sábado, 27 de abril de 2024

 Muy buena reposición de “GISELLE” en el Teatro Argentino de La Plata


UN CLÁSICO QUE NUNCA PASA DE MODA


Martha CORA ELISEHT


El mito de las Willis – almas en pena de novias o mujeres traicionadas por sus

parejas muertas antes del día de su boda, que incitan a sus enamorados a bailar con ellas

hasta morir- ha inspirado a numerosos autores. El poeta alemán Heinrich Heine fue el

primero en recoger esta leyenda de la mitología eslava y mencionarlo en su libro De

l’Allemagne (1835), seguido por Alphonse Karr (Les Willis, 1852) y Ferdinando

Fontana, autor del libreto de la ópera homónima de Giacomo Puccini (Le Villi).

Precisamente, el poema de Heine servirá como fuente de inspiración a Théophile

Gauthier y Jules- Henri Vernoy de Saint- Georges para componer el ballet romántico

por antonomasia: GISELLE, con música de Adolphe Adam (1803-1856) y coreografía

de Jules Perrot y Jean Coralli, con posterior revisión de Marius Petipa (1884), que fuera

el elegido para abrir la temporada de ballet en el Teatro Argentino de La Plata-Centro

Provincial de las Artes- el pasado viernes 19 del corriente y cuyas representaciones se

llevarán a cabo en la sala Alberto Ginastera de dicho teatro hasta el próximo domingo

28 del corriente a cargo del Ballet Estable de dicha entidad, dirigido por María Fernanda

Bianchi, con dirección orquestal de Carlos David Jaimes.

La presente producción cuenta con la siguiente ficha técnica: coreografía de

Lilian Giovine (sobre la original de Perrot, Coralli y Petipa); asistencia de dirección de

ballet a cargo de Fabiana Bianchi; escenografía de Juan Carlos Greco, asistencia de

escenografía de Hernán Scianda; vestuario de Eduardo Caldirola, iluminación de

Gabriel Lorenti; asistencia de iluminación de Lautaro Rey y Nicolás Troncoso,

proyección visual de Iru Landucci y coordinación de figurantes a cargo de Teresa

Tempone.

Quien escribe tuvo la oportunidad de asistir a la función del pasado domingo 21

del corriente, con el siguiente reparto: Julieta Paul (Giselle), Bautista Parada (Albrecht),

Lisandro Casco (Hilarión), Sebastián Huici (Wilfred, asistente de Albrecht), Alejandra

Baldoni (Berthe, madre de Giselle), Darío Lesnik (Duque de Curlandia), Aldana

Bidegaray (Barthilde), Cecilia Esteban (Myrtha), Mariela Milano (primera variación de

las Willis), Cecilia Mattioli Zartmann (segunda variación de las Willis) y las parejas

formadas por Eber Palacios Sánchez/ Alice Sayuri Inuy y Marcos Becerra/ Jazmín Gude

Alonso (pas de paysans).

Este gran clásico del ballet romántico tuvo un éxito rotundo desde su estreno en

la Ópera de París (1841) merced a la música de Adam, que introduce el leitmotiv para

narrar las diferentes escenas en lenguaje musical y, al mismo tiempo, mantener la

tensión dramática y las características de los personajes. Hilarión siempre se

caracteriza por trazos de brusquedad, mientras que Berthe representa la ternura que

siente una madre por su hija. La alegría característica de los viñateros y la vendimia

contrasta con la solemnidad de los nobles, que participan de una cacería y son bien


recibidos por los campesinos. Y al final del 1° acto, los contrastes tímbricos que

caracterizan la escena de la locura de la protagonista muestran su frágil salud, que se ve

minada al sentirse traicionada por su amado y cuya efímera promesa de amor se

desvanece con la muerte. Lo mismo sucede con el mundo de las sombras en donde

habitan las Willis como fantasmas espectrales, obligando a danzar hasta morir a todo

aquel que se atreva a penetrar en el reino de la vengativa Myrtha. Sólo el amor de

Giselle y la claridad del alba salvan a Albrecht de una muerte segura y su consuelo

queda como un recuerdo en el corazón de Albrecht, ya que está condenada a ser una

Willi. Un capítulo aparte merece el pas de paysans, cuya música pertenece a Friedrich

Burgmüller y fuera incorporado desde el día del estreno. Tras la muerte de Adam, la

partitura fue revisada por Riccardo Drigo, quien incorpora la variación de Giselle del 1°

acto en 1887 y es la versión que se representa hasta la actualidad.

La presente producción contó con una puesta en escena clásica, con un muy

buen trabajo escenográfico de Juan Carlos Grecco y un vestuario adecuado de Caldirola,

con colores vivos para el 1° Acto y blanco en el segundo, donde la escena transcurre en

el reino de las Willis. Sólo Albrecht se lucirá de negro a modo de luto por la muerte de

Giselle, mientras Hilarión conserva su traje verde de cazador. También ha sido muy

buena la participación de los figurantes, quienes no sólo llevaban las insignias reales,

sino también, halcones en los brazos. Ha sido un acierto incorporar elementos de

cetrería, ya que los nobles utilizaban estas aves en sus cacerías. La excelente

iluminación de Gabriel Lorenti y la proyección de video de Iru Landucci completaron el

resto.

Las escenas de conjunto a cargo del cuerpo de baile estuvieron muy bien

coordinadas y se notó la disciplina impuesta por María Fernanda Bianchi y su equipo de

asistentes coreográficos. Lo mismo sucedió con los roles secundarios, donde todos los

participantes pudieron lucirse. Por su parte, la dirección de Carlos David Jaimes fue

magistral, con un muy buen dominio de los tempi y, fundamentalmente, la adaptación de

la orquesta al ritmo del bailarín. Más aún, en este caso, donde los constantes cambios de

estados de ánimo por parte de los principales protagonistas requieren de una precisión

absoluta en la coordinación musical, cosa que se logró perfectamente.

El rol protagónico estuvo a cargo de Julieta Paul, una bailarina joven y talentosa,

requisitos fundamentales para encarnar a Giselle. Se lució en sus pliés, sostenutos,

panché, fouettes y, fundamentalmente, en los saltos y los dificilísimos entrechats del 2°

acto, que representan un desafío para cualquier intérprete de este rol. Sus dotes

histriónicas fueron magníficas y lo demostró sobre el escenario. Su partenaire Bautista

Parada dio vida a un muy buen Albrecht; especialmente, en la solage y los entrechats

del 2° acto, al igual que la tournée de la variación del pas de deux del mismo acto. Por

su parte, Lisandro Casco posee el physique du rôle ideal para encarnar a Hilarión:

atlético y longilíneo, descolló en la escena donde lo atrapan las Willis, mientras que

Cecilia Esteban se lució como Myrtha – un rol tan difícil como el protagónico y que

toda aspirante a étoile sueña con bailar-. A medida que transcurría el 2° acto, fue

creciendo en intensidad y fue intensamente aplaudida, al igual que las intérpretes de las

variaciones de las Willis Mariela Milano y Cecilia Mattioli Zartmann. Pero la revelación

de la función ha sido el pas de paysans a cargo de Eber Palacios Sánchez y Marcos

Becerra, acompañados por Alice Sayuri Inuy y Jazmín Gude Alonso. Estos jóvenes


bailarines descollaron por su gracia y su plasticidad, pero por sobre todas las cosas, por

su impecable técnica en el manejo de las pirouettes, fouettes y entrechats, lo que

asegura un futuro prometedor.

Luego que todos los artistas saludaron, se produjo otro hecho: la despedida de

Sebastián Huici y otro integrante del ballet del Teatro Argentino con motivo de su

jubilación, motivo por el cual se entregaron botellas de champagne a modo de obsequio

por parte de los hijos de estos artistas. Un momento muy emotivo, donde no faltaron los

aplausos ni una lluvia de pétalos de rosas. Una auténtica fiesta que marcó el inicio de la

temporada 2024 en el Centro Provincial de las Artes con este gran clásico del ballet

romántico, que nunca pasa de moda. Precisamente, porque muestra que el verdadero

amor permanece constante más allá de la muerte.

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