lunes, 10 de octubre de 2022

 Muy buena versión original del Réquiem de Fauré a cargo de la Estable del Colón

 

APTA PARA INTERPRETAR TODO TIPO DE GÉNEROS

Martha CORA ELISEHT

 

            Próxima a cumplir sus primeros 100 años de vida, la Orquesta Estable del Teatro Colón no solamente interpreta ópera y ballet (este último, en algunas ocasiones), sino que también ha dado numerosos conciertos sinfónicos en las salas más importantes del país. Además, cuenta con una Asociación de Profesores que interpreta numerosos conciertos de cámara en otras instituciones (Ejemplo: Fundación Beethoven) y muchos de sus integrantes se desempeñan como prestigiosos intérpretes de este género. Precisamente, dentro de su Ciclo de Abono, el pasado domingo 9 del corriente la orquesta se presentó en el escenario de nuestro mayor coliseo bajo la dirección de Martín Jorge en un concierto donde participó el Coro de Niños de la institución, dirigido por César Bustamante junto a los cantantes Marisú Pavón (soprano), Hernán Iturralde (bajo- barítono) y el organista Felipe Delsart en un programa formado íntegramente por obras de cámara, que se detalla a continuación:

-          Concierto en Mi bemol “Dumbarton Oaks”, 8.v.38- Igor STRAVINSKY

(1882-1971)

-          Dos canciones de Paul Verlaine, Op.9- Igor STRAVINSKY

-          Réquiem en Re menor, Op.48 (reconstrucción de la versión original de 1888)- Gabriel FAURÉ (1845-1924)

Antes de que comenzara el concierto, se pudieron apreciar dos cosas: una notable ausencia de público en las localidades más caras (platea y palcos), que contrastaba con la inmensa cantidad de asistentes en las localidades más económicas (Tertulia, Galería y Paraíso, donde las gradas estaban prácticamente completas) y un orgánico reducido sobre el escenario -típico de la formación de cámara- con el agregado de timbales y arpa. Tras la aparición en escena del concertino Oleg Pishenin, el director uruguayo Martín Jorge se refirió brevemente a las obras comprendidas en el repertorio. La primera de ellas fue compuesta por encargo a Stravinsky en 1937 con motivo del 30° aniversario de matrimonio del magnate estadounidense Robert Woods Bliss y Mildred Barnes. Se trata de un concierto de cámara en tres movimientos (Tempo giusto/ Allegretto/ Con moto) inspirado en los Conciertos Brandemburgueses de Johann S. Bach y posee características típicas de la música barroca, pero con atisbos típicos de este gran compositor ruso y un ensamble formado sólo por 15 instrumentos (cuatro violines, dos violas, dos cellos, dos contrabajos, dos cornos, flauta, clarinete y fagot). Como condición, Stravinsky explicitó claramente que la obra sólo podía ser interpretada en un ambiente íntimo. El estreno se produjo en 1938 en la fastuosa residencia que poseía el matrimonio y que dio su nombre a la obra (Dumbarton Oaks) bajo la dirección de Nadia Boulanger, ya que Stravinsky estaba internado por tuberculosis. Posteriormente, el propio compositor se encargó de estrenarla en público en París un mes después. La versión ofrecida en esta ocasión fue muy buena, con un sonido sumamente equilibrado, respetando la concepción original de la obra.   

      Las Dos canciones sobre temas de Paul Verlaine fueron escritas originalmente para barítono y piano en 1910 y dedicadas al hermano del compositor -Gury Stravinsky, fallecido a temprana edad durante el transcurso de ese mismo año- y posteriormente, orquestadas para formación de cámara en 1951, durante la estancia del compositor en California. Mientras que la primera (“Un gran sueño negro”, perteneciente a la colección Sagesse (sabiduría)) es oscura y alude a la desesperanza -coincidente con la prisión de Verlaine-, la segunda es luminosa (“La luna blanca”) y contrasta completamente con la anterior. En este caso, Stravinsky respeta el timbre y la cadencia de cada una de las palabras de los versos de Verlaine, logrando una bellísima melodía con características propias del impresionismo francés. La interpretación de Hernán Iturralde fue muy buena, haciendo énfasis en la dicción mediante cadencias musicales e inflexiones vocales, acompañado por la Estable de manera sutil.

            Durante la segunda parte del concierto se interpretó la versión original del Réquiem en Re menor, op.48 (“Petit réquiem) de Gabriel Fauré, que fue compuesta cuando el músico se desempeñaba como organista de la Iglesia de La Madéleine en París en 1887 y estrenada en dicho templo en 1888. Posteriormente, la obra sufrió una evolución que duró 13 años y se publicó su última revisión en 1900 con las siete partes que lo componen (Introit et Kyrie/ Offertoire/ Sanctus/ Pie Jesu/ Agnus Dei/ Libera me/ In Paradisum) para una orquesta más amplia. En 1980, el compositor John Rutter realiza una revisión sobre la obra y una edición propia, que remonta la concepción original de Fauré para orquesta de cámara y es la que se representó sobre el escenario del Colón. La formación estuvo compuesta por 2 fagots, 4 cornos, arpa, timbal, orquesta de cuerdas y órgano fuera de escena. Además del coro de niños, se contrató a 5 tenores y 4 bajos que fueron ex integrantes del Coro de Niños del Colón entre 2011 y 2019. En este caso, se dispuso colocar a ambos lados del podio a los cantantes, y al concertino Oleg Pishenin, en el medio -en vez de su puesto tradicional a la izquierda del director- para ejecutar los solos de violín del Sanctus y Libera Me. Se trató de una versión exquisita, íntima, donde el Coro de Niños y los cantantes contratados para esta ocasión estuvieron muy bien preparados bajo la dirección de César Bustamante. Por su parte, Marisú Pavón brindó una angelical versión del Pie Jesu, mientras que Hernán Iturralde puso su voz al servicio de la melodía en el Offertoire y Libera Me. Los solos de violín sonaron maravillosamente bien, al igual que los cornos en el Hossana in excelsis. Lamentablemente, hubo algo que jugó muy en contra: los aplausos entre cada uno de los movimientos del Réquiem. Pese a que hubo algunas voces de protesta justo cuando se producía un silencio, el público siguió en la misma tesitura. No obstante, no opacó el magnífico desempeño de los intérpretes y las magistrales intervenciones del órgano fuera de escena a cargo de Felipe Delsart, quien se retiró sumamente aplaudido.

            Ha sido una de las pocas ocasiones donde la Estable del Colón demostró no sólo su abultado prestigio como agrupación sinfónica, sino también en el repertorio de cámara. Dicho de otra manera y en vísperas del próximo Campeonato Mundial de fútbol: capaz de interpretar todos los géneros y jugar en todas las canchas

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