Orquesta
de Cámara con sólida directora invitada
Por Jaime Torres Gómez
La Orquesta
de Cámara de Chile, a lo largo de la actual temporada, ha
contemplado una inédita e importante presencia de mujeres directoras,
iniciándose tales presentaciones con el debut en Chile de la joven y
talentosa maestra danesa Rose Munk Heiberg.
Con una
solvente presentación en el Teatro
California de Ñuñoa -sede de la
OCCH-, Munk Heiberg demostró innata capacidad de
liderazgo musical, traducido en una atenta respuesta de la orquesta
nacional, y a la vez apreciable versatilidad estilística ante un
contrastado programa.
Siguiendo
la línea editorial de la OCCH, nuevamente se incluyeron obras de
distintos períodos y no habituales, más lo recurrentemente solicitado
por el público.
Del todo
interesante la inclusión, como primera obra, de la Obertura de “Claudine
von Villa Bella”, de Franz Schubert, al
parecer estreno local. Como parte de
lo poco conservado de la ópera homónima (sólo se dispone del primer
acto ante
la pérdida de los dos restantes), se
trata de un Singspiel (ópera con diálogos en alemán), y a la vez la
única colaboración con J.W. Goethe.
Compuesta a
los 18 años, Claudine… es parte de un
prolífico período de obras (óperas, sinfonías y misas). Y particularmente en esta obertura hay gran
originalidad de proyección desde el clasicismo
heredado hacia un temprano romanticismo. Interesante compendio anímico a partir de un intenso (casi trágico) Adagio a un jubiloso Allegro, amén de asertivas indicaciones
de dinámica y carácter.
La versión de la directora invitada tuvo pleno idiomatismo y concentrada respuesta
de los camaristas chilenos. Escrupuloso
trabajo en balances, texturas, acentos y progresiones expresivas.
Seguidamente, la reedición de “Erosión”,
del destacado compositor (y pianista) chileno Andrés Maupoint (1968), estrenada por la misma OCCH en
2019. Conforme lo expresado por el mismo Maupoint
in situ (con una didáctica
introducción de su obra), “Erosión
considera diversos procesos de composición, los cuales -a nivel micro y macro-
se van desintegrando, royendo, erosionando…”. De formidable factura, adoptando una batería
de avanzados recursos composicionales eficaces al propósito expresivo, amén de
una extrema exigencia técnica (en lo rítmico, tímbrico y colorístico), existe
pleno correlato entre las intenciones inspirativas y su discurso final, donde
lo “erosivo”, como concepto per se,
adquiere amplia esencialidad y no circunscrito a una específica singularidad. Del
todo laudatoria su nueva presentación a poco tiempo de su estreno.
Notable cometido de Munk Heiberg, comprendiendo a cabalidad
el carácter de la pieza, traducido en un comprometido trabajo con la magnífica
agrupación nacional.
Y como última obra, una excelente
versión de la Sinfonía N° 41 “Júpiter” de W.A. Mozart, de asidua
programación en casi todas las orquestas del país. Referirse a la última sinfonía mozartiana es casi
inoficioso al abundar literatura, aunque sólo destacar que se trata de obra
maestra en todo orden.
La versión firmada por la directora danesa acertó en claridad de
discurso global, con punzante rítmica (especialmente en el primer movimiento), acrisoladas
transparencias y hondas exposiciones melódicas. Sólo advertir cierto “relajo”
en el segundo movimiento, quizás producto de marcaciones a ratos no siempre
claras, aunque no decayendo del todo la trama interna de dicho segmento.
En suma, una sólida presentación a
cargo de una debutante directora en Chile, y debidamente retribuida por el
numeroso (y fiel) público congregado en el tradicional Teatro California de
Ñuñoa…
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