Espectacular presentación del
director coreano Chungki Min junto a la Filarmónica
PRECISO,
TENAZ Y TEMPERAMENTAL
Marta
CORA ELISEHT
Con
motivo del 60° aniversario del establecimiento de relaciones diplomáticas entre
la Argentina y la República Popular de Corea, el pasado sábado 1° del corriente
tuvo lugar un concierto dentro del Ciclo de Abono de la Orquesta Filarmónica de
Buenos Aires (OFBA) en el Teatro Colón, que contó con el auspicio de la
Embajada de dicho país, el Centro Cultural Coreano y la Fundación Coreana para
el Intercambio Cultual Internacional (KOFICE) y donde participaron dos artistas
de dicha nacionalidad: el violinista Inmo Yang y el director Chungki Min -quien
reemplazó en último momento a su colega Shi- Yeon Sung-, con un programa integrado
por las siguientes obras:
-
Obertura Festiva,
Op.96- Dmitri SHOSTAKOVICH (1906-1975)
-
Concierto en Re mayor para violín y
orquesta, Op.35- Piotr I. TCHAIKOVSKY (1840-1893)
-
Obertura fantasía
“ROMEO Y JULIETA”- Piotr. I. TCHAIKOVSKY
-
“La Valse”-
Maurice RAVEL (1875-1937)
Desde
la afinación de los instrumentos a cargo del concertino Xavier
Inchausti, pudo apreciarse una orquesta muy bien afinada y afiatada – características
que prevalecieron durante el desarrollo de todo el concierto-, donde pudo
apreciarse una Filarmónica que sonó como pocas veces durante el transcurso del
corriente año, logrando luminosidad y pureza en el sonido. Y lo demostró desde
los primeros compases de la mencionada Obertura Festiva de Shostakovich,
que marca un antes y un después en la vida del músico. Compuesta en 1954 a
pedido del director general del Teatro Bolshoi (Vassily Nebolsin) un año
después de la muerte de Stalin, es una obra de carácter brillante y chispeante.
Prueba de ello es la poderosa fanfarria de bronces, que fue ejecutada por la
Filarmónica con especial enjundia. Por su parte, Chungki Min es un director
temperamental, que supo imprimir su sello contagiando su énfasis y entusiasmo a
la orquesta. Ha sido su debut en el Colón y ofreció junto a su compatriota Inmo
Yang una de las mejores versiones del celebérrimo concierto para violín de
Tchiakovsky que una recuerde sobre el escenario del teatro. Este joven
violinista de tan sólo 27 años es un auténtico virtuoso. Ganador del Concurso
Internacional Jan Sibelius para dicho instrumento durante el transcurso del
corriente año, se ha presentado en los escenarios más importantes del mundo y
actualmente se perfecciona con Antje Weithaas en la prestigiosa Hochschüle für
Musik Hanns Eisler en Berlín. No sólo tuvo el mérito de ejecutarlo de memoria,
sino que posee una digitación prodigiosa, un fraseo impecable y brindó una
interpretación memorable, brillante desde todo punto de vista. El
acompañamiento orquestal también fue perfecto y el Colón estalló en vítores y
aplausos luego de su interpretación, lo que motivó a Yang a realizar una
transcripción para violín de Oblivion de Astor Piazzolla, que también
ejecutó de memoria con absoluta precisión y maestría. El rugido del Colón
volvió a sentirse después de la interpretación del mencionado bis.
La
segunda parte del concierto abrió con otra de las obras más bellas de
Tchaikovsky: la obertura fantasía Romeo y Julieta, compuesta en 1870 y
dedicada a Balakirev, quien le propuso componer una obra basada en la tragedia
de Shakespeare. A diferencia de otras obras, no lleva número de opus y se trata
más de un poema sinfónico escrito en forma de sonata, donde existe una
introducción, desarrollo y conclusión. El primero de los temas -escrito en Fa
sostenido menor- representa a Fray Lorenzo, mientras que el segundo -en
Re menor- es enérgico y muestra la rivalidad entre Capuletos y Montescos
hasta desembocar en el tema romántico -escrito en Re bemol mayor-, donde los
amantes se encuentran en el balcón. El corno inglés y la viola representan a Romeo
y la flauta, a Julieta. Estos temas se van alternando para narrar la
muerte de Tybaldo, el odio ancestral entre ambas familias, la
consumación del matrimonio entre los jóvenes y su posterior suicidio. Hacia el
final, los timbales y la tuba -en Si natural- marcan el desenlace, mientras el
tema en maderas y cuerdas rinde homenaje al amor eterno. Una versión que
permitió el lucimiento de todos los principales solistas de las diferentes
secciones de instrumentos de la Filarmónica en una interpretación vibrante y
electrizante, pero por sobre todas las cosas, romántica. Por último, Chingku
Min brindó una exquisita y equilibrada versión de La Valse de Ravel, que
volvió a permitir el lucimiento de la orquesta en toda su plenitud. Es una obra
muy difícil de ejecutar por su poderosa orquestación -sobre todo, en metales y
percusión- y, por lo tanto, es muy común caer en excesos. Afortunadamente, el
director coreano demostró su maestría para evitar que ello ocurra, logrando una
versión con un sonido envolvente, voluptuoso y brillante merced a su
temperamento y precisión. El Colón volvió a rugir al finalizar la
interpretación.
No
sólo ha sido uno de los mejores conciertos de la Filarmónica durante el
transcurso del corriente año, sino una auténtica noche de Colón, donde todo
sonó a la perfección. Una perfecta amalgama entre director, orquesta y solistas
que permanecerá por mucho tiempo en los oídos de los asistentes.
Estimada Marta CORA ELISEHT, Hola, Marta, un gusto saludarle, Muchas gracias por su reseña tan profesional de la función. su reseña es muy valiosa para que todos tengan en cuenta de que cómo fue el concierto.
ResponderEliminarPero quiero que corrija algunas cosas. el concierto fue organizado en el marco de 60 aniversario de RRDD entre La República de Corea(Corea del sur) y Argentina, no era la República Popular de Corea(Corea del norte), eso era por un rado, por otro lado, el nombre del director se escribió incorrecto ya que debia ser "Chungki Min" en lugar de "Chingku Min".
Otro día, le voy a invitar a usted otro concierto de Corea ya que usted es buena crítica, quisiera conocerla seguidamente. Muchas gracias por todo. Saludos