domingo, 23 de octubre de 2022

 

Colosal dirección de Mariano Chiacchiarini junto a la Sinfónica Nacional en el CCK

 

LA EDAD COMO COMÚN DENOMINADOR

Martha CORA ELISEHT

 

            Hay varios factores que se deben tener en cuenta a la hora de armar el programa para un concierto. Si se dedica a un determinado compositor, se incluyen todas sus obras, dando lugar a un concierto temático. En otras ocasiones, las obras se eligen porque están comprendidas dentro de un mismo período de tiempo (ej: compositores de principios del siglo XX) y en otras, influyen la nacionalidad, el género o la edad. Esto último fue tenido en cuenta al armar el programa del concierto ofrecido por la Orquesta Sinfónica Nacional el pasado viernes 21 del corriente en el Auditorio Nacional del Centro Cultural Kirchner (CCK) bajo la dirección de Mariano Chiacchiarini, con participación de los bandoneonistas Pablo Mainetti y Eleonora Ferreyra, donde se interpretaron las siguientes obras:

-          Sinfonía n°6 en Do mayor, D. 589 (“La Pequeña”)- Franz SCHUBERT

(1797-1828)

-          Sinfonía “Buenos Aires” (Tres momentos sinfónicos)- Astor PIAZZOLLA (1921-1992)

Tras la tradicional afinación de instrumentos y, ante la consabida ausencia de programas de mano, Mariano Chiacchiarini fue el encargado de anunciar las obras y ofrecer una breve reseña sobre las mismas provisto de un micrófono antes de comenzar el concierto.

En 1817, cuando Schubert sólo contaba con 20 años, compuso su Sinfonía en Do mayor a la manera de homenajear a Beethoven, de quien era un profundo admirador (se dice que incluso ayudó a transportar el féretro con el cadáver de Beethoven durante su sepelio en Viena). Posteriormente, compone una Gran sinfonía en Do mayor, que lleva el número D.944 del catálogo Deutsch y, por ende, esta sinfonía tomó el mote de “la pequeña” para diferenciarla de la anterior. Justamente, la elección de la tonalidad no es casual: Beethoven también compuso su Sinfonía n°1 en Do mayor y su influencia se aprecia en los 4 movimientos que la integran (Adagio- Allegro/ Andante/ Scherzo- Presto- trío/ Allegro moderato). Tras una leve introducción (Adagio), sigue el Allegro en Do mayor, con muchas reminiscencias de Beethoven, pero también de su ballet Rosamunde. Le sigue el Andante en Fa mayor para pasar al imponente y vivaz scherzo- presto- trío (este último, en Mi bemol mayor) donde Schubert le rinde a Beethoven un homenaje en vida. Desgraciadamente, ninguno de los dos la escuchó (su estreno se produjo en Viena en diciembre de 1828, poco después de su muerte y Beethoven había fallecido un año antes). Por último, el vibrante Allegro moderato contiene un staccato en cuerdas que muy probablemente, le sirvió a Nicoló Paganini como tema de inspiración para su célebre Molto presto. La dirección de Chiacchiarini fue impecable, con una ejecución muy precisa e intensa.

Con sólo 30 años, Astor Piazzolla era discípulo de Alberto Ginastera y debía componer una obra para ganar el premio del Concurso de Composición Fabien Sevitsky -que era director de la Orquesta Sinfónica de Indianápolis en 1952-, otorgado mediante la Radio Nacional del Estado, que consistía en una beca para estudiar en Europa y una suma de dinero que alcanzaba para viajar en un barco carguero. Piazzolla gana el concurso -cuyo jurado estaba integrado por Ginastera y Luis Gianneo- con Buenos Aires, Tres momentos sinfónicos en 1953. Se trata de obra bisagra en su carrera, cuyo estreno se produjo en la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires ese mismo año por la Orquesta Sinfónica del Estado -hoy Orquesta Sinfónica Nacional- antes de partir hacia París para estudiar composición con Nadia Boulanger. Si bien el estreno fue un suceso rotundo, causó un escándalo por parte de los denominados “académicos”, quienes no podían concebir que un instrumento tan asociado al tango como el bandoneón pudiera ser incluido en una orquesta sinfónica. Un preconcepto que le causaba profundos dolores de cabeza al músico marplatense, ya que sus tangos no eran reconocidos como tales por los “tangueros de la vieja guardia”.  El consuelo vino por parte de otro gran músico argentino: Lalo Schiffrin, quien le dijo: “Astor: no debe importarte lo que digan ellos. No es tu problema. Lo que estás haciendo es Piazzolla”. El 1° movimiento comienza con una poderosa fanfarria a cargo de los trombones y la percusión hasta la introducción en ritmo de tango (2/4) a cargo del clarinete bajo en contrapunto con el xilofón. Sigue con el desarrollo de la melodía por parte de las maderas, trombones y percusión hasta la entrada del bandoneón solista -muy buena labor de Eleonora Ferreyra y Pablo Mainetti al respecto-. Se trata de un Piazzolla mucho más vanguardista y una obra típica de la primera etapa del compositor, donde existen numerosos contrapuntos a cargo de grandes secciones de instrumentos, donde todos los solistas de la Sinfónica Nacional tuvieron oportunidad de lucirse; entre ellos, el trompetista Jonathan Bisulca, el trombonista Carlos Ovejero, el solista de clarinete bajo, de corno inglés, el timbalista Gilberto Ayala y los demás percusionistas, además de la arpista Lucrecia Jancsa y Marcelo Balat (piano y celesta). El Adagio del 2° movimiento muestra ya un Piazzolla más característico y melódico, con un excelente contrapunto entre las maderas y los bandoneones solistas en el tema central, al igual que entre las cuerdas con el arpa, piano y celesta. La orquesta recapitula con un poderoso tutti antes de la introducción del primer tema por parte del oboe para cerrar con un solo de bandoneón. El último movimiento se inicia con un poderoso tutti orquestal a cargo de la percusión para seguir con una fuga en cuerdas característica del compositor. El concertino Luis Roggiero se lució con un soberbio solo de su instrumento en contrapunto con el arpa, la celesta y el oboe, previo a la entrada de los bandoneonistas. La obra cierra con otro tutti en fff (fortissimo), donde la dirección de Chiacchiarini fue monumental. Una obra que nunca fue grabada por Piazzolla y que tampoco se representó durante todos los conciertos ofrecidos el año pasado con motivo del centenario de su nacimiento.  

Lo bueno que tiene la programación de la Orquesta Sinfónica Nacional es, precisamente, disfrutar de este tipo de obras, que no sólo se representan en muy escasas ocasiones, sino también cuasi inéditas para el público. Uno de sus objetivos es la difusión de la música sinfónica argentina y lo cumple a rajatabla. Asimismo, les brinda oportunidad a los directores argentinos que están triunfando en Europa de ofrecer conciertos en el país, cosa que no realiza el Colón en los ciclos de abono de sus principales orquestas. Esto es algo que debiera ser tenido en cuenta por parte de las autoridades de nuestro mayor coliseo, ya que el hecho de dirigir en el Colón es sumamente importante para cualquier director de orquesta de prestigio internacional. Y si se trata de argentinos que están triunfando en el exterior, representa un valor agregado. Son jóvenes, cuyas edades oscilan entre los 30 a 40 años y, acorde al título de esta nota, también debiera ser tenido en cuenta como común denominador.

No hay comentarios:

Publicar un comentario