domingo, 30 de octubre de 2022

 

Muy buena versión con segundo elenco de “LOS PESCADORES DE PERLAS” en el Colón

 

DELEITE VOCAL CON TERGIVERSACIÓN ESCÉNICA

Martha CORA ELISEHT

 

            Tras más de un siglo de ausencia -119 años, para ser más exactos-, LOS PESCADORES DE PERLAS (LES PÊCHEURS DE PERLES) se representa por primera vez en su idioma original sobre el escenario del Colón. Esta obra maestra de Georges Bizet (1838-1875) fue compuesta por encargo del Théatre Lyrique de París en 1863, con libreto de Eugène Cormon y Michel Carré. Como requisito para poder ser representada, debía ser ambientada en un lugar exótico. Ceylán fue el lugar elegido donde se desarrolla la trama de esta historia, donde además de existir un triángulo amoroso entre la soprano, el tenor y el barítono, se contraponen sentimientos: el juramento de amistad frente al hecho que ambos hombres están enamorados de la misma mujer y una sacerdotisa al servicio de Brahma que rompe su juramento por amor a un hombre.

            La presente coproducción con el Teatro Wielki Lódž (Polonia) contó con escenografía de Luigi Scoglio, vestuario de Miní Zuccheri, iluminación de José Luis Fioruccio, puesta en escena de Michal Znaniecki, coreografía de Diana Theocaridis y la participación de Marina Nosetto como asistente de vestuario y Nicole Chierico, como asistente de coreografía. Participaron la Orquesta y Coro Estables de la institución bajo la dirección de Ramón Tebar y Miguel Martínez, respectivamente. Se contrató a un grupo de bailarines que actuaron como figurantes y a la acróbata figurante María Eva Di Leo.

            Quien escribe tuvo la oportunidad de asistir a la función ofrecida el sábado 29 del corriente, que contó con el siguiente reparto: Sang- Jun Lee (Nadir), Federica Guida (Leïla), Germán Alcántara (Zurga) y Emiliano Bulacios (Nourabad).   

            Acorde a las especificaciones del libreto, la escena transcurre en una playa desierta de Ceylán (Sri Lanka en la actualidad), donde Zurga es electo como líder de los pescadores. En la presente puesta en escena, se utilizaron una serie de tubos, dentro de los cuales se ubicaron a parejas de bailarines con escaso ropaje, aludiendo al título de la obra. Mediante un efecto de iluminación, se suponía que se sumergían en las profundidades del mar para pescar perlas. Aquí aparece la primera de las tantas incoherencias que esta cronista pudo apreciar respecto de la puesta en escena. La coreografía empleada dio a entender que se trataba más de establecer una relación amorosa entre un hombre y una mujer que de pescar perlas. Mientras tanto, un grupo de figurantes aparecía en el escenario provistos de bolsas para recoger una gran cantidad de papeles en la playa. Si se quiere hacer una alusión a la contaminación ambiental, no condice para nada con el título de la obra. En todo caso, si se quiere manifestar una protesta mediante una puesta en escena, debiera hacerse alusión a las condiciones laborales infrahumanas que sufrían los pescadores de perlas en aquella época. La falta de elementos de protección hacía que su rendimiento laboral culminara a los 40 años como consecuencia de la descompresión constante al no contar con un equipo de buceo, además de sufrir lesiones auditivas y bucales por contacto permanente con el agua salada -independientemente de los ataques ocasionados por tiburones-. Por otra parte, se observaron numerosas esferas que posteriormente, se iluminaban en alusión a las perlas y, posteriormente, el empleo del tubo como alegoría al velo que debe usar Leïla, dada su condición de sacerdotisa. Este último recurso estuvo bien empleado, pero tampoco se entendió el asiento formado por neumáticos que utiliza Zurga en el 3° Acto. Se supone que es un pescador y, por lo tanto, duerme en su barca -donde se hace cierta alusión- o posee una vivienda humilde. Por ende, tampoco se entendió qué se quiso decir mostrando una carcasa de esqueleto de ballena sobre fondo oscuro antes de pasar a la escena final, así como tampoco el agua donde se mojaban los bailarines en un círculo donde -supuestamente- debía haber fuego purificador para castigar la osadía de Leïla y Nadir con la muerte. En síntesis: un adefesio visual y una tergiversación escénica, que nada tiene que ver con la concepción original de la obra.

            Dejando de lado tan controversial puesta en escena, la Orquesta Estable brilló bajo la dirección de Ramón Tebar. El español es uno de los mejores directores de la actualidad y demostró con creces su oficio, logrando una estupenda versión de este clásico desde el punto de vista musical. Sobre todo, en el preludio que marca la entada de Leïla en el 1° Acto, donde tanto Freddy Varela Montero como Stanimir Todorov se destacaron en los solos de violín y violoncello respectivamente. Por su parte, el Coro Estable estuvo perfectamente bien preparado y actuó como un instrumento más, brindando el marco necesario para las escenas de conjunto.

            En cuanto a los roles principales, Emiliano Bulacios brindo un muy buen Nourabad, tanto desde el punto de vista vocal como actoral. Germán Alcántara fue una de las grandes revelaciones de la noche, dando vida a un excelente Zurga. Posee un gran caudal de voz con bello timbre, fiato, esmalte y línea de canto, pero por sobre todas las cosas, es un gran actor e interpretó el personaje a través de su voz, lo que le valió el aplauso del público en todas y cada una de sus intervenciones (dúo “Au fond du temple sainte”, junto a Nadir y el aria del 3° Acto: “L’orage s’est calmé” / La tormenta se ha calmado), al igual que en el dúo con Leïla en el 3° Acto (“Qu’ai-je vu? O ciel, quel trouble”). El tenor coreano Sang-Jun Lee posee una bella voz -un tanto justa para el escenario del Colón- muy bien timbrada, que resultó fundamental para encarnar a Nadir. Descolló en el dúo del 1° Acto junto a Zurga en la mencionada “Au fond du temple sainte” y en la celebérrima romanza del 1° Acto (Je crois entendre encore”), que le valió el aplauso del público, al igual que en el dúo de amor junto con Leïla del 2° Acto (“Ton cœur n’a pas compris le mien”). La soprano italiana Federica Guida fue la Leïla ideal: excelente coloratura, voz caudalosa, bien timbrada, que sobresalió en sus arias (cavatina:” Comme autre fois” en el 2° Acto y “Zurga, je viens demander grâce”, en el 3°), al igual que los dúos de amor junto a Nadir.  Junto con Germán Alcántara fueron los más aplaudidos de la noche.

            Si se repone un título que está ausente durante más de un siglo, se debe realizar una puesta en escena lo más tradicional posible, para que no se pierda la concepción de la obra. Aquí sucedió todo lo contrario: desde el punto de vista vocal y auditivo, un deleite para los oídos, pero un verdadero adefesio desde el punto de vista visual. Se debe poner especial énfasis y cuidado en este tipo de cosas para poder atraer al público y renovarlo. Caso contrario, tendrá que volver a pasar otro largo período de tiempo para poder apreciar esta joya del repertorio francés. 

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