Excelente concierto de Manuel Hernández Silva al frente de la Filarmónica en el Colón
ACERCA DE VIRTUOSISMO, LUJO Y CALIDAD
INTERPRETATIVA
Martha CORA ELISEHT
Ante la incomprensible ausencia de un director titular, muy a menudo la
Orquesta Filarmónica de Buenos Aires (OFBA) es dirigida por prestigiosas batutas
pertenecientes al ámbito internacional, algunas de las cuales visitan rutinariamente la
Argentina. Tal es el caso del venezolano Manuel Hernández Silva, quien se presentó al
frente de la agrupación dentro de su Ciclo de Abono el pasado sábado 27 del corriente
en el Teatro Colón, con el debut en el país del violinista Robert Lakatos como solista.
El programa estuvo integrado por las siguientes obras:
- Concierto para violín n°1 en Fa sostenido menor, Op.14- Henryk
WIENIAWSKI (1835-1880)
- Glosa Margariteña (1° audición)- Inocente CARREÑO (1919-2016)
- “Un americano en París”- George GERSHWIN (1898-1937)
Famoso internacionalmente por su orquesta gitana de cuerdas, Robert Lakatos es un
virtuoso del violín e hizo su presentación sobre el escenario del Colón munido de su
Stradivarius para interpretar el mencionado concierto de Wieniawski. Mucho menos
difundido e interpretado que su homónimo en Re menor, fue compuesto en 1853,
estrenado ese mismo año por el compositor como intérprete en la Gewandhaus de
Leipzig y dedicado al rey Federico Guillermo IV de Prusia. Para aquel entonces,
Wieniawski ya era no sólo un virtuoso del instrumento, sino también un compositor
consagrado en las principales ciudades europeas. Consta de tres movimientos (Allegro
moderato/ Preghiera. Larghetto/ Rondó. Allegro giocoso), que permiten explorar todas
las facetas del instrumento en un ejemplo de virtuosismo. El Allegro moderato inicial
está escrito en forma de sonata y supera muy ampliamente en dificultad y duración a los
otros dos. Posee dos temas: uno, en ritmo punteado, de carácter dubitativo y el segundo,
en Si mayor -cuya apertura está a cargo de los cellos-, amplio y expresivo. Ambos están
ornamentados por pasajes de extrema dificultad técnica y gran virtuosismo, usando
pausas múltiples, armónicos y en la cadencia, donde se explora en forma extrema el
registro más agudo del instrumento. El movimiento lento (Preghiera) es un interludio
lírico breve en La mayor, con preponderancia de instrumentos de viento y cornos, que
desemboca en el vibrante Rondó final, donde el solista debe imbuirse de ritmo enérgico
y de pasajes de bravura. No pareció demasiado difícil para un violinista de semejantes
quilates, quien lo interpretó de memoria e hizo gala de fraseo, digitación y dominio de
la pirotecnia en materia de técnica. Por su parte, Hernández Silva dirigió a la
Filarmónica con maestría y enjundia para que todo saliera perfecto en materia de
equilibrio sonoro. Tras el estallido de aplausos y vítores, el solista interpretó una pieza
de Eugène Ysaÿe en carácter de bis. Tras tan excelsa interpretación, el Colón volvió a
rugir y el músico serbio se retiró sumamente satisfecho.
Compuesta en 1954, la Glosa Margariteña es la obra más conocida del venezolano
Inocente Carreño, donde plasma melodías tradicionales venezolanas y aires nativos en
una rapsodia basada sobre una canción tradicional (“Margarita es una lágrima”).
Además de director de orquesta y compositor, era cornista y escribe numerosos solos
para dicho instrumento en esta composición- de hecho, el corno lleva la melodía inicial,
que es posteriormente tomada por los vientos y luego, por las cuerdas hasta desembocar
en un poderoso tutti orquestal-. Con un orgánico prácticamente completo, la
Filarmónica brindó una excelente versión de esta obra, magistralmente dirigida por
Hernández Silva -quien, al final del concierto, se dirigió al público sumamente
emocionado por tener el privilegio de dirigir una obra de su país natal por primera vez
en el Colón, según sus propias palabras-. Todos los solistas de las diferentes secciones
de la orquesta pudieron lucirse, con magníficas actuaciones de Fernando Chiappero en
corno, María Cecilia Rodríguez en arpa y las cuerdas en general, encabezadas por el
concertino Xavier Inchausti y Elías Gurevich. Pero el broche de oro fue una memorable
versión de Un americano en París, donde la Filarmónica sufrió una colosal
metamorfosis, transformándose y sonando como una auténtica orquesta estadounidense.
La perfecta dirección de Hernández Silva y el manejo de los tempi dieron como
resultado final una versión de fuste, con una enjundia formidable por parte de todos los
integrantes. Desde los solos de las maderas -Néstor Garrote en oboe, Paula Llán de
Rosos en corno inglés, Matías Tchicourel en clarinete, Gabriel La Rocca en fagot, Jorge
de la Vega en flauta -quien reemplazó a Claudio Barile- y Sebastián Tozzola en clarinete
bajo-, pasando por los músicos especialmente contratados para esta ocasión -María Noel
Luzardo, Emiliano Barri y Frido Ter Beek en saxofón, Guillermo Salgado en celesta-,
Xavier Inchausti en violín y Dennis Golovin, en viola, pasando por todos los
instrumentos de percusión hasta el monumental solo de trompeta de Fernando Ciancio
que abre la parte de síncopa y jazz y el solo de tuba de Pedro Pulzován, la Filarmónica
sonó como nunca y fue una versión de lujo. Hacía mucho tiempo que una no escuchaba
una versión tan perfecta de este clásico de Gershwin, compuesto en 1928 y que logró un
éxito rotundo desde su estreno a cargo de Walter Damrosch al frente de la Filarmónica
de New York. El Colón volvió a estallar en aplausos y los integrantes de la orquesta se
retiraron sumamente satisfechos por el éxito obtenido.
Pese a todas las dificultades y a la falta de llamado a concurso para cubrir cargos
vacantes, la Filarmónica está pasando por un momento de excepcional calidad artística.
Posee la capacidad de sonar tanto como una orquesta europea o norteamericana y lo
demuestra en cada una de sus presentaciones. Si a esto se le suman solistas de primer
nivel o auténticos virtuosos, da cátedra de calidad interpretativa. “Valoren y respeten a
los profesores que la integran” fueron las palabras finales de Hernández Silva tras el
concierto. Nada más representativo para poner punto final a esta crónica.
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