubo niños prodigio.

Independientemente de haber nacido en el seno de una familia de músicos prestigiosos y

haberse criado dentro de dicho ambiente, poseen un talento natural innato -ya sea para

la interpretación como para la composición- y, con el correr del tiempo, se han

transformado en estrellas que brillan con luz propia. En los últimos años ha surgido una

verdadera constelación de talentos juveniles, dentro de los cuales se encuentra la

pianista rusa Alexandra Dovgan, quien hizo su debut en el Teatro Colón el pasado lunes

26 del corriente dentro del ciclo del Mozarteum Argentino con el siguiente programa:

- Sonata para piano n°31 en La bemol mayor, Op.110- Ludwig van

BEETHOVEN (1770-1827)

- Sonata para piano n°2 en Sol menor, Op.22- Robert SCHUMANN (1810-1856)

- Preludio, Gavota y Giga (transcripción de la Partita para violín solo n°3 BWV

1006)- Johann S. BACH (1685-1750) / Sergei RACHMANINOV (1873-1943)

- Variaciones sobre un tema de Corelli, Op.42- Sergei RACHMANINOV (1873-

1943)

- Sonata para piano n°2 en Sol sostenido menor, Op.19- Alexander SCRIABIN

(1872-1915)

Nacida en 2007 dentro de una familia de músicos, Alexandra Dovgan comenzó a

estudiar piano cuando sólo tenía 4 años y puso en evidencia su talento a los pocos meses

después, cuando superó las dificilísimas pruebas para ingresar a la Academia Central

del Conservatorio de Música de Moscú, donde se perfeccionó con Mira Marchenko. A

partir de ahí ganó cinco competencias internacionales -entre otras, la Vladimir Kraniev

y la Astana Piano Passion- hasta obtener el Grand Prix en la Grand Piano Competition

en Moscú a los 10 años, en 2018. Posteriormente desarrolló una meteórica carrera

internacional en ascenso, presentándose en las principales salas de conciertos del

mundo. Independientemente de su juventud, deslumbró al público local con la precisión

y elegancia de sus interpretaciones, dotadas de numerosas sutilezas y con un perfecto

dominio de tempi desde los primeros acordes de la Sonata n°31 de Beethoven,

compuesta en 1821 y dotada de una poderosa cohesión y coherencia interna en sus 3

movimientos (Moderato cantábile molto espressivo/ Allegro molto/Adagio ma non

troppo- Arioso dolente- Fuga: Allegro ma non troppo). Una versión excelsa de este gran

clásico y un auténtico deleite para los oídos.

Posteriormente, volvió a demostrar su innegable e indiscutible talento con la

mencionada Sonata n°2 en sol menor, Op.22 de Schumann, compuesta entre 1830 y

1838 y dedicada a quien fuera posteriormente su esposa – Clara Wieck-. Consta de 4

movimientos: So rasch wie möglich (Tan rápido como sea posible) / Andantino.

Getragen (gastado) / Scherzo. Sehr rasch und markiert (muy rápido y marcado) y


Rondo. Presto, donde Dovgan brindó una interpretación muy romántica, precisa, con

excelente dominio de los glissandi, arabescos y arpegios, logrando una musicalidad y

una sonoridad excelsas. Una versión de paladar negro, digna de los públicos más

exigentes y de la jerarquía de un teatro como el Colón. Lo mismo sucedió con la

transcripción para piano de Rachmaninov de la célebre Partita para violín solo n°3 de

Bach, cuyos 3 movimientos (Preludio, gavota y giga) fueron ejecutados con un sonido

prístino y una sutileza interpretativa de primer nivel, logrando una exquisita versión.

Seguidamente, la pianista volvió a sorprender al público con una de las obras menos

interpretadas de Rachmaninov: las Variaciones sobre un tema de Corelli, Op.42. Basada

en un Andante para violín y clave de la Sonatas op.5 compuesta por Arcangelo Corelli

en 1700, el compositor ruso desarrolla 20 variaciones y una coda (Andante) que

recapitula y cierra con el tema inicial. Su estructura melódica es bastante similar a la de

la Rapsodia sobre un tema de Paganini – Capricccio n°24- y se destacó por una

soberbia marcación de tempi, con un sonido solemne y majestuoso y una precisión más

que absoluta. Se retiró sumamente aplaudida y vitoreada tras su interpretación para

cerrar el recital con otra sonata de Scriabin: la n°2 en Sol sostenido menor, Op. 19. Se

trata de una sonata- fantasía en do movimientos: Andante, con tres temas que se

entrelazan en el desarrollo y que remedan “la oscura agitación y lo profundo del

océano, ya que la sonata refleja la influencia de la orilla del mar”, según palabras de su

propio autor. Le sigue un presto en tono lírico y vertiginoso, interpretado

magistralmente merced a sus magníficas pulsación y digitación, sonando auténticamente

tormentoso y apasionado. Una ovación de aplausos y vítores coronaron la labor de esta

extraordinaria intérprete, quien volvió a hacer gala de su arte y maestría en los tres bises

interpretados fuera de programa: el Estudio Op.2, n°1 de Scriabin; el conocido Preludio

n°12, Op.32 de Rachmaninov, donde Dovgan se lució en los trinos y cadencias para

cerrar con el celebérrimo Vals Op.64, n°2 de Chopin, en una versión distinguida y sutil.

Cuando se unen el talento y unas dotes excepcionales, surgen estas auténticas

estrellas en ascenso. Si a eso se le suma la garra y el impulso vital de la juventud, tras

muchos años de estudio, constancia y tesón, se logra una intérprete de alta jerarquía y

una figura de fama internacional a temprana edad. Tiene todo para triunfar como una

auténtica estrella en el firmamento del piano.

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