miércoles, 22 de mayo de 2019


Ecos del Concierto de la Filarmónica en el Colón, bajo la batuta de Emmanuele Baldini

UN CONCIERTO MEDIOCRE Y UN SOLISTA DESLUCIDO
Martha CORA ELISEHT

            Se dice que el título de una nota periodística es la mejor síntesis de la misma. Y eso fue, precisamente, lo que sucedió el pasado jueves 16 del corriente dentro del Ciclo de Abono de la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires en el Teatro Colón, bajo la dirección del italiano Emmanuele Baldini, quien –a su vez- fue solista en el Concierto nº 1 para violín y orquesta en Si bemol mayor, K.207 de Wolfgang Amadeus Mozart (1756-1791). El concierto se completó con las siguientes obras: la Sinfonía Burlesca en Sol mayor de Leopold Mozart (1719-1787) y la Sinfonía nº4 en Do menor, D.471 (“Trágica”) de Franz Schubert (1797-1828).
            No es la primera vez que Baldini pisa los escenarios de Buenos Aires, ya que ha dirigido en más de una oportunidad a la Orquesta Académica de Buenos Aires y a la del Instituto Superior de Arte (ISA) del mencionado teatro. Esta vez le tocó demostrar sus dotes de director de orquesta de cámara para la ejecución de la mencionada obra de Leopold Mozart –de quien este año se cumple el 250º aniversario de su nacimiento-, con un grupo reducido compuesto por dos violas, dos violines, cuatro cellos, un contrabajo y un fagot. Sus cuatro movimientos (Sinfonía/ Hanswars- Minuetto/ Il Signor Pantalone- Andante y Arlecchino- Allegro) toman sus nombres de personajes cómicos del teatro alemán y de la Comedia dell’Arte, respectivamente. De ahí deriva su mote y se caracteriza por ser una obra fresca, de carácter animado y distendido. Fue una versión correcta, donde Baldini brindó una buena marcación de los tempi y un sonido preciso, pero carente de emoción, que no se correspondió con el título de la obra. Si bien contó con una orquesta más amplia para la ejecución del citado Concierto para violín de W.A. Mozart, dio la impresión que estaba más concentrado en la dirección que en la interpretación del instrumento solista –pese a que contó con la invalorable presencia de Xavier Inchausti como concertino invitado, en reemplazo de Pablo Saraví-. Es un concierto donde no existe una integración entre el instrumento solista y la orquesta, sino una alternancia entre ambos -al estilo del barroco italiano-. Sin embargo, fue una interpretación floja, deslucida e impura, donde Baldini cometió numerosos errores en las notas agudas –donde por momentos, sonaron chirriantes-, no logrando ese sonido prístino característico del universo mozartiano. Baste recordar la excelente versión ofrecida por el inolvidable Uto Ughi en el Colón en la década del ’80 junto a la Filarmónica del mencionado concierto. Fue una cátedra de exquisitez y buen gusto, donde el espíritu de Mozart brotó en su máxima expresión (cosa que no sucedió durante la presente versión).
            Pese a ser lo mejor de la noche, la versión de la Sinfonía nº4 (“Trágica”) de Schubert tampoco pasó desapercibida. Si bien la orquesta logró un sonido compacto, faltó emoción en el Allegro vivace que sigue al Adagio molto en el 1º movimiento, que debe sonar con mucho énfasis, acorde a las especificaciones puestas por el compositor. Sonó algo mejor en el Andante del 2º movimiento y en el Menuetto- Allegro vivace del 3º, pero sin lograr la efervescencia característica de esta obra. Por el contrario, se trató de una versión correcta desde el punto de vista instrumental y el equilibrio sonoro, pero de escaso vuelo y lirismo.
            Si bien quien escribe no se encuentra tan familiarizada con esta última obra respecto de las Sinfonías nº 4 de otros compositores, no deja de considerarla bellísima. Y, precisamente por dicho motivo, hay que resaltar la belleza de su sonido con una versión dinámica, romántica y apasionada, y no con una versión tibia y plana.  En resumen: lo más flojo de la Filarmónica que una apreció durante el transcurso del corriente año.

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