sábado, 5 de julio de 2025

 

Escena de Billy Budd de Benjamin Britten en la espectacular visión de Marcelo Lombardero y Equipo para el Teatro Colón. Créditos: Prensa Teatro Colón y la muy buena captura de Lucía Rivero.


Britten; Billy Budd – Teatro Colon 2025

Finalmente, el Teatro Colon estrena la opera de Benjamin

Britten, Billy Budd, que en el año 1982 había sido programada

por el entonces Director Artístico del teatro, el recordado Enzo

Valenti Ferro. En ese entonces, las circunstancias que vivía el país

con motivo de la guerra de Las Malvinas, llevó a que Valenti

Ferro debiera hacer algunas modificaciones en cuanto a títulos y

elencos, motivo por el cual el estreno de esta interesante opera

de Britten no puedo ser ofrecido.

La versión que hoy nos ofrece el Teatro Colon es realmente muy

buena, tanto desde el punto de vista escénico como musical.

Por motivos de salud, en la función del miércoles 2, no

participaron el tenor Stephen Costello en el rol de Billy Budd, ni

el bajo David Leigh, como Johnn Cleggart. Esos roles fueron

asumidos por los cantantes que participan en el reparto del

primer elenco de la obra; Toby Spence y Hernán Iturralde,

respectivamente. Ambos aristas cumplieron una destacada labor

en sus respectivos roles.

John Chest y Sean Michel Plumb fueron los encargados del papel

de Billy Budd. El primero cantó en la función del jueves 3. Chest

fue un estupendo Billy, de potente y hermosa voz, y le dio al

personaje carácter y soltura escénica. Plum, en la función del día

2, fue muy eficiente en su rol y con una actitud más inocente en

su interpretación de Billy. Una marcada diferencia en la

interpretación entre ambos, igualmente válidas y valorables.

También fueron remarcables las actuaciones de Leonardo

Estevez, como Dansker; Santiago Martinez, como Un novato; y

Gonzalo Ayala como Squeak. Aún en roles menores, el reparto

tuvo un buen desempeño lo que contribuyó a la calidad del

espectáculo.


El Coro Estable, en una estupenda labor, digna de la jerarquía

que durante cien años ha demostrado este cuerpo.

El maestro Erik Nielsen al frente de la estable, tuvo un estupendo

desempeño y fue un factor clave para el éxito la función.

La puesta en escena que Marcelo Lombardero y Diego Siliano

crearon para el estreno Sudamericano de Billy Budd, en Santiago

de Chile en 2013, fue agiornada y adaptada para el Teatro Colon.

Un gran trabajo de ambos donde la acción se desarrolla en el

ambiente natural que la obra requiere y la acción escénica

permite seguir el relato argumental coherentemente y sin

sobresaltos.

En síntesis; muy buen espectáculo.

Roberto Falcone

 Maximiano Valdés y Sinfónica en Viña: excelencia a borbotones…

Por Jaime Torres Gómez

Desde la reapertura del emblemático y patrimonial Teatro Municipal de Viña del

Mar en diciembre del 2023, luego de 13 años inutilizado post terremoto del 2010,

ha cosechado logros de una permanente continuidad en la oferta de las artes

musicales y escénicas.

Destacable ha sido la curatoría programática liderada por la actual administración,

convocando a buenos conjuntos del ámbito docto y popular con contenido, amén

de una equilibrada política de accesos -gratuitos y pagados-, reflejado en altas

audiencias promedio.

Dentro de lo presenciado desde comienzo de año, importantes han sido las

presentaciones de la Orquesta Sinfónica Nacional de Chile, Sinfónica Nacional

Juvenil, Orquesta de Cámara de Chile, más interesantes programas de

Candlelight como deslumbrantes producciones de los musicales Cats y Mamma

Mia, a cargo de Luis Fierro Producciones.

En este contexto, terminando este primer semestre, llega nuevamente la

Sinfónica Nacional de Chile, la decana orquestal del país, en esta oportunidad

dirigida en calidad de invitado por el prestigioso maestro chileno Maximiano

Valdés Soublette, de ancestros viñamarinos.

Muy acertado el homenaje ofrecido (con un minuto de silencio) por las autoridades

del Municipal al recordadísimo maestro Rodolfo Saglimbeni, director titular en

ejercicio de la Sinfónica, recientemente fallecido, y quien en enero se presentó en

la misma sala junto a esta agrupación en un recordado concierto…

Con un lleno total, el programa -sin presentación en Santiago y preparado

únicamente para Viña-, contempló obras de raigambre germana de notable

factura, como los Dos Preludios para Orquesta de Alfonso Leng, la Obertura

Leonora 3 de L.V.Beethoven y la Segunda Sinfonía de J. Brahms.

En el caso de los Dos Preludios de Leng -compositor fundamental de la música

de tradición escrita en Chile-, se trata de un orgánico de dos piezas compuestas

entre 1905-1906, y que se enmarcan en una estética cercana a Wagner e incluso

a Scriabin. Magníficamente concebidos, su trama interna evoca desgarro y

nostalgia servida de completa poesía, amén de un completo oficio de armonía y

orquestación. De amplia difusión es el arreglo para cuerdas del Primer Preludio

hecho por el mismo Leng, conocido como Andante para Cuerdas.

Notable versión de Valdés, de irrefutable autoridad ante su cabal entendimiento de

la obra. Gran trabajo en transparencias, ensamble y texturas, proveyendo total

claridad del tejido armónico. Los sinfónicos, en total sintonía con la batuta invitada.


Posteriormente, una interesante versión de la Obertura Leonora N° 3 de

Beethoven, que, en realidad, es un interludio entre el penúltimo y último acto de

su ópera Fidelio, sintetizando magistralmente la esencia de la misma, desde el

cautiverio de Florestán en la mazmorra, luego una cita a su gran aria del segundo

acto interrumpida por el evocativo toque del clarín (trompeta), preludiando la

libertad encabezada por su esposa (Leonora), para terminar con un arrebatador

júbilo final como canto a la libertad y el amor conyugal.

Valdés inscribe su versión con una óptica de mayor relieve interior por sobre la

extraversión, delineando pulcramente los diversos motivos y transiciones con

prístinas exposiciones de las líneas melódicas, amén de una inteligente

administración del caudal sonoro (estupendo control de fortes-pianissimi). Atenta

respuesta de la decana en todo orden, y mejor potenciada ante la fabulosa

acústica de la patrimonial sala.

Finalmente, una importante versión de la Segunda Sinfonía de Brahms,

largamente ausente en la zona. A diferencia de sus otras sinfonías, se trata de un

paréntesis en carácter, más bien asociado a lo “bucólico”. De claros contrastes

(casi de visos dialécticos), dispone de motivos ora de aguerridos tintes, ora de

tierna amabilidad, trascendiendo finalmente un aura de jubiloso espíritu. 

Extraordinaria lectura del maestro  Valdés, con irredargüible coherencia expositiva,

pletórica en matices, estupendos fraseos y calibrada progresividad expresiva. Los

sinfónicos, con atenta respuesta general, en especial las cuerdas y buena parte de

las maderas, aunque en deuda la homogeneidad de los bronces… Con todo, un

importante resultado artístico, y debidamente justipreciado por el numeroso

público asistente.

 


Tito Ceccherini, el  Octeto Vocal y La Filarmónica. Protagonístas dele xtraordinario concierto de abono del Sábado 28. Créditos Prensa Teatro Colón con la magnífica captura de Juanjo Bruzza.


rdinaria actuación de Tito Ceccherini al frente de la Filarmónica en el Colón

 

EL REPERTORIO CONTEMPORÁNEO, DE PARABIENES

Martha CORA ELISEHT

 

            Con motivo de cumplirse el centenario del nacimiento del compositor italiano Luciano Berio (1925-2003), el Teatro Colón organizó una serie de conciertos y conferencias en su homenaje. El primero tuvo lugar dentro del Ciclo COLÓN CONTREMPORÁNEO el pasado sábado 28 del corriente, donde participó la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires (OFBA) bajo la dirección de Tito Ceccherini, con la presencia de un octeto vocal integrado por los siguientes cantantes: las sopranos Sabrina Sosa y Alejandra Cabral; las contraltos Verónica Notro y Griselda Adano; los tenores Esteban Manzano y Luca Eizaguirre y los bajos Federico Trillo y Jonathan Favilla preparados por Rodrigo de Caso para interpretar el siguiente programa:

-          Circulating Oceans (estreno sudamericano)- Toshio HOSOKAWA (1955)

-          Sinfonía para 8 voces y orquesta- Luciano BERIO (1925-2003)

Este concierto contó con el auspicio del Instituto Italiano de Cultura y Barry Editorial, quien brindó las partituras para su realización.

Con un orgánico prácticamente completo que incluyó piano, celesta, órgano y abundante percusión, el concertino Nicolás Favero brindó la tradicional afinación de instrumentos previa al ingreso de Tito Ceccherini para interpretar en calidad de estreno sudamericano Circulating Oceans de Hokosawa, obra en 9 movimientos inspirada en el ciclo del agua, sus movimientos y el proceso de la respiración humana trasladado al lenguaje orquestal. Fue encargada a pedido del Festival de Salzburgo en 2005 y su estreno tuvo lugar en la Groβes Festspielhaus de dicha ciudad por la Filarmónica de Viena dirigida por Valery Gergiev. Según palabras del propio compositor:

“A la vista de los nombres de los movimientos, puede parecer una ilustración musical sobre el ciclo del agua. Pero CIRCULATING OCEANS es más que eso: el ciclo del elemento agua simboliza el ciclo de la vida humana, nuestro apego a la Naturaleza, nuestra búsqueda de la vacuidad, la superación de los límites y la perfección. Intento comprender el sonido como el elemento líquido. Las olas que van y vienen se pueden sentir como la voz de la eternidad”.

    Los 9 movimientos integrantes de la mencionada obra son los siguientes: Introducción, Silent Ocean (Océano silencioso), Waves from the Ocean (Olas del Océano), Cloudscape in the sky (Paisaje de nubes en el cielo), Storm (Tormenta), Waves (Olas), Breeze in the Ocean (Brisa sobre el Océano), The wáter returning to the sky again (El agua retorna nuevamente al cielo) y Mist on the Ocean (Niebla sobre el Océno). Se inicia con un ostinato en cuerdas de estilo minimalista hasta la entrada de maderas y metales, con contrapuntos numerosos entre cuerdas, arpa, celesta y percusión, con numerosos glissandi y trémolos en cuerdas. Estos últimos -en contrapunto con las maderas- dan el efecto sonoro del agua como motivo conductor. La obra presenta una muy buena policromía, crescendi, diminuendi y desarrollo temático, que incluye un bellísimo solo de flauta baja (de sonido más grave que la flauta en Sol) y fagot en contrapunto con el violoncello y el violín -brillantes actuaciones de Horacio Massone, Gabriel Larocca, José Araujo y Nicolás Favero, respectivamente-. No sólo Tito Ceccherini es un especialista en este tipo de repertorio, sino que, además, hizo brillar a la Filarmónica con ese sonido europeo que siempre la caracterizó -y que una ya daba por perdido-. Al final, la melodía se diluye para brindar el efecto sonoro de la niebla sobre el océano. Una magnífica versión, que fue muy bien recibida por el público y coronada por numerosos aplausos.

Oriundo de Oneglia -el mismo pueblo natal de la familia Belgrano-, Luciano Berio fue descendiente de una familia de músicos. Su padre y su abuelo eran compositores y completó sus estudios en el Conservatorio “Giuseppe Verdi” de Milán bajo la tutela de Giulio Cesare Paribeni y Federico Ghedini. Posteriormente, viaja a Estados Unidos para estudiar composición con Luigi Dallapiccola en Tanglewood, donde incursiona en el serialismo. Seguidamente, se traslada a Darmstadt (Alemania) para tomar clases de música contemporánea en los cursos de Verano de Nueva Música, donde conoce a Györgi Ligeti, Karlheinz Stockhausen, Pierre Boulez y Mauricio Kagel. Ahí comenzó su interés por la electroacústica y fundó en 1954 junto a Bruno Maderna el Studio de fonología Musicale en la RAI de Milán, que se transformó en el primer estudio de música electrónica en Italia y de donde salieron obras innovadoras como Thema. Omaaggio a Joyce, basada en “Sirenas” de ULISES y Secuencias, donde conjuga la tradición técnica- interpretativa con desafío de técnicas extendidas y aborda la voz humana en todos sus aspectos como un caleidoscopio de fonemas, gestos melódicos y textos en diferentes idiomas. En 1968 compone “O, King” luego de la muerte del líder religioso afroamericano para 8 voces y orquesta que, posteriormente, se incluye en su obra más famosa: Sinfonía, que data del mismo año y que también está compuesta para la misma formación. En este caso, las voces utilizan amplificación y no sólo cantan de manera entonad, sino que, demás, susurran, gritan y recitan palabras de Le cru et le cuit de Claude Lévi- Strauss mezclado con fragmentos de El innombrable de Samuel Beckett. Su estreno se produjo en Octubre de 1968 por encargo de la Filarmónica de New York con motivo del 125° aniversario de la orquesta mientras se desempeñaba como profesor de composición en la Julliard School of Music, dirigiendo a la mencionada agrupación desde el podio. Se divide en 5 partes y posee un orgánico muy completo -que incluye piano, celesta, órgano, cémbalo y una orquesta de cámara de 8 integrantes ubicada sobre el lado derecho del escenario, en diálogo con el resto de la masa principal. La melodía conjuga atisbos de atonalidad con reminiscencias de compositores como Bach, Ravel (La Valse) y, principalmente, Gustav Mahler, a quien Berio homenajea en el 3° movimiento (In ruhig flieβender Bewegung) insertando fragmentos de sus sinfonías. También inserta fragmentos de La Mer de Debussy y los hilvana con el ensamble vocal y elementos de electroacústica. El ensamble vocal abre el 4° movimiento, mientras que la soprano solista lo hace en el movimiento final, acompañada por la melodía en el piano. Mediante una serie de tutti orquestales enlazados con variaciones sobre el primer tema junto al ensamble vocal, el movimiento se desarrolla hasta que, hacia el final, la música se desvanece hasta desaparecer. La magistral conducción de Tito Ceccherini, la profesionalidad de los músicos de la Filarmónica y el perfecto ensamble de las 8 voces participantes lograron una excelente versión de esta obra tan compleja y difícil, que permitió el lucimiento de todos los artistas. Y, pese a ser una obra contemporánea de las características anteriormente mencionadas, fue muy aplaudida al final de la interpretación.

Una siempre insiste que la renovación del repertorio y la incorporación de este tipo de obras es algo muy enriquecedor para cualquier orquesta sinfónica y este concierto no ha sido la excepción a la regla, sino todo lo contrario. Fue algo que le hizo muy bien a la Filarmónica y le permitió reencontrarse con su sonido típico y característico.


Muy buen recital de piano a cargo de Mónica Zubczuk en la Casa de Rusia

UN NUEVO ESPACIO Y REFUGIO DE LA CULTURA
Martha CORA ELISEHT

Sita en el barrio de Almagro, la Casa de Rusia siempre ha sido un punto de
encuentro de todos los inmigrantes oriundos de dicho país en Argentina y centro de
referencia para los amantes de su cultura, sus costumbres y la enseñanza del idioma ruso
para todos aquellos interesados en aprenderlo. Últimamente, la institución se ha
transformado en un nuevo espacio dentro de la vasta oferta cultural que tiene la Ciudad
de Buenos Aires donde -entre otras cosas- se ofrecen conciertos de cámara y recitales.
Precisamente, el pasado viernes 27 del corriente tuvo lugar en dicho espacio un recital
de piano a cargo de maestros y pianistas egresados del Conservatorio de Música “Julián
Aguirre” de Banfield bajo la dirección de su titular -Mónica Zubczuk- integrado
exclusivamente por obras de uno de los más grandes compositores rusos para dicho
instrumento: Sergei Rachmaninov (1873-1943) a modo de homenaje.
Se interpretaron las siguientes obras:
- Elegía: primera pieza de Fantasía, Op.3 (Jonathan RIVERO)
- Serie de Preludios, op.23:
- N°4 (Mónica ZUBCZUK)
- N°5 (David DUARTE)
- N°6 (Leandro ROMERO)
- Momentos Musicales, Op.16, n°1 y n°4 (Mónica ZUBCZUK)
- Seis piezas, Op.11 (para piano a cuatro manos) (Matías WILSON y Anabel
LOZA SUBÍA)
La apertura estuvo a cargo de las autoridades de la Casa Rusa y de su encargado
de Cultura, quienes dieron la bienvenida al público y presentaron a Mónica Zubczuk,
quien, a su vez fue la encargada de anunciar las obras y presentar a los intérpretes.
No sólo Rachmaninov ha sido uno de los mayores compositores para piano, sino,
además, un pianista eximio. Nacido en el seno de una familia de músicos perteneciente
a la aristocracia, comenzó a tocar piano a los 4 años y, posteriormente, se graduó en el
Conservatorio de Moscú en 1892. Para ese entonces, ya había compuesto varias piezas
orquestales y para piano. Luego de la Revolución de Octubre de 1917, el compositor y
su familia abandonaron Rusia para radicarse primero en Finlandia, Dinamarca, Noruega
y desde allí, a Estados Unidos, país donde fallece en 1943. Su vasta obra para piano no
sólo comprende los 4 concierto para dicho instrumento y la célebre Rapsodia sobre un
tema de Paganini, sino varias de las composiciones ofrecidas en el presente recital, que
datan del período entre 1892 y 1896, de gran complejidad y difícil ejecución.
La primera de las obras con las que abrió el presente recital data de 1892 y pertenece
a una serie de 5 piezas de fantasía (Morceaux de Fantasie) Es una Elegía en Mi bemol
menor escrita en tempo moderato, con una muy buena interpretación caracterizada por

su precisión y finura por parte de Jonathan Rivero. Seguidamente, Mónica Zubczuk
hizo gala de su maestría y calidad interpretativa en el Preludio n°4 en Re mayor
(Adagio), perteneciente a la serie de Diez Preludios, Op.23, compuestos en 1901 y
estrenados en 1903 tras el matrimonio del compositor con Natalia Satin. Le siguió
David Duarte con el célebre Preludio n°5 en Sol menor (Alla marcia), de carácter
netamente ruso y epítome del nacionalismo de Rachmaninov. No obstante, sonó algo
más fuerte que lo habitual, pese a que el tempo estuvo muy bien marcado. En cambio,
Leandro Romero se caracterizó por la elegancia y refinamiento en su interpretación del
n°6 en Mi bemol mayor (Andante). Seguidamente, Mónica Zubczuk interpretó dos de
los Seis Momentos Musicales Op.16, compuestos entre Octubre y Diciembre de 1896: el
n°1 (Andantino en Si bemol menor), que, a su vez, es el más prolongado de los seis y el
n°4 (Presto en Mi menor), que -por momentos- remeda al Estudio Revolucionario de
Chopin y que es un auténtico tour de force para el ejecutante en términos de resistencia
y precisión. Una magnífica versión para cerrar la primera parte del recital y una ovación
de aplausos para la intérprete.
Para la segunda parte se eligieron las Seis piezas Op.11 para piano a cuatro manos,
compuestas en 1894 y que son las siguientes: Barcarola, Scherzo, Thème russe, Vaalse,
Romanza y Slava. Mientras Matías Wilson marcaba la melodía con una excelente
pulsación, Anabel Loza Subía hizo gala en cuanto a matices, sutileza y calidad
interpretativa. Posteriormente, los pianistas se fueron alternando en sus roles, logrando
una versión muy precisa en los temas auténticamente rusos (Thème russe y Slava), que
sonó de manera marcial y solemne hasta culminar al unísono en esta última pieza. La
interpretación se caracterizó no sólo por la calidad de los solistas, sino también por su
brillo y matices. Ambos se retiraron muy aplaudidos y el resto de los pianistas se
presentaron para realizar el saludo final, donde no faltaron los ramos de flores atados
con cintas con los colores de la bandera rusa: rojo, azul y blanco. Agradecieron a las
autoridades por el apoyo otorgado para la realización del concierto y la oportunidad
brindada. Un gran homenaje a Rachmaninov en manos de grandes intérpretes.

 

El Maestro Ricardo Sciamarella, magnífico protagonísta del reciente concierto de la Orquesta Sinfónica Municipal de General Pueyrredón. Fotografía del autor del presente comentario.


Concierto de la Orquesta Sinfónica Municipal de Mar del Plata

.Orquesta Sinfónica Municipal de Mar del Plata

.Director: maestro Ricardo Sciammarella

.Teatro Municipal Colón, Mar del Plata, 28 de junio, hora 20.

El maestro Ricardo Sciammarella condujo como director invitado a

nuestra Orquesta Sinfónica Municipal en su último concierto.

El programa estuvo dedicado a obras y autores de la última parte del

siglo XVIII y comienzos del XIX y orientado a conceptualizar los opus

abordados como concebidos en una época de cambios, estéticos y políticos,

que el movimiento Sturm un drang (tormenta e impulso) supo llevar al arte.

Fue, desde este punto de vista y del de la técnica interpretativa una

relectura de la obras de referencia.

El primer opus del programa fue la Obertura para la música de escena

del drama Egmont, de Göthe, opus 84 de Ludwig van Beethoven (1770-1827),

una música descriptiva que narra las alternativas de la lucha por la liberación

de Flandes del dominio español; en el más puro sentido –acordes netos y

profundos- y un desarrollo marcadamente rítmico es una música dramática.

En su sequedad melódica, la obertura ya contiene todos los elementos

del drama tanto como las particularidades de la escritura Beethoveniana: la

construcción a partir de materiales limitados que se expanden y planteo de

clima intensos.

La Sinfonía nro. 104, en re mayor, Hob. I: 104, Londres de Franz

Joseph Haydn (1732-1809) fue la segunda obra de la primera parte. Ultima de

la serie de sinfonías de Londres y también de la producción sinfónica de

Haydn, se abre con un fuerte acorde que inicia la introducción con la cual la

sinfonía comienza solemnemente, para dar lugar a un bello tema distendido

que contrata con la introducción y que es elaborado en la forma Allegro de

sonata. En el Andante del segundo movimiento es elaborado un tema en sí

sencillo que, tras el pasaje de las maderas. El tercer movimiento Menuet-

Allegro-Trío en re mayor, con un bellísimo trío central en re menor.

El cuarto movimiento es un Finale spirituoso que toma danzas

populares, una rápida alternancia entre cuerdas y maderas marca el comienzo.

Es de gran exigencia, con un rápido diseño en los pasajes de las cuerdas, a

las que no da tregua en casi ningún momento. Se trata de una trama ágil y

cerrada que alterna con momentos de distención.

Un digno broche para la enorme producción sinfónica de Haydn.

El programa finalizó con la Sinfonía nro. 40, K.550, en sol menor, de

Wolfgang Amadeus Mozart (1756-1791).

En la extensa conversación con el maestro Sciammarella el día anterior

al concierto, mencionó que Mozart escribió sus tres últimas sinfonías en el

corto periodo de cinco meses, en 1788. El nivel de elaboración musical que

tienen es un indicador tanto del genio mozartiano como de su capacidad de

trabajo.

Es (junto con la nro. 25) una de las dos únicas sinfonías escritas en

modo menor de toda la producción; en ella, señala el profesor José Luís Conde


en su análisis de las obras de Mozart, el compositor abandona el estilo grácil,

luminoso y galante en pos de algo muy diferente. Si recordamos aquellas

versiones de Waldo de los Ríos (hoy felizmente olvidadas) se la ha tomado

como algo alegre, el maestro Nikolaus Harnoncourt dijo de ello “como pudo

suceder este gran malentendido”.

En efecto, no hay tema de comienzo sino un rápido diseño cromático

descendente, que, desde el barroco connota tristeza, y que es un elemento

decisivo en la construcción musical.

No hay comienzo ni final, dijo el maestro Sciammarella, aludiendo a

que tras el complejo nudo dramático en el final del desarrollo del último

movimiento Allegro assai sobreviene poco después un final que es más un

interrogante que un cierre.

Las complejidades y características formales son muy numerosas para

abordarlas en esta instancia. En algunos lugares, como en el primer

movimiento Molto allegro el puente modulante entre el primero y el segundo

tema es más extenso e intrincado que los propios temas. Todo es así.

La sensación que deja es de maravilla por la concepción sonora y de

desconcierto por la falta de resolución, con lo cual estamos ante la idea –con la

cual el maestro Sciammarella acuerda- de Nikolaus Harnoncourt, quien toma

en vasto corpus de las tres últimas sinfonías mozartianas como una unidad, un

vasto oratorio sin voces.

La interpretación

El maestro Sciammarella, es formador del Ensamble Concentus,

dedicado a la interpretación historicista de la música y un profundo estudioso

de los aspectos técnicos, culturales y estéticos de esta concepción, que busca

brindarnos una alternativa que nos acerque al paradigma sonoro en el cual las

obras fueron concebidas e interpretadas al momento de su estreno.

La orquesta formó con los primeros violines del lado izquierdo del podio,

los segundos del lado derecho y cellos y violas delante de la ubicación del

director, mientras que los contrabajos fueron situados detrás de los primeros

violines.

Cornos y trompetas fueron ubicados respectivamente del lado izquierdo

y derecho respecto al podio y las maderas mantuvieron la ubicación habitual.

En la cuerda, la disposición permite apreciar el aspecto textural del

discurso, ya que en ocasiones la melodía la llevan los segundos violines y

mientras que los primeros o acompañan o introducen un elemento nuevo.

No obstante, la gran diferencia estuvo en el sonido y en los relieves

dinámicos.

En la pausa del ensayo, compartido el café con un cellista, le pregunté al

músico si había sido bajada la afinación de la cuerda o si simplemente el

sonido era producto del menor vibrato. Era de esperar que si la afinación

hubiese sido más baja en la cuerda también lo debería serlo en el resto de las

secciones. La respuesta fue que el cambio obedecía simplemente al menor

vibrato empleado, lo cual daba por resultado un sonido no incisivo y más plano.

Asimismo, la diferencia de intensidades y la flexibilidad en los tempos en

las secciones de enunciación de un motivo y de respuesta marcaban

diferencias y ofrecían un mayor relieve al discurso musical.

Los directores pueden concebir el discurso en unidades largas y marcar

una dirección o bien conceptualizar el discurso en otras unidades más


pequeñas, cada una con su propia intensidad, que fue el caso de lo que

escuchamos.

La línea puede tomar una dirección y seguirla para llegar a un

determinado lugar o bien ir paso a paso porque cada uno de esos pasos es un

fin en sí mismo y la sucesión de dichos pasos en el fraseo es lo que le da

relieve a la obra.

Fue una experiencia distinta en el modo de concebir un discurso musical

y presentar de un modo diferente obras que siempre tendrán mucho para

decirnos; también que el aporte de directores del calado musical del maestro

Sciammarella significan algo muy positivo que permite apreciar las

posibilidades de la orquesta.


Eduardo Balestena