sábado, 10 de agosto de 2024

 



Uno de los momentos culminntes del programa que la Orquesta Sinfónica Nacional de Colombia ofreciera el pasado Jueves 08 de Agosto en el Teatro Colón: el Concierto para tres pianos y Orquesta de Mozart. Créditos: Prensa del Teatro Colón, fotografía del Mtro. Arnaldo Colombaroli

Muy buena actuación de la Orquesta Sinfónica de Colombia en el Colón


YERUHAM VOLVIÓ A ESTAR FELIZ Y CON MUCHO CHÉVERE

Martha CORA ELISEHT


El término chévere es muy utilizado comúnmente en países latinoamericanos

tales como Venezuela, Colombia y Ecuador y significa algo así como “fantástico” u

“óptimo”. Precisamente, así sonó el concierto ofrecido por la Orquesta Sinfónica

Nacional de Colombia en el Teatro Colón, hecho que tuvo lugar el pasado jueves 8 del

corriente bajo la dirección musical de Yeruham Scharovsky y con la participación del

Ensamble Multipiano, integrado por Berenika Glixman, Tomer Lev y Nimrod Meiry-

Haftel para brindar el siguiente programa:

- Obertura Mestiza- Victoriano VALENCIA RINCÓN (1970)

- Concierto para tres pianos y orquesta en Fa mayor, K.242 “Lodron”- Wolfgang

A. MOZART (1756-1791)

- Scheherezade, Op.35- Nikolai RIMSKY- KORSAKOV (1844-1908)

Fundada en 1936, el mencionado organismo sinfónico ha ganado el Premio Latin

Grammy en 2 oportunidades (2014 y 2023). Realiza 5 series de conciertos en Bogotá y

otras ciudades. Ofrece entre 70 a 80 conciertos anuales y colabora con artistas

colombianos e internacionales. Asimismo, también realiza producciones de ópera y

ballet. El argentino- israelí Yeruham Scharovsky es su director titular desde 2023 y su

presentación en el Colón forma parte de una gira latinoamericana que abarca

presentaciones en el Teatro del Bicentenario (San Juan) y en San Pablo (Brasil).

Desde la tradicional afinación de instrumentos a cargo del concertino Leónidas

Cáceres Carreño pudo apreciarse una orquesta muy bien afinada y afiatada. Con un

orgánico prácticamente completo, el organismo sinfónico hizo su presentación con la

Obertura Mestiza de Valencia Rincón, obra que fusiona ritmos folklóricos locales

(pajarillo, danzón, soca, bambuco) con melodías de influencia europea -que remeda

ligeramente a Vaughan Williams-. Es uno de los compositores latinoamericanos más

reconocidos en el mundo por el tratamiento del lenguaje sinfónico para bandas y su obra

goza de inmensa popularidad. La orquesta brindó una versión muy precisa de esta obra,

que posee una muy buena línea melódica, donde los instrumentos de percusión (güiro,

maracas y tambor) remedan los sonidos de la selva, mientras que las cuerdas muestran

la influencia europea.

Dentro de la abundante y variada producción mozartiana para el repertorio

pianístico, el Concierto para tres pianos en Fa mayor, K.242 se representa en muy

escasas ocasiones. Fue compuesto en 1776 y recibe el sobrenombre de “Lodron” en

memoria de las hijas de la condesa Antonia Lodron (Aloysia y Giuseppa), ya que fueron

las destinatarias de su primera interpretación junto al compositor. Consta de tres

movimientos (Allegro, 4/4/ Adagio en Si mayor, 4/4/ Rondó: tempo di minuetto, 4/4),

que fueron interpretados en el movimiento inicial por los tres pianos al unísono.

Posteriormente y, a medida que avanza la obra, el piano central sostiene la melodía,


mientras que los otros dos ejecutan variaciones sobre el tema principal. Ha sido muy

interesante observar que Tomer Lev -quien se desempeña como docente y pedagogo de

la Escuela de Música Buchmann- Mehta en la Universidad de Tel Aviv y, a su vez, es

maestro de Berenika Glixman y Nimrod Meiry- Haftel en dicha academia- dirigía a sus

discípulos en forma paralela, así como Yeruham Scharovsky hacía lo mismo con la

orquesta. Si bien los tres pianistas tuvieron un desempeño muy preciso y parejo, una

pudo apreciar la superioridad de Berenika Glixman desde todo punto de vista:

excelentes pulsación y digitación, precisión en las entradas y perfecta ejecución de

trinos, arpegios y tresillos. Por su parte, Nimrod Meiry- Haftel se destacó por su calidad

interpretativa en el 3° movimiento, con una excelente ejecución de trinos y cadencias.

La orquesta supo acompañarlos perfectamente y hubo numerosos aplausos y vítores tras

su interpretación, lo que motivó al Ensamble Multipiano a realizar un bis: Vals a seis

manos de Rachmaninov, que sonó romántico y preciso. Tras los aplausos, los pianistas

se retiraron sumamente satisfechos y agradecidos.

Como obra de fondo y, con un orgánico prácticamente completo, la orquesta

brindó una versión muy buena de la celebérrima Scheherezade, Op.35 de Rimsky-

Korsakov, donde Scharovsky tuvo una muy buena marcación en las entradas y un

manejo de los tempi que, si bien fue correcto, sonó algo ralenteado por momentos en

los 4 movimientos que integran esta famosa suite (El Mar y el viaje de Simbad: Largo e

maestoso-Allegro non troppo en Mi mayor/ La historia del Príncipe Kalendar: Lento-

andantino- Allegro molto- con moto en Si menor/ El joven príncipe y la joven princesa:

Andantino quasi allegretto- Pochissimo piú mosso- Come prima- Pochissimo piú

animato en Sol mayor/ Festival en Bagdad. El mar. El barco se estrella contra un

acantilado coronado por un guerrero de bronce: Allegro molto- vivo- Allegro non

troppo maestoso en Mi mayor). Quizás, una esté habituada a escucharla con un tempo

algo más rápido en el 3° movimiento. Más allá de esto y alguna que otra nota fallida, la

agrupación cuenta con muy buenos solistas instrumentales -gran actuación del ya

mencionado concertino y de la arpista Melva Bibiana Ordóñez Velandia- y el público

aplaudió fervientemente al final de la obra. Esto motivó a Yeruham Scharovky a tomar

un micrófono para manifestar su agradecimiento al Director General y Artístico del

Colón -Jorge Telerman- y al público. Se encontraba inmensamente feliz no sólo por

estar nuevamente en el país que lo vio nacer, sino también por el éxito obtenido. Por lo

tanto, decidió hacer dos bises de cumbia sinfónica: Colombia, tierra querida de Lucho

Bermúdez -en arreglo de Félix Morgan- y Yo me llamo cumbia, de Toto La Momposina.

El clarinete y el trombón solistas se acercaron al proscenio luciendo los sombreros

típicos del país y ejecutaron sus variaciones de manera impecable. Fue el punto más alto

de la noche y tanto el director como los músicos se retiraron sumamente aplaudidos.

La última vez que Scharovsky visitó la Argentina al frente de la Sinfónica de

Jerusalén, también estuvo muy satisfecho y pleno de felicidad. No sólo ha vuelto a estar

feliz, sino que esta vez, con todo el chévere de la tierra colombiana.


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