domingo, 14 de mayo de 2023

 

buena representación de “DIDO Y ENEAS” en el Teatro Empire

 

ASÍ DA GUSTO

Martha CORA ELISEHT

 

            En los últimos años, el Teatro Empire, se ha convertido en un nuevo espacio para el desarrollo de la ópera independiente. Se han ofrecido espectáculos líricos inclusive durante la pandemia y constituye un espacio apto para este tipo de representaciones. En este caso, la compañía MÚSICA EN ESCENA presentó su primera propuesta de la Temporada Lírica 2023: DIDO Y ENEAS, del compositor inglés Henry Purcell (1659-1695), cuyas funciones se van a representar entre los días 6 al 20 del corriente con producción general de Silvana D’Onofrio, régie de Antonio Leiva, escenografía de Silvana D’Onofrio y Antonio Leiva, vestuario de Liliana Palacio, iluminación de Estefanía Briones Leyton, maquillaje de Lux Rondán y traducción y subtitulado de Ana María Rozzi de Bergel. Participaron la orquesta académica y el coro de la compañía, dirigidos por Silvana D’Onofrio y con la participación de los siguientes maestros internos: preparación de cuerdas a cargo de Mauricio Veber y Mario Dardis como pianista acompañante.  

            Esta cronista tuvo la oportunidad de asistir a la función del sábado 13 del corriente, con el siguiente reparto: Elisa Calvo (Dido, reina de Cartago), Germán Polón (Eneas, príncipe de Troya), Claudio Rotella (Sorceress), Martina Gioiosa (Belinda), Lorena Venegas (segunda Dama), Carolina Bejar (Primera bruja), Patricia López (Segunda bruja), María Laura Weiss (Espíritu), Matías Klemm (Marinero) y los actores Hermes Molaro (Febo) y Rocío Belén Moragues (Venus).

            La primera ópera de Purcell es, a su vez, una de las principales óperas del barroco y a su vez, está considerada como la primera ópera nacional inglesa. Fue compuesta en 1688 con libreto de Nahum Tate (1652-1715) sobre su tragedia Brutus of Alba (The Enchanted Lovers) y el Canto IV de La Eneida de Virgilio. Su estreno comercial tuvo lugar en Londres en 1700 y narra el romance entre la reina de Cartago Dido y el príncipe troyano Eneas, quien la abandona para refundar Troya por mandato de los dioses.  En realidad, es una alegoría al matrimonio entre dos monarcas – William III y Mary II- según referencia de un poema del propio Tate de 1678, que representa al rey Jack II en la figura de Eneas, quien queda aturdido y confuso por la maquinación de las Brujas – clara alusión a la iglesia católica, metáfora muy común en aquella época- para facilitar su separación de Dido, quien simboliza al pueblo británico -y a la religión protestante anglicana-. Es lo único que no aparece en el texto original de La Eneida, donde el príncipe de Troya debe refundar la ciudad por mandato de Zeus.

            Si bien hoy en día se prefiere ejecutar música barroca con instrumentos de época, no siempre se dispone de los mismos. En este caso, el trabajo realizado por Mauricio Veber y Mario Darlis en la preparación de las cuerdas y el clavecín fue impecable. Con un ensamble integrado tan sólo por 20 instrumentos ubicados fuera del foso, la labor al podio de Silvana D’Onofrio fue muy precisa, logrando un sonido de muy buena calidad.  La puesta en escena de Antonio Leiva fue muy sencilla, pero efectiva, al igual que el vestuario diseñado por Liliana Palacio: tonos claros y luminosos en las escenas donde participan los protagonistas y su séquito -predominando el blanco, dorado y verde- y oscuros en las escenas del aquelarre a cargo de las brujas. Asimismo, hubo dos parejas de baile en alusión a los marineros que zarpan prometiendo a sus amadas que van a volver, pero que jamás lo harán. Es una pena que no se mencionó en el programa de mano a la bailarina que ejecutó a la perfección los movimientos de danza en las escenas de las brujas. En la escena final y mediante un cambio de túnica, Dido se suicida íntegramente vestida de blanco, mientras que el coro aparece fuera de escena portando velas. La iluminación también fue muy efectiva y esto demuestra una vez más que, con pocos recursos y buen gusto, se puede ofrecer una puesta en escena de época respetando la concepción original de la obra.

            En esta ocasión, previamente a la obertura a cargo de la orquesta, hubo un monólogo en castellano a cargo de los actores invitados Rocío Belén Moragues y Hermes Molabo como Venus y Febo respectivamente, a modo de introducción acerca del amor y el poder. Por tratarse de un coro no profesional y con preponderancia de voces femeninas sobre las masculinas, el coro de la compañía sonó muy bien en las escenas donde intervino y en las arias a su cargo (“Fear no danger to ensure”; “Pursue thy conquest, Love” y “With drooping wings”).  Y en cuanto a los roles secundarios, hubo varias revelaciones: la contralto Carolina Bejar descolló vocal y actoralmente como la Primera Bruja, secundada por la soprano Patricia López, quien también fue otra de las sorpresas de la noche, al igual que el tenor Matías Klemm como el marinero. Por su parte, Lorena Venegas brindó una correcta interpretación de la Segunda Dama y lo mismo hizo María Laura Weiss como el espíritu que ordena a Eneas a partir inmediatamente. Bien son conocidas las dotes vocales e histriónicas de Claudio Rotella para encarar a Sorceress, pero la gran revelación de la noche fue la soprano ligera Martina Gioiosa como Belinda. Posee una voz bella, bien timbrada, caudalosa, con buen dominio para ejecutar la fioritura, gorjeos y trinos característicos de las óperas barrocas, lo que le valió un cálido aplauso por parte del público. En cuanto a los roles protagónicos, Germán Polón dio vida a un muy buen Eneas -independientemente del physique du rôle, que le sentó de perlas merced a su estatura-, mientras que Elisa Calvo hizo gala de los matices de su voz para encarnar a la reina Dido. Hubo muy buen balance vocal en las escenas de amor, de cacería y los diálogos junto a Eneas, pero el aria de mayor intensidad dramática es la célebre When I am laid in Earth (Cuando yazca bajo la tierra) hacia el final de la obra - más conocida como Lamento de Dido, quien se suicida ante el abandono por parte de su amado-. Ahí se lució en toda su plenitud antes del cierre a cargo del coro. Las actuaciones se vieron coronadas por un aplauso unánime por parte del público.

            Pese a la difícil situación económica que atraviesa el país -motivo por la cual, muchas salas han cerrado sus puertas- y a todos los contratiempos, la ópera independiente sigue conquistando espacios y abriendo puertas. Y, pese a no contar con apoyo oficial, esto demuestra que se pueden realizar muy buenas producciones con pocos pesos, talento y buen gusto. En este caso, ha sido un auténtico placer apreciar una ópera barroca con una puesta clásica, sin caer en lo descollante ni sacarla fuera del contexto dentro del cual fue compuesta.    

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