Muy buen concierto a cargo de la
Orquesta Sinfónica Nacional en el CCK
UN
MERECIDO Y SENTIDO HOMENAJE
Martha
CORA ELISEHT
Dentro
del Ciclo de la Orquesta Sinfónica Nacional en el Centro Cultural Kirchner
(CCK), hubo un concierto que se suspendió a principios de la temporada por el deceso
de uno de sus integrantes: el cornista Héctor Gerardo García, quien falleció
durante el ensayo general de dicho concierto. Por lo tanto, las autoridades de
la Dirección Nacional de Organismos Estables decidieron suspender el mismo esa
noche y postergarlo hasta nuevo aviso, hasta que se pudo llevar a cabo el
miércoles 6 del corriente en el Auditorio Nacional del CCK, bajo la dirección
de Manfredo Kraemer -en calidad de director y violín solista- y la
participación de Federico Ciancio (clavecín), quienes interpretaron el
siguiente programa:
-
Suite en Re mayor n°3,
BWV 1068- Johann Sebastian BACH (1685-1750)
-
Sinfonía en Re mayor
n°1, Wq. 183/1- Carl Phillipp Emanuel BACH
(1714-1788)
-
Sinfonía en Mi bemol
mayor, n°103 (mit dem Paukenwirbel- “la del golpe del timbal”)- Joseph
HAYDN (1732-1809)
Mientras
que en la primera de las obras comprendidas en el programa Manfredo Kraemer
actuó como solista y director desde el lugar del concertino, lo hizo
desde el podio para el resto del programa. Y previamente al inicio del
concierto, la cornista Silvia Lanzón recordó a su compañero de fila con unas
palabras alusivas a la memoria del músico, integrante de la orquesta y
fallecido súbitamente durante el transcurso del corriente año. Por lo tanto y
por dicho motivo, este concierto tuvo una relevancia especial en homenaje a su
memoria. Como no podía ser de otra manera, se lo despidió mediante un cálido
aplauso.
Acto
seguido, los músicos tomaron sus respectivas ubicaciones para interpretar los 5
movimientos de la mencionada Suite en Re mayor de Bach (Ouverture,
Air, Gavotte I y II, Bourrée y Gigue), compuesta en 1730 y donde este gran
músico compuso la parte para cuerdas y bajo continuo, mientras su hijo Carl
Phillipp Emanuel escribió las partes para trompetas, timbales y oboe y su
alumno Johann L. Krebs, las correspondientes a los segundos violines y la
viola. La disposición de los instrumentos -primeros violines a la izquierda con
contrabajos detrás, violas, cellos y oboe al centro y segundos violines hacia
la derecha, mientras las trompetas y los timbales se ubicaron al fondo del
escenario- permitió no sólo que Kraemer pudiera actuar como violín solista y
director a la vez, sino que permitió el lucimiento de los instrumentos de
cuerda, con formación de orquesta barroca. Hubo un contrapunto excelente por
parte de los primeros violines -a cargo de Manfredo Kraemer- y los segundos -a
cargo de Javiera Álvarez González- con el cello -gran interpretación de Diego
Sánchez-. La celebérrima Aria para la cuerda de Sol sonó magistralmente en
canon de primer violín, segundo violín, viola, cello, clavecín y contrabajo.
Fue la oportunidad donde el solista Federico Ciancio pudo lucirse en el
desempeño de dicho instrumento. En cambio, la Gavotte sonó algo excedida
en volumen y pese a que las trompetas tuvieron un sonido limpio, no es lo mismo
que una orquesta sinfónica toque en tempi de barroca, ni tampoco suena
igual una trompeta actual que su homónima de época. Sí sonaron muy bien la bourrée
y la gigue finales, rítmicas y acompasadas. Tras los aplausos, la
Sinfónica Nacional conservó la misma formación y se agregaron músicos para
interpretar la Sinfonía n°1 en Re mayor de Carl Phillipp Emanuel Bach. Lleva
el número 183/1 del catálogo elaborado por Alfred Wotquenne (Wq.) y forma parte
de las Seis sinfonías de Hamburgo, escritas en 1773 para el Barón von
Swieten, donde C.P.E. Bach alcanza su plenitud como compositor. Se desarrolla
en un solo movimiento con tres tempi: Presto/Lento/Rondó, con una
excelente marcación por parte de Kraemer en tempo de orquesta barroca. Los
solos de flauta y fagot estuvieron perfectamente bien logrados, al igual que el
contrapunto entre contrabajo, cello y flauta del Lento, que sonó muy
preciso e intenso.
La
Sinfonía n°103 en Mi bemol mayor (“La del golpe de timbal”) es una de
las más famosas obras de Haydn, así denominada por el solo de dicho instrumento
que abre la misma. Se trata de una obra bisagra entre las postrimerías del
estilo barroco/ rococó y el incipiente romanticismo, que forma parte del ciclo
de las Sinfonías de Londres (números 93-104 del catálogo de
Hoboken). Se estrenó en el King’s Theatre en 1795 y gozó de inmensa popularidad
desde su estreno. Consta de 4 movimientos Adagio- Allegro con spirito/ Andante
piú tosto- Allegretto/ Minuet- Trío/ Finale: Allegro con spirito, que
contienen las dobles variaciones típicas de este compositor. El solo de timbal
que abre la sinfonía y que también cierra el primer movimiento estuvo
perfectamente bien ejecutado, logrando -en forma conjunta con la orquesta- un
sonido muy compacto y equilibrado. El canon de cuerdas del 2° movimiento tuvo
un sonido muy bien timbrado, con perfecta marcación de tempi, al igual
que el solo de violín de este movimiento -muy buen desempeño del concertino Daniel
Robuschi-, que es repicado posteriormente por el oboe. La introducción del
corno en el 4° movimiento sonó muy bien, al igual que el crescendo en
ritmo de rondó-sonata. Una gran versión de una orquesta de primer nivel como la
Sinfónica Nacional para cerrar la noche.
Tras
los aplausos, Manfredo Kraemer saludó a la madre de Gerardo García, quien se
encontraba en la primera fila; precisamente, justo en el mismo lugar donde su
hijo dejó la vida mientras escuchaba a sus compañeros en el ensayo. Un justo y
merecido homenaje a un músico de primer nivel por parte de la orquesta donde debutó
se formó y participó hasta el final de sus días. Hoy en día, forma parte de la
gran orquesta que se encuentra en el cielo.
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