Colosal dirección de Mariano
Chiacchiarini junto a la Sinfónica Nacional en el CCK
LA
EDAD COMO COMÚN DENOMINADOR
Martha
CORA ELISEHT
Hay
varios factores que se deben tener en cuenta a la hora de armar el programa
para un concierto. Si se dedica a un determinado compositor, se incluyen todas
sus obras, dando lugar a un concierto temático. En otras ocasiones, las obras
se eligen porque están comprendidas dentro de un mismo período de tiempo (ej:
compositores de principios del siglo XX) y en otras, influyen la nacionalidad,
el género o la edad. Esto último fue tenido en cuenta al armar el programa del
concierto ofrecido por la Orquesta Sinfónica Nacional el pasado viernes 21 del
corriente en el Auditorio Nacional del Centro Cultural Kirchner (CCK) bajo la
dirección de Mariano Chiacchiarini, con participación de los bandoneonistas
Pablo Mainetti y Eleonora Ferreyra, donde se interpretaron las siguientes
obras:
-
Sinfonía n°6 en Do
mayor, D. 589 (“La Pequeña”)- Franz SCHUBERT
(1797-1828)
-
Sinfonía “Buenos Aires”
(Tres momentos sinfónicos)- Astor PIAZZOLLA
(1921-1992)
Tras
la tradicional afinación de instrumentos y, ante la consabida ausencia de
programas de mano, Mariano Chiacchiarini fue el encargado de anunciar las obras
y ofrecer una breve reseña sobre las mismas provisto de un micrófono antes de
comenzar el concierto.
En
1817, cuando Schubert sólo contaba con 20 años, compuso su Sinfonía en Do
mayor a la manera de homenajear a Beethoven, de quien era un profundo
admirador (se dice que incluso ayudó a transportar el féretro con el cadáver de
Beethoven durante su sepelio en Viena). Posteriormente, compone una Gran
sinfonía en Do mayor, que lleva el número D.944 del catálogo Deutsch y, por
ende, esta sinfonía tomó el mote de “la pequeña” para diferenciarla de
la anterior. Justamente, la elección de la tonalidad no es casual: Beethoven
también compuso su Sinfonía n°1 en Do mayor y su influencia se aprecia
en los 4 movimientos que la integran (Adagio- Allegro/ Andante/ Scherzo-
Presto- trío/ Allegro moderato). Tras una leve introducción (Adagio), sigue
el Allegro en Do mayor, con muchas reminiscencias de Beethoven, pero
también de su ballet Rosamunde. Le sigue el Andante en Fa mayor
para pasar al imponente y vivaz scherzo- presto- trío (este último, en
Mi bemol mayor) donde Schubert le rinde a Beethoven un homenaje en vida.
Desgraciadamente, ninguno de los dos la escuchó (su estreno se produjo en Viena
en diciembre de 1828, poco después de su muerte y Beethoven había fallecido un
año antes). Por último, el vibrante Allegro moderato contiene un staccato
en cuerdas que muy probablemente, le sirvió a Nicoló Paganini como tema de
inspiración para su célebre Molto presto. La dirección de Chiacchiarini
fue impecable, con una ejecución muy precisa e intensa.
Con
sólo 30 años, Astor Piazzolla era discípulo de Alberto Ginastera y debía
componer una obra para ganar el premio del Concurso de Composición Fabien
Sevitsky -que era director de la Orquesta Sinfónica de Indianápolis en 1952-,
otorgado mediante la Radio Nacional del Estado, que consistía en una beca para
estudiar en Europa y una suma de dinero que alcanzaba para viajar en un barco
carguero. Piazzolla gana el concurso -cuyo jurado estaba integrado por
Ginastera y Luis Gianneo- con Buenos Aires, Tres momentos sinfónicos en
1953. Se trata de obra bisagra en su carrera, cuyo estreno se produjo en la
Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires ese mismo año por la
Orquesta Sinfónica del Estado -hoy Orquesta Sinfónica Nacional- antes de partir
hacia París para estudiar composición con Nadia Boulanger. Si bien el estreno
fue un suceso rotundo, causó un escándalo por parte de los denominados
“académicos”, quienes no podían concebir que un instrumento tan asociado al
tango como el bandoneón pudiera ser incluido en una orquesta sinfónica. Un
preconcepto que le causaba profundos dolores de cabeza al músico marplatense,
ya que sus tangos no eran reconocidos como tales por los “tangueros de la vieja
guardia”. El consuelo vino por parte de
otro gran músico argentino: Lalo Schiffrin, quien le dijo: “Astor: no debe
importarte lo que digan ellos. No es tu problema. Lo que estás haciendo es
Piazzolla”. El 1° movimiento comienza con una poderosa fanfarria a
cargo de los trombones y la percusión hasta la introducción en ritmo de tango
(2/4) a cargo del clarinete bajo en contrapunto con el xilofón. Sigue con el
desarrollo de la melodía por parte de las maderas, trombones y percusión hasta
la entrada del bandoneón solista -muy buena labor de Eleonora Ferreyra y Pablo Mainetti
al respecto-. Se trata de un Piazzolla mucho más vanguardista y una obra típica
de la primera etapa del compositor, donde existen numerosos contrapuntos a
cargo de grandes secciones de instrumentos, donde todos los solistas de la
Sinfónica Nacional tuvieron oportunidad de lucirse; entre ellos, el trompetista
Jonathan Bisulca, el trombonista Carlos Ovejero, el solista de clarinete bajo,
de corno inglés, el timbalista Gilberto Ayala y los demás percusionistas,
además de la arpista Lucrecia Jancsa y Marcelo Balat (piano y celesta). El Adagio
del 2° movimiento muestra ya un Piazzolla más característico y melódico,
con un excelente contrapunto entre las maderas y los bandoneones solistas en el
tema central, al igual que entre las cuerdas con el arpa, piano y celesta. La
orquesta recapitula con un poderoso tutti antes de la introducción del
primer tema por parte del oboe para cerrar con un solo de bandoneón. El último
movimiento se inicia con un poderoso tutti orquestal a cargo de la
percusión para seguir con una fuga en cuerdas característica del compositor. El
concertino Luis Roggiero se lució con un soberbio solo de su instrumento
en contrapunto con el arpa, la celesta y el oboe, previo a la entrada de los
bandoneonistas. La obra cierra con otro tutti en fff (fortissimo), donde
la dirección de Chiacchiarini fue monumental. Una obra que nunca fue grabada
por Piazzolla y que tampoco se representó durante todos los conciertos
ofrecidos el año pasado con motivo del centenario de su nacimiento.
Lo
bueno que tiene la programación de la Orquesta Sinfónica Nacional es,
precisamente, disfrutar de este tipo de obras, que no sólo se representan en
muy escasas ocasiones, sino también cuasi inéditas para el público. Uno de sus
objetivos es la difusión de la música sinfónica argentina y lo cumple a
rajatabla. Asimismo, les brinda oportunidad a los directores argentinos que
están triunfando en Europa de ofrecer conciertos en el país, cosa que no
realiza el Colón en los ciclos de abono de sus principales orquestas. Esto es
algo que debiera ser tenido en cuenta por parte de las autoridades de nuestro
mayor coliseo, ya que el hecho de dirigir en el Colón es sumamente importante
para cualquier director de orquesta de prestigio internacional. Y si se trata
de argentinos que están triunfando en el exterior, representa un valor
agregado. Son jóvenes, cuyas edades oscilan entre los 30 a 40 años y, acorde al
título de esta nota, también debiera ser tenido en cuenta como común
denominador.
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