viernes, 9 de septiembre de 2022

 

Estupenda reposición de “ONEGUIN” a cargo del Ballet Estable del Colón

 

DE AMORES CONTRARIADOS Y REVANCHA FINAL

Martha CORA ELISEHT

 

            Quizás, el poeta ruso Alexander Pushkin (1799-1837) nunca hubiera imaginado que su novela EUGÈNE ONEGUIN gozara de tanta popularidad. Fue escrita originalmente en verso entre 1823 y 1831 y, tras la muerte del poeta en un duelo con el mariscal francés George D’Anthés en 1837, Piotr I. Tchaikovsky (1840-1853) compuso su ópera homónima con libreto de su hermano Modest y Konstantin Shilovski respetando el drama original de Pushkin. Posteriormente, el coreógrafo sudafricano John Cranko (1927-1973) creó su ballet ONEGUIN en 1965, cuando era director del Ballet de Stuttgart con música de Tchaikovsky, pero con una particularidad: no utilizó ninguno de los temas de la ópera, sino una serie de melodías del compositor ruso seleccionadas y orquestadas por Kurt Heinz- Stolze. Cranko realizó una revisión de su obra en 1967 y es la que se representa en la actualidad.

            El estreno local de ONEGUIN se produjo sobre el escenario del Colón en 1979 a cargo del Ballet de Stuttgart dirigido por Marcia Haydée, con la participación de Richard Cragun y ella misma en los roles protagónicos, alternando junto con Birgit Keil y Vladimir Klos. Posteriormente, el Ballet Estable del Colón lo incorpora a su repertorio en 1985 y dentro de la temporada de ballet, su actual director -Mario Galizzi- decidió suplantar LA FILLE MAL GARDÉE (La Hija Malcriada) por este clásico, que se representa sobre el escenario de nuestro mayor coliseo desde el 1° al martes 13 del corriente, con escenografía de Pier Luigi Samaritani, vestuario de Roberto Guidi di Bagno, iluminación de Rubén Conde, reposición coreográfica de Thierry Michel y supervisión de quien fuera un gran intérprete de este rol: Tamas Dietrich -actual director del Ballet de Sttutgart, quien supo brillar sobre el escenario del Colón-. La dirección musical estuvo a cargo de Tara Simoncic al frente de la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires.

            Quien escribe asistió a la función correspondiente al Abono Nocturno del pasado miércoles 7 del corriente, con el siguiente reparto: Martí Paixá (Oneguin), Elisa Badenes (Tatiana), Rocío Agüero (Olga), Jiva Velázquez (Lenski), Gerardo Wyss (Príncipe Gremin), Claudia Pereyra Sábato (Madame Larina), Norma Molina (Nodriza) y Julieta Lerda (reflejo en espejos- actos I y III).

            La escenografía y el imponente vestuario diseñado por Guidi di Bagno para las escenas en la casa de campo de Madame Larina -madre de Olga y Tatiana- y en el palacio del Príncipe Gremin brindaron el marco ideal para el desarrollo de la trama. Mientras casi todos los personajes principales realizan cambios de vestimenta, el único que permanece inalterable es el protagonista -ataviado con traje negro, demostrando su carácter de aristócrata arrogante, despectivo y hedonista-. Los cambios de escena se lograron mediante telones negros y efectos de iluminación. Quizás, el mayor logro radicó en los reflejos en el espejo de los Actos I y III, donde aparece la imagen de Tatiana antes de quedarse dormida soñando con el hombre que ama (escena de la carta) y posteriormente, la de Oneguin implorando por Tatiana (escena del boudoir), mientras ella lee las cartas de amor que éste le envía. Todo es brillo y luminosidad en las primeras escenas de cada uno de los tres actos y oscuridad y penumbra en las segundas (habitación y sueño de Tatiana, duelo entre Oneguin y Lenski y escena final), logrando una perfecta puesta en escena.

            El Ballet Estable descolló en las principales escenas de conjunto (gopak del 1° Acto, vals y mazurka del 2° y la polonesa del 3°), con una impecable coordinación de movimientos y suma elegancia. Julieta Lerda brindó una excelente imagen en espejo de Tatiana junto a Elisa Badenes, mientras que Norma Molina y Claudia Pereyra Sábato encarnaron correctamente a la nodriza y Madame Larina respectivamente. Por su parte, Gerardo Wyss se destacó como el Príncipe Gremin, con seguridad, firmeza y perfección en las escenas de conjunto del 2° Acto y en el pas de deux junto a Elisa Badenes en el 3°. Independientemente de la pareja protagónica, la pareja formada por Jiva Velázquez y Rocío Agüero se consolida como una dupla de primer nivel. No sólo por la perfección, gracia y plasticidad en sus movimientos, sino también por la excelente conexión que existe entre ellos. Además del Colón, desarrollan su actividad dentro del Buenos Aires Ballet de Federico Fernández, donde han bailado juntos en numerosas oportunidades. Ella derrochó gracia y simpatía como la pizcueta y jovial Olga, mientras que él hizo gala de su técnica en los pas de deux, al igual que en su solo previo a la escena del duelo, donde Lenski pierde la vida a manos de su mejor amigo. También tuvo una destacada actuación desde el punto de vista actoral.

            En cuanto a la pareja protagónica, Martí Paixá y Elisa Badenes han desarrollado una carrera meteórica: en menos de 10 años se consolidaron como primeros solistas y hoy en día, son los primeros bailarines del Ballet de Stuttgart. Poseen una notoria plasticidad y expresividad para encarnar los roles protagónicos y lo demostraron con creces sobre el escenario del Colón; sobre todo, en la escena de la carta y sueño de Tatiana, donde aparece Oneguin tras el espejo y le declara su amor. Ella se lució en los developées y él, en las fouettes, ejecutadas con impecable técnica. Esta coordinación de movimientos es similar en la escena final (escena del boudoir), donde un arrepentido Oneguin suplica e implora desconsoladamente por el amor de Tatiana, pero ella lo rechaza, dada su condición de mujer casada. Desde el punto de vista histriónico, Martí Paixá brindó una sublime transformación del protagonista, mientras que Elisa Badenes también realizó una excelente metamorfosis de su personaje.  De ser una joven campesina ingenua y romántica despechada, pasó a ser una mujer amada y poderosa, quien posee la fortaleza suficiente para rechazar al hombre que ama. Al terminar la función, el público los ovacionó, al igual que a Tara Simoncic, quien realizó un magnífico trabajo al frente de la Filarmónica. Es una de las mejores directoras de orquesta acompañantes de ballet y especializada en el tema.

            A juicio personal de quien escribe, la decisión de reponer este ballet por parte de Mario Galizzi fue sumamente acertada por varios motivos. Por empezar, la coordinación en las escenas de conjunto por parte del Ballet Estable, con movimientos sumamente precisos. Y siguiendo con la incorporación de solistas de notable nivel al rango de suplentes de primeros bailarines, brindando oportunidad a gente joven y talentosa en los roles principales y secundarios. Una gestión que está rindiendo muy buenos frutos y cuyos resultados se aprecian cada vez que la compañía y sus integrantes aparecen en escena, engalanada por la participación de figuras internacionales. En este caso, para narrar una historia de sentimientos tan contrariados como la vida misma.

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