lunes, 11 de octubre de 2021

 

DE LA MANO DEL REFINAMIENTO Y DEL BUEN GUSTO

 

Teatro Colón, temporada 2021: Concierto a cargo de la Orquesta Estable: Director: Rodolfo Saglimbeni. Solista: Mariana Rewerski (Mezzosoprano). Programa: Obras de Elgar y Ravel. 10 de Octubre de 2021.

 

NUESTRA OPINION: MUY BUENO

 

  Un programa muy bien armado y balanceado fue el que el Teatro Colón confió a su Orquesta Estable para esta serie de conciertos del mes de Octubre. En esta oportunidad, la Dirección fue asumida por el muy buen Maestro Venezolano Rodolfo Saglimbeni (TItular de las Sinfónicas Nacional de Chile y de la Universidad Nacional de Cuyo), quien debía venir para ello en el pasado mes de Agosto, pero al hallarse en esos momentos en la hermana nación trasandina y dadas las restricciones y medidas que Ntro. Gobierno Nacional mantenÍa en vigencia en ese tiempo por el tema Covid-19, no pudo hacerlo en ese momento y por fin ahora pudo concretarse su visita.  Debo decir que la elección no pudo ser más acertada. Su forma de preparar y concertar las obras, su buen gusto, expresividad, gestualidad y comunicación con Orquesta y Solista, hicieron de esta presentación un hito en sí misma.

 

  Ya desde el comienzo, Saglimbeni guió con mucha precisión al conjunto en tres canciones de Edward Elgar orquestadas para cuerdas, de las cuales la última de las ofrecidas “Salut d’amour” de 1888, dedicada al mejor estilo Wagner como presente musical a quien sería su esposa, es la más conocida. Previamente se interpretaron las que conforman el op. 15 de su producción “Chanson d’matin” y “Chanson d’nuit” éstas ya de 1897. En todas ellas se encuentran las dos características centrales del gran creador Inglés, su férrea adscripción a los cánones del post-romanticismo y, dentro de ello, el empleo de melodías de esencia típicamente inglesa. Ei Director extrajo todo lo mejor de la cuerda de la Estable (la expresión más acabada fue justamente “Salut d’amour”) y queda la puerta allí abierta para ver a este notable interprete (¿porque no?), en uno de los mayores trabajos de Elgar, la Sinfonía Nº 1, de la que entiendo puede ser uno de sus mejores traductores.

 

  Entrando de lleno a las obras de Maurice Ravel y con el concurso de la Mezzosoprano Mariana Rewerski, se ofreció una exquisita versión de “Tres Poemas de Stéphane Mallarmé”. Podría decirse respecto a la orquestacion que se emplea en esta obra (como muy bien lo explica Luciano  Marra de la Fuente en sus comentarios del programa) compuesta por cuarteto de cuerdas, dos clarinetes, dos flautas y piano, tiene su origen en Arnold Schönberg con su “Pierrot Lunnaire” (1912), lo continúa Igor Stravinsky para sus “Tres poesías líricas japonesas” y por la referencia que este último le hiciera a Ravel en 1914, se llega con la misma a esta obra del gran creador galo. Ravel escogió tres poemas: “Souphir” (dedicado a Stravinsky), “Placet futile” (dedicado a Florent Schmitt) y “Surgi de la croupe et du bond” (dedicado a Erik Satie). El texto de cada poema motiva a Ravel a plasmar en el pentagrama toda una serie de sonoridades, timbres, sutilezas y climas que verdaderamente atrapan  al oyente. El trabajo de verdadera orfebrería que Saglimbeni realizó junto a los músicos de la Estable, se inscribe entre los mejores que se haya escuchado en los últimos tiempos y si le agregamos las extraordinarias intervenciones de Mariana Rewerski, siempre seguras, con exquisito manejo de la voz, su reconocida dicción francesa y el apoyo que provee su gestualidad, damos cuenta así de la categoría de la versión ofrecida. También fue impecable la labor del flautista Jorge de la Vega con estupendas intervenciones solistas. Lamentablemente gran parte del clima logrado se vio opacado por un sector del público evidentemente novato, el que permanentemente aplaudió fuera de lugar y que debe llamarnos a la reflexión sobre qué debe hacerse para formarlo, educarlo  y que esté preparado para que disfrute por igual junto a los habitués de la experiencia del concierto en vivo. Ocurrió lo mismo durante gran parte de la versión posterior de “Mi Madre la Oca”, que como verán después también rayó en la excelencia. Las autoridades del Colón deberían tomar nota de esto que viene aconteciendo en los últimos diez años con cada vez mayor frecuencia y que ya comienza a molestar a una porción cada vez mayor del público fiel de la sala.

 

   Y lo ya anticipado. Pudo apreciarse la que tal vez haya sido la mejor interpretación de “Ma mère l‘oye” que se le haya escuchado a una Orquesta Argentina y esto habla de las virtudes que estamos reconociendo del Maestro Saglimbeni en el presente comentario. Fue el exacto traductor de Ravel para esta versión, que tuvo el aditamento de ser completa, ya que muchas veces (ignoro el porqué) muchos directores (alguno de ellos muy famoso) prescinden del preludio inicial en el que se anticipan (como en una obertura operística), muchas de las melodías que se escucharan durante los cinco números centrales y  que enlaza también con el tema de la apoteosis final. Puede decirse Ravel trabajó en esta obra tal como lo hizo en “Daphnis et Chloe”. Los climas logrados por Saglimbeni, su justeza en los tiempos empleados, una vez más la estupenda labor de los miembros de la Estable (si hubo algunas pequeñísimas imperfecciones, éstas en modo alguno empañan el espectacular resultado), por lo que el público asistente disfrutó  a pleno de todo el concierto,  de una Orquesta  afortunadamente recuperada a pleno, de una exquisita cantante y de un extraordinario Director a quien quisiéramos ver mucho más seguido por aquí.

 

Donato Decina

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