El Ensamble "Camerus", su director, Alejandro Nuss y extraordinarios solistas, honrando a Bach en semana santa. Fotografía de la autora del presente comentario.
Sublime versión de “LA PASIÓN SEGÚN SAN JUAN” en el Auditorio Nacional
UN CIERRE DE LUJO PARA CULMINAR LA SEMANA SANTA
Martha CORA ELISEHT
Muy a menudo se interpreta el significado de la palabra “pasión” como
momento de exaltación o júbilo y se le otorga un carácter romántico. En realidad, el
término pasión significa sufrimiento y ése es el auténtico significado desde el punto de
vista religioso, descripto en el Nuevo Testamento de los Evangelios bíblicos y
magistralmente traducido en música por Johann S. Bach (1685-1750). De todas las
obras religiosas compuestas por el genio de Leipzig, LA PASIÓN SEGÚN SAN JUAN
BWV 245 es una de las obras más bellas del repertorio de música sacra e ideal para ser
interpretada en Viernes Santo. Compuesta en vísperas de dicha fecha en 1724 y basada
en la traducción realizada por Martín Lutero (1483-1546) de los capítulos 18 y 19 del
Evangelio de Juan, es la que mejor representa el calvario de Jesús desde su entrega a
manos de Judas Iscariote hasta su crucifixión, muerte en el Gólgota y sepultura. Si bien
no goza de tanta popularidad como su homónima (LA PASIÓN SEGÚN SAN MATEO),
es mucho más extravagante y expresiva. Quizás por eso fue la que el Ensamble
CAMERUS eligió para el concierto de cierre de Semana Santa el pasado domingo 20 del
corriente en el Auditorio Nacional del Palacio Domingo F. Sarmiento, coincidiendo con
el Domingo de Pascua.
Bajo la dirección de Alejandro Nuss y un ensamble instrumental compuesto por
bajo continuo, cuerdas e instrumentos de época -entre otros, viola d’amore, viola da
gamba, oboe d’amore, corno da caccia, tiorba, laúd y flauta traversa-, la función contó
con la presencia de las siguientes voces solistas: Víctor Torres (Jesús/ Aria), Santiago
Tiscornia (Pilato/ Arias), Elías Ongay (Evangelista), Silvina Petryna (soprano),
Mariana Rewerski (mezzosoprano) y Martín Díaz (tenor), acompañados por coro a
cuatro voces.
A diferencia de LA PASIÓN SEGÚN SAN MATEO, LA PASIÓN SEGÚN SAN
JUAN sufrió numerosas revisiones y modificaciones, de las cuales, la más conocida es
la de 1724. Posteriormente, en 1749 Bach regresó a algunos diálogos que se habían
eliminado en las revisiones de 1725 y 1730, estableciendo la efectuada en 1740 como la
definitiva. Las palabras de la apertura, recitativos, corales y arias se tomaron de varis
fuentes: entre otras, de la traducción de la Biblia hecha por Lutero, pero también de LA
PASIÓN SEGÚN SAN MATEO. El tenor que interpreta al Evangelista sigue al pie de la
letra los textos bíblicos originales, pero se desconoce quién realizó la compilación.
La obra se divide en dos partes: la primera (números 1- 14) se desarrolla en el
valle de Kidrón, y la segunda (números 15-40), en el palacio de Caifás. A su vez, ésta se
divide en tres escenas: cuando Jesús dialoga con Poncio Pilato, la escena en el Gólgota
y el final en la tumba. El diálogo entre Jesús y Pilato es interrumpido por la multitud
que clama su muerte en Jerusalén, interpretado por el coral central.
El hecho de escuchar esta obra maestra del repertorio sacro con instrumentos de
época ya representó un deleite para los oídos de quien escribe desde los primeros
compases, con una notable compaginación y equilibrio sonoro entre el ensamble
instrumental, el coral y las voces solistas. La intervención de Martina Lischetti como
pianista preparadora fue impecable, ya que logró una perfecta integración entre los
intérpretes. El trabajo desempeñado por Joelle Perdaens y Cecilia Carnero en las violas
d’amore fue excelente, al igual que el del violonchelista Hermann Schreiner en viola da
gamba; los oboístas Horacio Laria y Marisa Schmidt, la fagotista Leticia Zucherino y
Mariano Irschick a cargo del órgano y bajo continuo. Bien es sabido que el Auditorio
Nacional es la sala más apta del país para la realización de este tipo de conciertos por la
presencia del imponente órgano Kreis, el cual sonó acorde a la partitura bachiana.
También se notó un perfecto equilibrio entre las voces del coro, que sonó
sumamente preciso y compacto. Y en cuanto a las voces solistas, Mariana Rewerski es
una especialista en este tipo de repertorio cuya voz sonó angelical, al igual que la de
Silvina Petryna. La soprano se destaca en el repertorio de cámara y se consolida como
una de las cantantes nacionales más relevantes del género en estos últimos tiempos.
Martín Díaz es un tenor con buen esmalte vocal, línea de canto y tesitura para
interpretación del repertorio barroco, mientras que Elías Ongay fue la revelación de la
noche como el Evangelista. Los potentes matices de su voz y sus agudos crearon el
clima necesario para recitar los textos bíblicos, transformándose en el narrador de la
historia. Por su parte, Víctor Torres demostró una vez más su maestría, talento y su
poderosa voz para interpretar a Jesús. Descolló en su interpretación junto al barítono
Santiago Tiscornia como Pilato, quien fue otra de las revelaciones de la noche merced a
su impecable técnica, caudal y matices vocales. Unido esto a la dirección de un experto
en este repertorio como Alejandro Nuss, fue un excelente broche de oro para festejar el
domingo de Pascua. El Auditorio Nacional estalló en aplausos y vítores tras su
interpretación – que se hizo sin intervalos, con pequeños cortes de apenas dos minutos
para que los músicos pudieran afinar sus instrumentos-.
Las interpretaciones del Ensamble CAMERUS se destacan por su excelencia
sonora y vocal, pero esta versión fue de una calidad superlativa. Sonó perfecta desde la
primera hasta la última nota y ha sido el lujo del año en materia de música de cámara y
sacra en lo que va de la presente temporada.
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