viernes, 10 de mayo de 2019


Magnífica interpretación de Horacio Lavandera junto a la Filarmónica

EL ROMANTICISMO EN SU MÁXIMA EXPRESIÓN
Martha CORA ELISEHT

            El pasado jueves 9 del corriente tuvo lugar en el Teatro Colón el 5° Concierto correspondiente al Ciclo de Abono de la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires, bajo la dirección de Roberto Minczuk, con la participación como solista de Horacio Lavandera al piano, con un programa compuesto íntegramente por obras de Franz Liszt: el Concierto n° 1 en Mi bemol mayor para piano y orquesta, S.124 y la Sinfonía “Dante”, S.109. Para la interpretación de esta última obra se contó con la participación del Coro de Niños del teatro, bajo la dirección de César Bustamante.
            El  Concierto n° 1 para piano y orquesta es una obra maestra de virtuosismo y lirismo. Compuesto en 1855, se estrenó ese mismo año en Weimar bajo la dirección de Héctor Berlioz, con el compositor como solista al piano y tuvo un suceso rotundo. Sus cuatro movimientos se ejecutan “attaca” (es decir, sin interrupción) y se lo conoce vulgarmente como “el concierto del triángulo”, ya que este pequeño instrumento de percusión indica el cierre del 2° y el inicio del 3° movimiento. Si bien es una obra de corta duración, no por ello deja de ser una obra maestra. Horacio Lavandera ofreció una versión sublime, que sonó perfecta desde los primeros compases del Allegro maestoso con el que se abre el concierto. Una vez más dio muestras de su prestigiosa pulsación y digitación, donde los trinos, arpegios, arabescos y otros elementos de técnica pianística fueron de una maestría y destreza absolutas. Lo mismo sucedió ante los tutti orquestales, donde se logró un equilibrio sonoro perfecto entre el solista y la agrupación. La Filarmónica demostró lo que es capaz de hacer, logrando un sonido puro, donde los solistas de las diferentes secciones de instrumentos que integran la misma demostraron un excelente nivel. La dirección de Minczuk fue soberbia y logró una estupenda versión, que recibió numerosos aplausos por parte del público.
            Debido a la ovación recibida, Horacio Lavandera ejecutó un bis: en este caso, una Paráfrasis del 3° Acto de “LOHENGRIN” (Preludio y Marcha Nupcial), de Liszt, donde las melodías wagnerianas sonaron a la perfección. Naturalmente, se retiró en medio de un ferviente aplauso por parte del público.
            Durante la segunda parte del concierto se ejecutó la Sinfonía “Dante” de Liszt. Basada en La Divina Comedia del gran autor italiano, consta sólo de dos movimientos: Infierno y Purgatorio. Dentro de este último, se incluye el Magnificat, que es interpretado por coro femenino- que fue reemplazado por coro de niños en la presente versión- . El primer movimiento abre con un aterrador vórtice –que marca en los bronces el descenso a los infiernos, seguido por las cuerdas- en un impresionante color y cromatismo orquestal. Inversamente, el segundo movimiento comienza haciendo alusión al romance de Paolo y Francesca –Adagio en cuerdas y flautas, repicado por las arpas-, para luego retornar a los motivos infernales, hasta que la entrada del órgano (fuera de escena) da lugar al Magnificat, a cargo del coro, que culmina con un brillante Hallelujah en tono mayor, reforzado por el forte final. Roberto Minczuk brindó una versión estupenda, brillante en todos los sentidos, donde se respetaron los tempi de la partitura original, logrando muy buenos efectos sonoros – particularmente, el descenso a los infiernos y el pasaje del Infierno al Purgatorio-. Fueron notables las intervenciones de todos los instrumentos solistas –muy buen inicio mediante el juego de doble timbal, a cargo de Juan Ignacio Ferreiros y Juan Ringer- , destacándose los bronces –Fernando Chiappero en corno y los tres trombones- y las maderas –Mariano Rey en clarinete, Sebastián Tozzola en clarinete bajo, Natalia Silippo en oboe y Gertrud Stauber en fagot- al igual que el Coro de Niños, que sonó espléndidamente. Un muy buen trabajo de la Filarmónica y un excelente cierre de concierto.
            Era la primera vez que esta última Sinfonía se tocaba en el Colón. La primera audición de la misma fue en 1986 en el Auditorium de la Bolsa de Comercio de Buenos Aires, a cargo de la Orquesta Sinfónica Nacional dirigida por Kazuhiro Koizumi, con la participación de voces femeninas del Coro Polifónico Nacional, dirigido por Roberto Saccente.  A diferencia de su antecesora, esta primera audición en nuestro mayor Coliseo fue diametralmente opuesta, donde la Filarmónica brilló con luz propia bajo la batuta de una gran director latinoamericano, sonando como una orquesta europea. Ojalá que no haya que esperar algo más de tres décadas para que obras como esta puedan apreciarse más seguido.

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