¡Bienvenido a casa, David…!
Por Jaime Torres Gómez
Luego
de varios años sin presentarse con la Sinfónica Nacional y la Orquesta
Clásica de la Universidad de Santiago (USACH), retorna David del Pino Klinge a estas
orquestas donde fungió de maestro
artístico y titular.
Como
una de las más emblemáticas batutas
latinoamericanas de las últimas décadas, Del Pino Klinge se
caracteriza por su especial carisma y
notable capacidad de gestión organizativa
de las agrupaciones que ha sido titular,
amén de sus extraordinarias capacidades
de comunicación a transversales públicos.
Sus
titularatos en Chile fueron
gravitantes, difundiendo comprometidamente nuevos repertorios (con énfasis en
la música latinoamericana, y chilena en particular) más una activa presencia, pudiendo desarrollar en profundidad las orquestas.
Asimismo, importante ha sido su labor
formativa a jóvenes generaciones de directores, varios de ellos hoy en día
con importantes carreras.
En
un lapso de una semana pudo verse a Del Pino Klinge en sendos retornos,
comenzando con una extraordinaria presentación como invitado a la Sinfónica
Nacional, constituyendo además el regreso
de la Sinfónica a su sede del Teatro
de
la Universidad de Chile desde enero,
y en un horario de mayor comodidad.
Abriendo
con una sólida versión de la “Pavana para una Infanta Difunta” de Ravel,
nuevamente Del Pino dio cuenta de su
afinidad con la música raveliana, tal
como magistralmente antaño se le viera en el Bolero, Alborada del Gracioso
o las Suites de Daphne et Cloé. Con
texturas de etérea y esfumada sonoridad (de completo idiomatismo), Del Pino delineó un discurso ora de
profunda interioridad, ora diáfana transparencia, obteniendo magnífica
respuesta de los sinfónicos.
Seguidamente,
una magnética versión del Capricho
Español de Rimski Korsakov, obra con la que David del Pino deslumbró en su primera visita a Chile en 1995, y que luego, en más de alguna
oportunidad, la volvió a dirigir. Manteniendo lo macro de su interpretación,
ahora se dio mayor quietud en los pasajes briosos más otros énfasis, y siempre
con una completa coherencia de discurso. Grandes logros en matices, balances,
colores y timbres.
Con
una impactante Tercera Sinfonía “Eroica” de Beethoven finalizó este
reencuentro con la decana orquestal
del país. Con un vivo recuerdo de la antológica
versión ofrecida en 1996, ahora,
con renovados matices, Del Pino
volvió a deslumbrar… y nuevamente
auscultando la grandeza discursiva de la Eroica.
Con
reposados tempi, más una admirable visión unitaria y sin hacerse eco de
erróneas majestuosidades, Del Pino
desentraña toda la trama interna
construyendo conceptos interpretativos
con certeros perfiles de carácter y estilo, optando por un relato asociado a
una serena intimidad. Grandes logros
en las progresiones expresivas, claridad de voces (notable el manejo del
contrapunto en el último movimiento), dinámicas, hermosura de sonido y completo
ajuste grupal. Sin duda, un retorno
triunfal a la orquesta que muy bien lideró por varios años.
A
los pocos días después se presentó como nuevo
Titular de la Orquesta Clásica de la USACH, regresando a dicho cargo después
de casi 10 años. Reconocido es el nivel
artístico de esta agrupación ante
el valor agregado de sus propuestas
programáticas más excelentes entregas, insistiéndose en la necesidad de
expandir más sus actividades dentro de la Región Metropolitana y otras
regiones.
De
especiales características programáticas, este debut como nuevo titular no constituyó una presentación
convencional, inscribiéndose en una propuesta
temática en torno a la compleja personalidad de Robert Schumann. Con
elocuencia de cátedra, Del Pino se
apoyó en un formato ad hoc con una
serie de elementos interactuantes de
apoyos gráficos y corpóreos, más la intervención de diversas personas para las
lecturas de extractos de las cartas entre Robert
y su esposa Clara, dando cuenta de un
genuino sentido pedagógico.
Del
todo inteligente la selección de los
movimientos de las sinfonías para
ilustrar musicalmente el relato
psicológico subyacente plasmado en las obras (primer movimiento de la Segunda
Sinfonía, segundo de la Cuarta y primero de la Tercera
“Renana”, más un extracto del primer movimiento del Concierto para Cello), brindándose completa
organicidad, amén de idiomáticas versiones con excelente respuesta de los
músicos. Y antes, como primera obra, una extraordinaria versión en estilo y
carácter de la Obertura de la ópera “Ifigenia en Táuride” de Gluck.
En suma, dos “regresos a casa” de David del
Pino Klinge, ameritándose máxima atención a sus próximas contribuciones en
Chile…
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