martes, 20 de agosto de 2024

 Un Bruckner esperanzador…


                                                                            Jaime Torres Gómez

Enmarcado en las celebraciones del bicentenario del nacimiento de Anton

Bruckner (1824-1896), figura fundamental del Romanticismo Musical,

la Filarmónica de Santiago, luego de más de veinte años de ausencia, ofreció

la Séptima Sinfonía de este compositor.

A diferencia de otras latitudes, en Chile este Año Bruckner ha sido exiguo, no

ofreciéndose un buen panorama de sus obras, no obstante, plausible haber

reeditado esta Séptima Sinfonía, sin duda una de sus más representativas.

Lamentablemente este cicatero homenaje local obedece a una absurda

percepción respecto a un supuesto bajo interés en el cultivo de la música

bruckneriana, desmistificado en esta oportunidad ante la alta

llegada de público al Teatro Municipal de Santiago a las dos presentaciones

prrevistaas, estímulo inevitable hacia una mayor difusión de este compositor.

La música de Bruckner no necesariamente requiere de un exceso de preparación,

debiendo experienciárserla libre de prejuicios, facilitándose así la apertura hacia

un universo sonoro de insondables dimensiones humanas y espirituales…

Al igual que la Cuarta, la Séptima es una de las sinfonías más populares del gran

compositor austríaco. Y como es recurrente en Bruckner, la omnipresencia de lo

religioso es fundamental para entender su espíritu inspirador. De elíptica

construcción, el sinfín de sus ideas estructurantes poco permiten atisbar su

discurrimiento hacia un hito temporalmente específico …, sintetizando, sus

macizos (y catedrálicos) trazos sonoros, terrenalidad y trascendencia (notable el

manejo de los corales con sus característicos pedales, directamente influidos por

las características armónicas y tímbricas del órgano, instrumento del cual Bruckner

fue un gran cultor). A la vez, en esta obra Bruckner utiliza por primera vez tubas

wagnerianas, dándole una particular impronta, imprimiéndole modulaciones

propias como las que se dan en un órgano.

A pesar de su popularidad, esta sinfonía recién se estrenó en Chile en 1981,

constituyendo ahora apenas su cuarta reedición… Felizmente ha sido posible

presenciarla todas las veces que ha sido programada, y siempre con importantes

resultados.

Deslumbrantemente dirigida por Maximiano Valdés, a quien no se le conocían

sus contribuciones brucknerianas, su interpretación plasmó ora autoridad, ora un

verdadero “auto da fe”, en cuanto su propuesta interpretativa trasuntó la misma

música, planteándose ante la obra con conmovedora servicialidad, dejando que la

misma hablara por sí misma y libre de cualquier efecto baladí. Escrupuloso trabajo

en texturas, balances y matices, más una notable administración del caudal


sonoro, no dejándose tentar ante tempestuosos e inorgánicos decibles en los

característicos tutti brucknerianos, optando por una debida claridad armónica,

amén de dejar fluir en todo momento su inmanencia discursiva. La Filarmónica, en

estado de gracia, dio cuenta de excelencia a borbotones. Notable sentido de

ensemble y gran calidad de sonido. Un triunfo colectivo inapelable.

Y como primera obra, con certero criterio programático, se dispuso del Concierto

para Oboe de Richard Strauss, obra últimamente asidua en el país, aunque en

su momento muy ausente. Siendo una de las últimas obras del gran compositor

bávaro, quien en propiedad podría asignársele como el, o uno, de los

genuinamente últimos románticos, posee un carácter de atrapante serenidad como

de un delicado espíritu neoclásico. Con acrisolada trasparencia del tejido

armónico, esta obra requiere de un acabado trabajo texturante de la orquesta,

asimismo de un solista debidamente empoderado en el carácter de la misma.

Gran labor de Jorge Pinzón (solista de la Filarmónica) en todo orden,

comprendiendo a cabalidad su trama interna, y servida con irreprochable eficacia.

Gran complemento de Valdés en todo orden junto a una Filarmónica totalmente

comprometida.

En suma, una triunfal presentación de la Filarmónica que relevó la esperanza de

contar con un compositor injustamente postergado, y con un encomiable resultado

de conjunto. Sin duda, de las mejores presentaciones de lo que corre del año.

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