jueves, 6 de abril de 2023

 

Filarmónica en delirante programa…

                                                                                        Por Jaime Torres Gómez

El diseño de una programación requiere manejar una multivariada cantidad de parámetros no fáciles de armonizar…

Lo anterior reviste pertinencia referirlo para el segundo programa de abono de la Filarmónica de Santiago, con una extraña conceptualización redundada en un variable resultado global. Y si bien, en lo macro, la actual temporada de la filarmónica está bien concebida, en este caso hubo obras muy exigentes que condicionaron el normal rendimiento de la orquesta, amén de una alambicada lógica de sus relaciones internas que no brindaron coherencia global… Entonces, como axioma, una adecuada programación debiera dimensionar las capacidades reales de los cuerpos artísticos ante las propuestas impulsadas, previniendo así sobreexposiciones en lo técnico y estético.

Denominado El Rito, la batería de obras contempladas poco tenían que ver con la dimensión ritual perseguida. Además, ante un fuerte requerimiento técnico, no fue oportuno concentrar algunas piezas muy exigentes en un mismo programa. No obstante varios desajustes, la Filarmónica cumplió con profesionalismo, asimismo el trabajo de Pedro-Pablo Prudencio (su Director Residente) tuvo entusiasmo, y en momentos alto vuelo.

Abrió con una sólida versión de la Danza Macabra de Camille Saint-Saënspoema sinfónico con un obbligato del violín más una orquestación de atractivo uso de la percusión. Basada en una leyenda donde la muerte aparece a la medianoche del Día de Difuntos llamando a los muertos de sus tumbas para bailar al son del violín, luego regresan los esqueletos a las tumbas al amanecer, dando cuenta de una suerte de “rito”. Formidable desempeño del concertino Richard Biaggini más un transparente marco orquestal bien comandado por Prudencio.    

Después de 22 años llegó el Poema del Éxtasis, de Alexander Scriabin, obra que la mayoría de los actuales filarmónicos no la había abordado. Consecuente con la estética scriabiniana, el compositor avanza hacia un delirio directamente condicionado por su adhesión a la teosofía, donde la exaltación -a umbrales esotéricamente desvariados- de la creación del artista, so pretexto estar iluminado por un espíritu superior, discurre hacia una total egomanía. De atrapante factura musical, dispone de notables fluctuaciones armónicas más innegables bondades de orquestación, con exuberantes timbres y colores.

El trabajo de Pedro-Pablo Prudencio denotó escrupulosidad, plasmado en una buena entrega de los filarmónicos. Y si bien la interpretación tuvo una sonoridad pesante y de cierta austeridad colorística, empero hubo una celebrada fluidez del continuum de los contrastados estados anímicos a lo largo de las tres partes, destacándose un vigoroso empuje del epílogo en la última sección, con el debido carácter triunfal de la voluntad sobre la adversidad inherente. Importantes logros de conjunto e individuales (excelentes solos de la trompeta y violín).

Luego, en la segunda parte, hubo obras poco o nada relacionadas al carácter “ritual” esbozado en Saint-Saëns y algo en Scriabin, aunque existió organicidad temática al vincular -de manera ligada- el Preludio del Oratorio “La Creación” de F.J. Haydn con “La Consagración de la Primavera” de Igor Stravinsky, ante el “caos creativo del universo” impreso en Haydn y al comienzo de Stravinsky.  

Con erráticos resultados interpretativos y de ejecución, se destaca una empoderada versión del Preludio de La Creación, viéndose cómodamente a Prudencio en este repertorio (como en otras oportunidades con obras del clasicismo), brindando completo idiomatismo y exultante expresividad, amén de una bien ensamblada respuesta de los filarmónicos. Sin perjuicio de este logro, el rendimiento en la Consagración de la Primavera luego se vio disminuido respecto a las demás obras (primera función), fundamentalmente ante su bestial exigencia de preparación.

Si bien hacía poco se la presenció al mismo Prudencio para una coreografía del Ballet de Santiago -de funcional enfoque-, ahora se dio una versión musicalmente más acabada, destacándose un puntilloso análisis en toda la segunda parte, aunque oscilante en varios pasajes de la primera, amén de un desconcentrado rendimiento de la orquesta especialmente al comenzó de la obra, sin duda producto de un natural cansancio ante una inmisericorde exigencia global…

En suma, un programa con erráticos resultados y de delirante concepción…         

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