Muy buen concierto del ciclo
Scriabin en el foyer del Teatro Argentino de La Plata
MUCHO
TALENTO PARA UNA SALA CHICA
Martha
CORA ELISEHT
Donato
DECINA
Uno
de los grandes eventos en materia de música sinfónica durante el transcurso del
corriente año es el rescate de las sinfonías de Alexander Scriabin (1872-1915)
por parte de la Orquesta Estable del Teatro Argentino de La Plata, con motivo
del 150° aniversario del nacimiento de este compositor ruso. Dicho ciclo
comenzó tanto en el Teatro Argentino de la capital bonaerense como en el Centro
Cultural Kirchner (CCK), pero lamentablemente, se discontinuó en esta última
sede y, por lo tanto, el resto del ciclo sólo tiene lugar en La Plata. Quienes
escriben se dirigieron hacia allá el jueves 17 del corriente para poder
realizar la cobertura del 4° concierto correspondiente a este prestigioso
ciclo, donde la orquesta actuó en el foyer del Teatro Argentino bajo la
dirección de Diego Censabella, con la participación el violinista Nicolás
Favero como solista, en un programa integrado por las siguientes obras:
-
Concierto en menor para violín y orquesta- Jan
SIBELIUS (1865-1957)
-
Sinfonía n°4, Op.54 (“El
Poema del Éxtasis”)- Alexander SCRIABIN
(1872-1915)
Al
contemplar las dimensiones de la sala, se pudo percatar que fue demasiado chica
para contener el orgánico completo de una orquesta sinfónica en relación con el
público presente. Prácticamente, era la misma cantidad de músicos que de asistentes.
Si se tiene en cuenta la poderosa orquestación que lleva la obra de Scriabin
(cuerdas, 2 arpas, 3 flautas + piccolo, 3 oboes + 1 corno inglés, 3
clarinetes + 1 clarinete bajo, 3 fagotes + 1 contrafagot, 8 cornos, 5
trompetas, 3 trombones + 1 trombón bajo, tuba, timbales, tambor bajo, címbalo,
triángulo, campanas, celesta y órgano (que puede reemplazarse por armonio)), no
era el ámbito más propicio para la ejecución de dicha sinfonía. Por otra parte, también llamó la atención que
los músicos tocaran con ropa informal en vez del tradicional traje para los caballeros
o vestido negro para las damas. Se lo interpretó como ¿una señal de protesta al
verse relegados a actuar en un ámbito reducido, o por otro motivo?....
Datado de 1903, estrenado "de apuro" en 1904 con escaso suceso y revisado y reestrenado en Berlín en 1905 por la Orquesta Estatal de esa Ciudad dirigida por el mismísimo Richard Strauss , el Concierto para Violín y Orquesta en Re menor inició luego de ese reestreno un largo derrotero por todas las salas de conciertos en el mundo convirtiéndose así en una obra capital que debe integrar el repertorio de un buen interprete de dicho instrumento. Su permanente diálogo solista/orquesta, sus extensos discursos reservados al interprete, la fuerza de la música que se pone de manifiesto en los movimientos "de punta", son características que entusiasman a los oyentes más avezados para concurrir a las salas y apreciar la interpretación en vivo. Miembro de una familia de estrecha ligazón con la música, y Concertino titular de la Orquesta Estable del Teatro Argentino de La Plata, Nicolás Favero (quién días atrás ofreciera en Buenos Aires una muy buena versión del Concierto para Violín y Orquesta nº 2 "A la Memoria de un Angel" de Alban Berg), fue ahora el encargado de asumir el desafío de ser el solista de tan magna página.
Con técnica impecable, refinado sonido, momentos de verdadero "canto" y formidablemente acompañado por Diego Censabella y la Orquesta Estable, Favero construyó una muy buena versión alcanzando picos de alto vuelo interpretativo. El resultado fue una versión sumamente homogénea y rica en calidad, por lo que el público que ocupó las localidades disponibles del foyer (un poco más que la cantidad de músicos que intervinieron en este programa) estalló en una merecida y sostenida ovación que premió la labor del solista y de sus compañeros de orquesta que intervinieron en esta obra.
Compuesta
en 1905, El Poema del Éxtasis es una sinfonía en un único movimiento de
1178 compases escrita en forma de sonata, que se basa en un poema de 369 versos
escritos en francés por el mismo Scriabin al comienzo de la partitura, que
sirve como guía para su interpretación, pero que no debe recitarse. Según su
autor: “El Espíritu es una creación eterna, sin motivación externa”.
Mediante este juego de palabras, Scriabin expresa que el espíritu
creativo es inconsciente absoluto de la creatividad, subordinado a una
finalidad por la cual, la creatividad es el medio que conduce a un fin: el
ritmo de la vida, que es mucho más fuerte que una rápida precipitación de
ritmos. Para ese entonces, Scriabin formaba parte de la Sociedad Teosófica de
New York -ciudad donde se estrenó esta sinfonía en 1909 bajo la dirección de
Modest Altschuler- y creía en la teosofía como un medio para la liberación del
alma. Según palabras del propio compositor: “Cuando el Espíritu alcanza la
liberación suprema de su actividad, ha roto las ataduras que lo ciñen a la
relatividad y la teología, y cuando su sustancia está completamente exhausta,
se libera hasta tal punto en toda su energía activa para llegar al Éxtasis”.
Para
traducir esta concepción en música, Scriabin empleó el método metrotécnico de
Georges Camus, quien fuera su profesor en el Conservatorio de Moscú y que se
basa en la TETRAKYS de la escuela pitagórica. Acorde a este método, la
suma de todas las partes debe ser igual al común denominador de un arreglo
simétrico. La obra consta de 6 partes, cuyo común denominador es 36: Introducción
(36 compases), Exposición (216 compases, 6 x 36), 1° Desarrollo (288
compases, 8 x 36), Reprise (144 compases, 4 x 36), 2° Desarrollo (388
compases, 11 x 36) y Coda (108 compases, 3 x 36). Este arreglo simétrico
representa la armonía universal, que prima por sobre el amor creativo y
representa la alegría de la liberación, aludiendo al éxtasis que forma
parte del título de la obra. El espíritu
está representado por la trompeta, que permite su triunfo sobre las dudas y
sombras en éxtasis de amor, mientras que las campanas y el órgano/armonio se
utilizan al final de la coda y representan la unidad profunda del hombre
y su puesto en el cosmos. Una muy digna versión de esta “sinfonía condensada”
según palabras de Diego Cenzabella, quien brindó una breve reseña sobre la obra
ante la falta de programas de mano, para que el público pudiera comprenderla. La
orquesta sonó brillante, con contrapuntos muy bien logrados, muy buen dominio
de tempi, polifonía entre las diferentes secciones de instrumentos y una
soberbia labor de la trompeta solista.
Hubiera
sido mejor que esta última obra se interpretara en una sala como la del Auditorio
Nacional del CCK o en la misma Sala Principal del Teatro Argentino, que son los
ámbitos propicios y adecuados para la ejecución n de este tipo de obras, además
de contar con un órgano. Lamentablemente, debido tanto a la imposibilidad de
traslado de la orquesta por falta de pago de seguros como a las filtraciones de
la sala principal del Argentino, no pudo llevarse a cabo en su ámbito natural.
Ojalá que las autoridades pertinentes tomen cartas en el asunto para solucionar
de una vez por todas este problema. Los artistas lo merecen tras tanto tiempo
de inactividad por pandemia.
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