El Maestro Mario Benzecry y la Sinfónica Juvenil Nacional "Libertador General San Martín" ofreciendo al público del Ciclo de Grandes Conciertos de la Facultad de Derecho una vibrante versión de la Octava Sinfonía en Do menor de Anton Bruckner. Creditos: Martha Cora Eliseht.
A VARA MAS ALTA,
RESPUESTA DE CATEGORIA
Ciclo de Grandes Conciertos de la Facultad de Derecho,
temporada 2024: Orquesta Sinfónica Juvenil Nacional “Libertador General San Martín”,
Director: Mario Benzecry. Programa: Figueiras: “La Frontera”; Bruckner: Sinfonía
Nº 8 en Do menor, Wab 108. Salón de Actos de la Facultad de Derecho y Ciencias
Sociales de la U.B.A., 06 de Abril de 2024.
NUESTRA OPINION: MUY
BUENO.
Seguramente amigos lectores habrán de preguntarse, tras leer la composición del programa de este
concierto, porqué el mismo no se realizó en el CCK, en lugar del Salón de Actos de la
Facultad de Derecho de Buenos Aires. Aparentemente hubo carencia de fechas para
ello y, al igual que ocurriera en ocasión de la interpretación de la Sexta
Sinfonía de Mahler, el recinto de la Av. Figueroa Alcorta suplió tal circunstancia
. De todos modos, recordemos que la Octava Sinfonía de Bruckner tuvo su estreno
en la Argentina en 1963, en la misma sala de la Facultad, con la Dirección de
uno de los conductores más apreciados por el público porteño de la segunda
mitad del siglo pasado: Franz Paul Decker, quien debutaba en la Argentina al
frente de la desaparecida Orquesta Sinfónica de Radio Nacional, la misma que un
par de años después estrenaría en el Colón, en velada de gala, la Sinfonía “Resurrección”
de Mahler.
Tras unas palabras
del Mtro. Juan Carlos Figueiras, Coordinador del Ciclo de Conciertos, en donde
hizo hincapié en la severidad de la situación reinante en la casa de estudios,
producto de las restricciones presupuestarias impuestas por el Gobierno
Nacional y exhibir las virtudes del
sistema universitario argentino, consecuencia de la reforma de 1918 en lo que
hacen a la gratuidad de la enseñanza y de apertura en cuanto a la extensión
cultural, el Mtro. Benzecry ingresó a la sala para comentar las aristas salientes
del programa a interpretarse, tras lo cual, los jóvenes músicos ingresaron a la
sala ante el aplauso del público para atacar en primer término con “La Frontera”
del propio Maestro Juan Carlos Figueiras, revelando una vez más las cualidades de este trabajo que destaqué en mi comentario
del anterior concierto en el que se produjo su estreno mundial, comisionado por
el Mtro. Benzecry y la Orquesta para celebrar el trigésimo aniversario de la
creación del Organismo.
Tras esta primera obra, pasamos al plato
fuerte que es ese verdadero “Pezzo Grosso” llamado Octava Sinfonía en Do Menor
de Anton Bruckner. Como siempre en estos casos, surgen todos los interrogantes
y expectativas que se formulan ante cada interpretación. En mi caso particular,
uno de ellos lo constituyó el hecho de ver a los jóvenes (al menos en mi caso
por primera vez) interpretar en las tubas wagnerianas y cuál sería la respuesta
a ello. También preguntarse qué versión se emplearía (sabido es que Bruckner,
víctima de su propia inseguridad, daba más importancia a las opiniones de sus
allegados en lugar de confiar en su intuición y en su propia música) y, por
sobre todo, el resultado final del producto ofrecido. También debo recordar que
en el análisis que efectué de la obra el año pasado, en ocasión de su
interpretación por la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires, señalé la incidencia
que tuvo en el compositor la entrevista de Olomoc (Olmutz en esa época) entre
el Kaiser Guillermo II, el Zar Nicolás II de Rusia y el Emperador Franz Joseph
de Austria que puso fin a las tensiones entre esas naciones evitando la entrada
en guerra entre ellas y el rol que Bruckner le asignó en su música a un
simpático personaje de la campiña austríaca: Miguel, quién para él sería el
mensajero de lo surgido en dicha entrevista. Como consecuencia de todo ello, la
imponente coda final con que la obra concluye, para un hombre de fe cristiana
como Bruckner, debe ser interpretada como una acción de gracias a Dios por el hecho
de que la conflagración fue evitada. Párrafo aparte lo constituye el momento más
impactante de toda la producción Bruckneriana: el Adagio que constituye el
tercer movimiento, en el que sin ninguna
duda se muestra tal cual es. Partiendo de su reconocida introspección, su música
es una verdadera catarsis en donde expone a flor de piel sus sentimientos y en
donde las tubas wagnerianas en la re-exposición del tema principal llevan la música
a un final conmocionante.
En los últimos
tiempos, la versión que se empleó para este monumental trabajo es la
definitiva, revisada por la editorial Leopold Nowak, la que incluye cortes
abruptos en los dos últimos movimientos. Sin embargo, luego de escuchar la presente
interpretación, estoy convencido de que se empleó la otra versión, publicada
por la editorial Robert Haas, la que a mi juicio ofrece un discurso más
coherente en el ya mencionado “Adagio” y en el ”Finale” que cierra la composición. El
Concierto fue ofrecido a la memoria del clarinetista Carlos Céspedes, fallecido
en la víspera del concierto, miembro fundador e instructor de su instrumento en el conjunto juvenil.
La interpretación escuchada tuvo momentos de
altísimo vuelo interpretativo con una cuerda en verdadero “estado de gracia”,
vientos de estupenda prestancia, una solvente percusión y bronces a los que por
tratarse de un conjunto formativo se les puede tolerar algunas imprecisiones,
las que en nada afectaron al espíritu de la obra. La carga dramática del
movimiento de apertura, el “Scherzo” que lo continúa en donde Bruckner traza el
retrato de “Miguel” junto a su bellísima sección central, la que pareciera
prolongarse en la belleza del “adagio” que le sigue y el paso de la tensión a
la alegría en el “Finale” fueron expuestos de manera muy noble.
Un momento de tensión
surgió durante la interpretación del tercer movimiento ya que una espectadora
presa de una situación nerviosa se plantó frente al escenario intentando interrumpir
el concierto, ante el estupor y enojo del Mtro. Benzecry junto a la sorpresa de
los espectadores. Personal de seguridad
y miembros de la Policía de la Ciudad junto al Maestro Figueiras intentaron
retirar a la espectadora. Sin embargo, el propio Maestro persuadió a la señora quién se sentó en
primera fila, y ya tranquilizada presenció el resto del concierto. Se debió interpretar
“da capo” el tercer movimiento, el que surgió mejor aún desde las entrañas del
conjunto dando pruebas de superar también momentos de extrema preocupación.
El saldo final es el de
un muy interesante trabajo, con instantes de logros plenos y de una Orquesta
que supera la valla cada vez más alta que su Director le impone. Eso es trabajo,
no existen los secretos y misterios.
Donato Decina
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