sábado, 11 de junio de 2022

 

Espectacular concierto de Xavier Inchausti y Baldur Brönnimann con la Filarmónica

 

LA VANGUARDIA CON MAESTRÍA, A LA ORDEN DEL DÍA

Martha CORA ELISEHT

 

            La Orquesta Filarmónica de Buenos Aires está pasando por un muy buen momento artístico, con numerosos directores de prestigio internacional dentro de su Ciclo de Abono 2022. Además, cuenta con solistas de primer nivel y fama internacional. Un buen ejemplo de ello fue el concierto ofrecido por la mencionada agrupación sinfónica en el Teatro Colón el viernes 10 del corriente bajo la batuta del suizo Baldur Brönnimann y la participación del concertino titular Xavier Inchausti en calidad de solista, junto con los cantantes Daniela Tabernig (soprano) y Alejandro Spies (bajo) en un programa comprendido por las siguientes obras:

-         Concierto n°2 para violín y orquesta, Sz. 112- Bela BARTÓK (1881-1945)

 

-         Sinfonía n°14 en Sol menor (“De Cámara”), Op.135- Dmitri SHOSTAKOVICH (1906-1975)

El director suizo es un viejo conocido de la Filarmónica y la dirigió en numerosas oportunidades, dejando una excelente impresión en el público habitué. E hizo gala de su maestría al conducir la dificilísima obra de Bartók, que representa un auténtico desafío tanto para la orquesta como para el solista. Fue compuesto entre 1937 y 1938 durante la permanencia de su autor en Europa por encargo del violinista húngaro Zoltán Székely, quien convenció a Bartók de emplear el esquema tradicional de tres movimientos (Allegro non troppo/ Andante tranquilo/ Allegro molto), pese a que el gran representante del nacionalismo musical húngaro lo hubiera estructurado en un solo movimiento (tema con variaciones). Se inicia con un bellísimo tema inspirado en aires folklóricos de su país natal, donde el violín posee pasajes de enorme dificultad técnica en fraseo, cascada, arpegios y trémolo. Le sigue un segundo tema dentro del mismo movimiento en línea cromática para lucimiento del solista hasta la irrupción final de la orquesta en el enérgico tema inicial. El Andante tranquilo sigue la concepción original de la obra -tema con variaciones- para luego desembocar en el vivacísimo Allegro molto final, donde se repiten los aires folklóricos húngaros. No sólo Inchausti lo ejecutó a la perfección, sino que el hecho de tocar este concierto tan difícil de memoria representó un valor agregado, que hizo delirar al público. El acompañamiento por parte de la orquesta fue perfecto y se logró un excelente equilibrio sonoro. Tal así fue: luego del concierto, Inchausti se vio obligado a hacer un bis: cuando todo el público escuchó el tema original de Paganini -que da el título a la célebre Rapsodia de Rachmaninov- creyó que se trataba del famoso Capriccio n°24 del mismo autor. En realidad, es un tema con variaciones para violín denominado Paganiana y pertenece a Nathan Milstein, que también tocó de memoria. Pese a que las luces de la sala se iluminaron antes -una gaffe que no encontró explicación-, el público permanecía pegado a sus asientos para escucharlo embelesado. La ovación de vítores y aplausos fue unánime para este gran músico argentino.

            El programa se completó con otra obra poco ejecutada en los tradicionales programas de conciertos: la Sinfonía n°14, Op.135 de Shostakovich, denominada “De Cámara” porque fue compuesta para octeto de violoncellos en 1969. En realidad, no se trata de una sinfonía propiamente dicha, sino de una serie de once cantos sobre poemas de diferentes autores traducidos al ruso (Federico García Lorca, Rainer María Rilke, Guillaume Apollinaire y Wilhelm Küchelbecker) para bajo y soprano, que versan sobre la muerte prematura. La elección de los autores no fue casual: García Lorca murió fusilado durante la Guerra Civil española; Küchelbecker, víctima de tuberculosis a temprana edad durante su exilio; Rainer María Rilke, de leucemia, y Apollinaire, durante una pandemia.  Debido a que Shostakovich ya había padecido un infarto, decidió rendir homenaje a todos aquellos que fallecieron en medio del dolor y la tristeza. La orquestación es para orquesta de cuerdas reducida, percusión y celesta, que brinda la oportunidad de lucirse a todos y cada uno de los solistas junto a los cantantes. Respecto de estos últimos, a Alejandro Spies le sienta de maravilla cantar en ruso. Independientemente que sea un idioma abierto y dulce, resultó ideal para su voz, acompañada en numerosos pasajes por el contrapunto del contrabajo -magistral labor de Javier Dragún-. Daniela Tabernig está pasando por su mejor momento, ya que se encuentra en plenitud vocal. Es una soprano lírica cuya voz está adquiriendo timbres dramáticos y, por lo tanto, ideal para este tipo de interpretación. Su voz también fue acompañada por el violín y el violoncello en contrapunto -excelente labor de Pablo Saraví y Benjamín Báez, respectivamente-. El acompañamiento orquestal estuvo muy bien logrado y los percusionistas Federico Del Castillo y Christian Frette se lucieron en el solo de redoblante y xilofón, al igual que la solista de celesta. Y como no podía ser de otra manera, el esfuerzo de los artistas se vio coronado con una multitud de aplausos.

            Como ya se mencionó en diferentes notas, es muy bueno rescatar este tipo de obras tan poco representadas (la última vez que quien escribe escuchó la mencionada obra de Shostakovich fue durante un concierto de la Filarmónica en 1982), al igual que incluir intérpretes argentinos de primer nivel. También sería bueno que cuando vienen orquestas extranjeras ejecutaran este tipo de obras y no quedarse solamente con Mozart, Beethoven, Mahler o Brahms. Personalmente, a una le gustaría escuchar a un solista extranjero en este tipo de repertorio. Y lo mejor de todo es que hay músicos muy talentosos en el país como para poder hacerlo.     

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